A medida que vamos conociendo la letra pequeña del borrador de los Presupuestos acordados entre el Gobierno y Podemos -su socio prioritario-, queda claro su inviabilidad. De entrada, pese a que hace un mes Pedro Sánchez anunciaba en televisión que no se rebajaría la previsión de crecimiento, este lunes hemos conocido que del 2,7% contemplado ya se admite una décima menos. 

El reconocimiento de la desaceleración económica no se antoja el mejor escenario para jugar a aprendiz de brujo con un incremento del gasto de 16.000 millones de euros y una previsión de déficit para 2019 superior en cinco décimas (1,8%) a lo previsto inicialmente. 

Incoherencia

Pero las cuentas del Gobierno no sólo son irreales, también son incoherentes con el discurso de sus promotores. Si la finalidad era que pagaran más los ricos, ¿por qué la partida por ingresos del impuesto al diésel será mayor (670 millones de euros) que la recogida por el gravamen a los grandes patrimonios (667 millones)?   

Otro dato polémico es el referido a la recaudación. La intención de ingresar 5.678 millones más con los nuevos impuestos se antoja una quimera. Para muestra, un botón: un detallado informe de la CEOE viene a recordarnos que donde Sánchez apunta 1.200 millones procedentes del impuesto a las tecnológicas, el Ejecutivo del PP contemplaba justo la mitad.  

La mano de Podemos

La debilidad de Sánchez y su dependencia de Podemos le convierte en un gestor temerario. Pero con la estabilidad y el afianzamiento de la recuperación no se juega. Cargar en la clases productivas los caprichos del populismo es un error que podemos pagar muy caro.