Hacía tiempo que la política no vivía un día como el de ayer martes. Un día en el que los ciudadanos pudieron entrever cómo sería una España en la que PP y PSOE pusieran lo que les une, es decir el respeto a la democracia constitucional surgida del pacto del 78, por delante de sus intereses políticos coyunturales.

Los ciudadanos vieron ayer cómo sería una España en la que los partidos nacionalistas y populistas quedaran relegados a una posición marginal del escenario político, y en la que la suma de PP, PSOE y Ciudadanos bastara para diseñar y ejecutar aquellas medidas económicas y sociales que necesitan todos los españoles, y no sólo unos pocos de ellos. 

Ya fuera por puro azar o a raíz del clima de concordia generado por el 40º aniversario de la victoria de la democracia sobre el golpismo, PP y PSOE comprobaron ayer que sólo es necesario un poco de voluntad política para relegar al cajón de lo esperpéntico las ya habituales ansias de protagonismo y de socavamiento institucional de los de siempre

Halagos a la Corona

Al discurso de Meritxell Batet, impecable en sus halagos a Juan Carlos I, a las instituciones democráticas y al jefe de la Oposición, se sumó el de Pablo Casado, que le devolvió el halago a la presidenta del Congreso de los Diputados.

También, la sintonía mutua que exhibieron el presidente del PP y el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en la (muy restringida) comida posterior al acto.

Una sintonía que sorprendió a dos de los padres de la Constitución, Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que llegaron a exclamar "¡qué bien os lleváis!" a la vista de la obvia cordialidad que mostraron Casado y Sánchez con el otro. 

Felipe VI, por su parte, mencionó a su padre, Juan Carlos I, por primera vez desde que este abandonara España hace ya unos meses. Lo hizo para reivindicar su comportamiento durante el 23-F. Un momento clave de la democracia del que sólo renegaron ayer el nacionalismo y el populismo de extrema izquierda.

Los dos verdaderos bloques

Que partidos como EH Bildu, ERC, BNG, JxCAT o Podemos escenificaran con distintos niveles de aspaviento su negativa a celebrar la victoria de la democracia el 23-F de 1981 es, en cualquier caso, coherente tanto con su declarada voluntad de acabar con el sistema surgido de la Transición como con su defensa de los golpistas catalanes que se alzaron contra la democracia en septiembre y octubre de 2017. 

Pero la unanimidad de los partidos radicales de la Cámara ha tenido la virtud de mostrar cuáles son los dos verdaderos bloques de la democracia española.

El primero, el formado por PP, el PSOE y Ciudadanos, junto con la Corona y todas las restantes instituciones y Poderes del Estado.

Al otro, extremistas de toda laya y condición.

Que esos extremistas sean socios del Gobierno debería hacer reflexionar a Sánchez sobre la catadura moral de quienes le pretenden conducir hacia una España peor, más crispada y más dividida. Más parecida a quienes asaltaron el Congreso el 23-F que a una ciudadanía moderna y moderada.

Detalles esperanzadores

A una jornada rica en gestos esperanzadores y que parecen confirmar el deshielo de las relaciones entre PP y PSOE a cuenta de la renovación del CGPJ, de la cúpula de RTVE y del Tribunal Constitucional, se sumaron tres últimos detalles relevantes. 

El primero fue el aplauso de PP y Ciudadanos a la lectura de los nombres de "las 1.081 mujeres asesinadas desde 2003", en palabras de la diputada socialista Lídia Guinart. Un aplauso del que sólo se desmarcó Vox, precisamente el partido que había presentado la proposición de Ley sobre Violencia Intrafamiliar que se discutía ayer.

El segundo, la decisión del PP de ceder uno de sus vocales en el Consejo General del Poder Judicial al PNV, una noticia que avanza hoy EL ESPAÑOL y que demuestra que el PP está, efectivamente, dispuesto a ocupar el espacio de centro al que ya apuntó durante la moción de censura de Vox a Sánchez, sentando de paso las bases para el apoyo de la derecha nacionalista vasca a un futuro gobierno del PP. 

El tercero, la ruptura (puntual) del PSOE con sus socios de Podemos y nacionalistas para votar a favor de la inviolabilidad del rey. "Este partido protege la Constitución. El socialismo no es incompatible con la monarquía" dijo ayer la diputada socialista Rafaela Crespín, desmarcándose con claridad de un Podemos cada vez más intrascendente. 

Ayer quedó demostrado que quienes protegen la Constitución, es decir la democracia y los derechos civiles y políticos surgidos del pacto de 1978, están, en fin, en el PP, el PSOE y Ciudadanos.

No en el populismo, ni en el extremismo, ni en el nacionalismo