La semana de violencia, de saqueos a los comercios y de turbas en Barcelona no saldrá gratis a la economía catalana. Y llueve sobre mojado. Desde que Artur Mas optó por la vía independentista hace cinco años, Cataluña interrumpió su recuperación y dejó de ser la locomotora de España.

Los números hablan por sí solos. Tras el golpe del 1 de octubre de 2017, 5.600 empresas han huido. La pérdida de peso de la industria catalana en su PIB ya es superior a la del resto de España, y ello en una comunidad que representa el 23,4% de la industria nacional. Las inversiones extranjeras han caído un 17% en tan sólo dos años.

Patronal 

La semana de altercados ha supuesto un duro revés para los comercios en Barcelona, que alertan de una caída de cerca del 50% en sus ventas. Por su parte, el Ayuntamiento estima en 2,7 millones de euros los daños sufridos sólo en mobiliario urbano. Pero hay otros perjuicios, ahora intangibles, que tienen que ver con el tremendo desgaste de la imagen internacional de Barcelona.

La patronal catalana ha convocado este miércoles al empresariado para enviar "un mensaje unitario" llamando a la calma, vista la gravedad de la situación. Pero la división subsiste: la Cámara de Comercio, controlada por los independentistas, ha azuzado las movilizaciones y ha culpado al Estado de la inestabilidad.

Parálisis

La realidad es que costará mucho esfuerzo que la economía catalana recupere un pulso que es vital para su propio desarrollo y para el conjunto del país. De momento no hay respuesta a la fuga de empresas, al incremento de los ERE, a las cancelaciones de reservas turísticas... El independentismo mantiene el Parlament paralizado, incapaz de aprobar los Presupuestos y articular medidas para cortar la sangría. Y eso en un escenario de incertidumbre internacional y de desaceleración en Europa. El tsunami separatista ha roto la convivencia y ahora puede arrasar también con la economía.