Este jueves ha comparecido la vicepresidenta Carmen Calvo en una sesión extraordinaria y monográfica para dar cuenta de la gestión que el Gobierno ha hecho de la crisis del Open Arms. Una jornada en la que Calvo ha sabido salir a flote de un asunto que, a todas luces, no ha tenido la suficiente enjundia como para hacer de él una cuestión de Estado.

El pleno del Open Arms ha servido también para comprobar el pulso dialéctico de los debutantes. A la eficacia de Inés Arrimadas y a la pedagogía de Cayetana Álvarez de Toledo, hay que contrastar el trazo grueso de Santiago Abascal. Al líder derechista no le ha temblado el pulso a la hora de culpar al resto de partidos de alentar "avalanchas migratorias". Tanto, que ha llegado al extremo de acusar de "racismo" a los partidos de izquierdas y a sugerir que la Armada hubiese traído a España a los patrones del Open Arms para ponerlos a disposición judicial. Todo un dislate.

Moderación

En verdad, el maximalismo de Vox deja al PP en una situación de equidistancia entre el humanitarismo de última hora del Gobierno y la demonización de los inmigrantes que propone Vox. En su fuero interno, los populares saben que Matteo Salvini y Pedro Sánchez no "son las dos caras de la misma moneda", aunque su portavoz, Álvarez de Toledo, haya sostenido este extremo retórico. 

De alguna manera, en el Congreso se ha evidenciado que Vox, con su discurso maniqueo, es el peor socio para PP y Cs porque cualquier entendimiento con los de Abascal, por escrupuloso que este sea, le sirve a Pedro Sánchez para aparecer como adalid de la moderación como ya hizo con la famosa foto de la Plaza de Colón.

Brechas

En este sentido, Carmen Calvo ha conseguido mostrar -al mismo tiempo- tanto el buenismo de su Gabinete como el distanciamiento de un perfil tan brumoso como el de Òscar Camps, fundador del Open Arms, al que la izquierda populista en la Cámara baja ha tratado poco menos que de héroe. 

Una comparecencia con la se quería desgastar al Gobierno en funciones ha servido, paradójicamente, para que Sánchez salga reforzado ante el guirigay de una oposición que exhibe sus enormes brechas. Acaso porque en la estrategia de todos contra Calvo -incluido Podemos, que la considera su bestia negra-, no se ha sabido aprovechar una ocasión de oro para poner al Gobierno frente a sus contradicciones y frente a sus bandazos.