Vox ha optado por la misma política autoritaria en relación a los periodistas que ensayó Podemos cuando empezó a ganar protagonismo. Aquel experimento le salió mal a Pablo Iglesias. Tuvo que pedir disculpas y rectificar entre críticas generalizadas y también de las asociaciones de la prensa.

Vox ha declarado la guerra a los medios de comunicación que considera hostiles, que son todos aquellos que no escriben como les gustaría a sus dirigentes. Esta semana, tras varios encontronazos con EL ESPAÑOL, ha decidido expulsarnos de su grupo de prensa de WhatsApp, el canal oficial por el que informa de sus actividades y a través del cual envía sus comunicados.

Actitud censora

El pecado de EL ESPAÑOL para que el partido de Santiago Abascal adopte esa actitud censora fue haber informado sobre la expulsión de dos periodistas de otros medios que destaparon una noticia incómoda para Vox: su satisfacción, plasmada en un whatsapp del vicesecretario de Comunicación, al saber que habían quedado excluidos del debate electoral en televisión.

El error de Vox es creer que perjudica a EL ESPAÑOL, cuando lo que realmente hace es privar de información de interés a una parte de la ciudadanía, contraviniendo además el espíritu de los artículos 6 y 20 de la Constitución, que aluden a los partidos como expresión del pluralismo político y a la libertad de información.

Derechos básicos

El proceder de Vox es preocupante porque muestra una clara inclinación hacia la intolerancia. Si ahora que empieza a contar en la política nacional es capaz de tratar con ese desprecio derechos básicos en una democracia, da miedo pensar cómo podría comportarse si estuviera en el poder.

Desde la formación de Abascal han acusado a EL ESPAÑOL de tratarles "igual que el Gara". Pero quien actúa con el sectarismo de un partido radical que excluye a quienes no piensan como ellos es Vox. Incluso la táctica de utilizar las redes sociales para atacar a los informadores incómodos es similar a la de los batasunos. Ojalá rectifiquen por el bien de la democracia.