A Magdalen Berns, in memoriam.

Este miércoles conocimos una relevante sentencia del Tribunal Supremo de Reino Unido. Una sentencia resultado de la batalla judicial iniciada por la organización feminista For Women Scotland contra la decisión del Gobierno escocés de incluir a mujeres trans, esto es, a varones identificados mujeres mediante el Certificado de Reconocimiento de Género (CRG, nomenclatura inglesa del cambio de sexo registral), en la cuota de paridad para igualar los puestos públicos entre hombres y mujeres.

Promovía el Gobierno escocés con esto la participación de hombres autoidentificados mujeres en las Juntas Públicas hurtando puestos públicos a las mujeres.

La exministra de Igualdad, Irene Montero, celebra junto a activistas la aprobación de la Ley Trans en 2023. Alejandro Martínez Vélez Europa Press

Pues bien, el dictamen del Tribunal Supremo de Reino Unido ha sido claro: el término mujer, a efectos de la Ley de Igualdad, está determinado por el sexo biológico. Una victoria feminista contra el borrado jurídico de la categoría sexo y de las mujeres.

Es un dictamen trascendental que supone volver a la racionalidad que jamás debió ser abandonada. Y que nos da la razón a las feministas que llevamos años explicando las nocivas implicaciones de las políticas y leyes transgénero.

Porque años llevamos explicando cómo incluir a varones con cambio de sexo registral en la categoría mujer resulta en vulnerar los derechos de las mujeres basados en el sexo. Esta inclusión ha supuesto, por ejemplo, el robo de 890 medallas y logros deportivos a mujeres por hombres tramposos (según el informe de la relatora de la ONU). O que varones condenados por violencia sexual cumplan sus condenas en módulos de mujeres con la amenaza para la integridad física y emocional que para las mujeres comporta.

Ante este fallo trascendental que asume y avala las reivindicaciones del feminismo y la racionalidad más básica, las feministas lo celebramos. En Reino Unido y en España.

Es desolador que haya que litigar para poder afirmar que los hombres no son mujeres. Y es, ante todo, una clara evidencia del retroceso y el ataque virulento y frontal que el transgenerismo ha supuesto para los derechos de las mujeres.