A Dabiz Muñoz sólo se le puede reprochar un error, y es haber justificado el incremento del precio del menú de su restaurante DiverXo con el argumento de que lo hace para subir los sueldos de sus camareros.

Debería saber Dabiz que en esta España carcomida por el populismo y la envidia de visillo (que son lo mismo) cualquier intento de razonar y no digamos ya de justificarse es recibido por la turba como una confesión de culpabilidad. Nada excita más a un visigodo que un paso atrás del romano. Los españoles han nacido para obedecer, pero se suelen creer muy dignos, y de ahí su gusto por los caciques suavones que les dicen lo que quieren oír mientras les meten la mano en la cartera

Así que barbilla al cielo y el que quiera menús de tres estrellas Michelin a 20 euros y con los camareros cobrando como ministros, que monte su propio restaurante y nos demuestre a los españoles cómo se hacen bien las cosas. 

El caso es que Dabiz Muñoz ha subido el precio del menú de DiverXo desde los 250 hasta los 365 euros. 250 euros es el precio aproximado de los menús de los tres estrellas Michelin españoles, lo que convierte a DiverXo en el restaurante español más caro del momento.

Un dato más mentiroso de lo que parece. Porque no hay marisquería en este país en la que esa cuenta no pueda ser superada si uno llega al restaurante con hambre, la cartera floja y alguien a quien impresionar. Pregúntenle a los dueños de esas marisquerías si cambiarían su cuenta corriente por la de Dabiz Muñoz y sorpréndanse con la respuesta. 

Por no hablar de lo que cobran cientos de restaurantes franceses cuyo nivel es el de cualquier parador español random, pero que han encontrado un filón en los pobres crédulos que aún tragan con el mito de la grande cuisine. Si han comido en un restaurante Michelin del norte de Europa sabrán, además, que con el criterio que se les aplica a ellos tendrían estrella hasta los bares de menú de Usera

Y eso por no hablar de otros caprichos. Como el de los palos que le pegan los clubes de moda a los horteras con dinero por una botella de champán (un Imperial Rose de Moët & Chandon que en el Condis no pasa de 55 euros y que ellos pagan a 500). 

¿Caro, DiverXo? Pues depende, oiga, depende. Más caro es un menú vegano a 12 euros. Además, ¿desde cuándo el precio del lujo lo determina el rencor social de quienes nunca serán sus clientes? 

Llama la atención, en cualquier caso, lo rápido que volvieron a aparecer ayer las colas del hambre en las redes sociales. Esas colas del hambre que se desvanecen como por arte de magia cuando gobierna Manuela Carmena, Ada Colau o Pedro Sánchez, cuando la factura de la luz entra en erupción como el volcán de La Palma o cuando al PSOE se le dispara la inflación un 5,6%, pero que reaparecen cuando Dabiz Muñoz sube el precio de su menú o Amancio Ortega nombra CEO a su hija.

Miren, pobristas de salón: Dabiz Muñoz sube el precio de su menú porque es suyo, porque quiere, porque puede y porque para eso curra más horas que un reloj. Porque la lista de espera de DiverXo supera la de la Sanidad pública y porque podría subir el precio del menú a 700 euros y seguir llenando a diario. Porque sólo un necio confundiría valor y precio, y porque sólo un socialista desecharía el coste que le supone a cualquier empresario español vivir en un Estado que ha hecho del saqueo fiscal un arte.

Quizá lo que los escandalizados quieren es un DiverXo estatal. Es decir, uno en el que el menú lo pague el prójimo y en el que hacer las cosas cuatro veces peor que en el sector privado cueste cuatro veces más caro. 

Lo que quieren los escandalizados, vaya, es trasegar a dos carrillos sabiendo que todo eso se lo pagan otros, que es la única manera que tiene el demagogo pobrista de disfrutar de su existencia: a costa del lomo ajeno. 

Y eso por no ponerme en la peor y más ridícula de las hipótesis, que es pensar que el escandalito deriva de cuestiones morales. Porque entonces ya nos situaríamos en el nivel beatilla del Domund. Ya saben: en el de esas que creen que el lujo que no podemos pagarnos (porque si podemos pagarlo no es lujo, sino sana afición o caprichito instagrameable) hace llorar a la pachamama. 

Más caro sale votar a la izquierda y ahí andamos, oiga.