No por esperado el nihil obstat de las bases de ERC a la investidura de Pedro Sánchez deja de ser dramático. Si ya era gravísimo que el presidente se enmendara a sí mismo y se aviniera a negociar con un partido cuyo líder está en prisión por un golpe sedicioso, la valoración que Ferraz hace de la abstención de los republicanos no deja lugar a dudas.

Es precisamente en la literalidad del comunicado remitido por el PSOE donde hay que interpretar su rendición: en la forma en que uno de los partidos clave de la estabilidad y del anclaje de la democracia ha arrojado por la borda su pasado y su futuro. Entienden los socialistas que en Cataluña existe un "conflicto político" que hay que abordar desde "la lealtad institucional" y la "bilateralidad". Para ello, acuerdos que competen a la soberanía y la igualdad entre todos los españoles serán sometidos "a consulta a la ciudadanía de Catalunya [sic]", en consonancia con los mecanismos actuales o los que "puedan preverse en el marco del sistema jurídico-político".

Bilateralidad

Dicho en plata: el PSOE está dispuesto a implementar una nueva legalidad donde los separatistas se sientan cómodos. Un extremo que no sólo sitúa al socialismo fuera del sistema, sino que conduce a España a una incertidumbre insostenible. Si ya era dolorosa la concesión de la "bilateralidad" a una comunidad autónoma, el horizonte de una Justicia plegada a los caprichos de quienes quieren romper es España es, simplemente, insoportable.

Es verdad que en las últimas fechas algunos barones socialistas se han mostrado contrarios a que se pueda privilegiar a unas regiones por encima de otras. Sin embargo, poco pueden hacer más allá de su ámbito competencial si no quieren enfrentarse a un aparato esclerotizado en torno a Sánchez. Reside en esos 16 diputados socialistas "valientes", los que puedan hacerse el harakiri en la votación de investidura, el futuro de nuestro país. A ellos, a cambiar la disciplina de partido, han apelado sectores internos del PSOE.

Sacrificio

Incluso la líder de Cs, Inés Arrimadas, ha recordado que en su momento, y por "sentido de Estado", el socialismo logró "echar a Sánchez del partido". O el propio Pablo Casado, cuando dejaba abierta la puerta a un "suicidio" del PP si el candidato socialista le inspirara alguna confianza de poder variar su rumbo. 

Nunca en la historia de nuestra democracia se ha llegado a este desgaste de las instituciones y a tal tensionamiento de la vida política. Por eso mismo, hay que exigirle al socialismo de los grandes consensos un sacrificio en el que nos va mucho. La fortuna, como decía Virgilio, sólo favorece a los audaces. Y en este caso a todos los españoles.