Después de que Pedro Sánchez se convirtiera este martes en el primer presidente de un Gobierno de coalición, los peajes que debe pagar se han puesto de manifiesto. La exigua mayoría y la dependencia del separatismo vaticinan una nueva etapa política marcada por el signo de la coacción.

Sin esperar a un mínimo tiempo de gracia, los secesionistas ya han dado un adelanto de cuál va a ser su posición en el Congreso: el chantaje. Sólo así se pueden interpretar las intervenciones de Bildu y ERC que no hacen sino recordar al PSOE que la estabilidad de España pasa ya por sus caprichos y sus calendarios.

Maniobra

Y es que si a los de Esquerra "la gobernabilidad de España" les importa "un comino", para los herederos de Batasuna llega la hora de cobrarse su abstención, ya sea con el "derecho a decidir" o con el blanqueamiento de la violencia terrorista al equiparar a "todas las víctimas".

Ante este aluvión, el presidente Sánchez trata de alargar los plazos. Hemos pasado de las prisas para formar gobierno en medio de las Navidades, con la excusa de una España paralizada, al frenazo de hoy: no habrá Gobierno, por lo pronto, hasta la semana que viene.

Claridad

La realidad es que el líder socialista ya está donde quería y su esfuerzo, en este momento, pasa por retrasar al máximo las deudas contraídas en su investidura. Ahora posterga la "Mesa de diálogo" entre Gobierno y Generalitat pactada con ERC que, según se firmó, debía reunirse quince días después de conformarse el Gobierno. 

Ante una legislatura inédita, cuando los españoles demandan una claridad que se les ha hurtado, Pedro Sánchez intenta enfriar un partido que ERC y Bildu han calentado desde el minuto cero. La conclusión es que España vuelve a estar sumida en el corto plazo y el Gobierno pasa de estar en funciones a estar constreñido por los tiempos de los independentistas.