El separatismo vasco vuelve a estar de actualidad en su santuario de Alsasua, el pueblo donde agentes de la Guardia Civil fueron apaleados por su mera condición de funcionarios del Instituto Armado y donde cada año se veja a la Benemérita con absoluta impunidad. 

La última ignominia es que el alcalde de la localidad -Javier Ollo, Geroa Bai- ha consentido la celebración un año más del Ospa Eguna (Día de la Huída), la fiesta en la que el entorno abertzale exige la desaparición en toda Navarra de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Desafío constitucional

Es lógico que, ante tal desafío a la Constitución, el PP haya respondido exigiendo la prohibición del acto y, en su caso, la intervención legal del consistorio navarro. De hecho, miembros de la Benémerita ya han denunciado que estamos ante un caso flagrante de enaltecimiento del terrorismo.

De momento, y esta es la realidad, la Audiencia Nacional ha considerado que "no ha lugar a prohibir" una celebración que cuenta, para más inri, con la aquiescencia de la marca del PNV en la Comunidad Foral. Algo que es más que significativo y que redunda en un hecho: Pedro Sánchez y la presidenta regional, María Chivite, tratan de reducir al mínimo la presencia de la Guardia Civil en Navarra según el viejo anhelo nacionalista.

Dejación política 

Sin embargo, lo bochornoso es que en plena pandemia, por dejación o por cálculo político, se permita una celebración que humilla de forma manifiesta nuestra Constitución en tanto que en miles de pueblos de España, por la pandemia, se han tenido que cancelar las fiestas patronales. Y no sólo eso: el alcalde de la localidad ha comparado un acto en el que se dice que la Guardia Civil es igual que el coronavirus con el mitín que los constitucionalistas -venciendo el miedo y en un ejemplar ejercicio de libertad- dieron en Alsasua a finales de 2018.

En realidad, la dejación con la vergonzosa celebración de Alsasua no es más que otro contrasentido de la España actual. Hablamos de la misma Alsasua que, en su día, se movilizó para orquestar un milimétrico escrache al constitucionalismo. Porque nada ha cambiado; ni lamentablemente cambiará...