El último macrosondeo del CIS antes de las elecciones deja una lectura clara. Su director, José Félix Tezanos, infló a Vox y le dio más de un 10% de los votos -en concreto, un 11,9%-, para que el PSOE pudiera justificar que el partido de Santiago Abascal participe en el debate a cinco al que finalmente acudirá Pedro Sánchez. El CIS ha acabado por dar alas a Vox. 

Que el PSOE argumente la inclusión de Vox en un debate televisivo como un ejercicio de "transparencia" es de un cinismo flagrante. Pero más grave es el razonamiento con el que el número 3 socialista, José Luis Ábalos, explica que Sánchez haya rehusado el cara a cara con Pablo Casado o el debate a cuatro propuesto por TVE: todo obedece a una "estrategia electoral".

Trampa

Ni PP ni Cs pueden caer en la trampa de Sánchez, que tiene en Abascal a un cooperador más que necesario en su estratagema de emparedar a Casado y a Rivera en ese sándwich del que se valen los socialistas para homologar a sus rivales: el concepto de "las tres derechas" a las que hay que combatir.

Sería un ejercicio de irresponsabilidad y bisoñez que PP y Cs enfocaran la campaña a base de ataques mutuos. La excepcionalidad que vive nuestro país, con la sistemática afrenta a la legalidad que propala el separatismo, obliga a populares y naranjas a no desgastarse entre ellos ni a erosionar ese centro ideológico cada vez más despoblado. 

Voto útil

Es responsabilidad de Albert Rivera atraer al votante socialista del PSOE anterior a Pedro Sánchez. Y lo es del mismo modo que Pablo Casado, el líder del PP, tiene que evitar la sangría de apoyos hacia Vox. En eso consiste el voto útil.

Con un 40% de indecisos, es más imprescindible que nunca una altura de miras que devuelva la normalidad a nuestro país. Ya habrá tiempo para que populares y naranjas diriman sus diferencias en el Parlamento. Es una cuestión de prioridades y de sentido de Estado.