Salvador Illa siempre serán unas gafas que no se empañan y como la cara amable de las barrabasadas pandémicas de Fernando Simón. En el principio de los tiempos, Sanidad era un ministerio tarta, con menos contenido que el de Irene Montero, pero llegó lo que llegó y uno, que es justo con los que se van, se imagina la tragedia de lidiar con esta sistematización de la muerte.

Al filósofo seguro que le iban rechinando los clarines victoriosos ("moral de victoria" de Pedro Sánchez) y de ahí ese gesto que se le ha congelado entre las gafas y la quijada.

Dios me libre de acompañar, siquiera de entender, a un partido tan dañino como el PSC. Lo que pasa es que mientras Illa ha visto el mundo real, ha aprendido el valor del luto y que a los científicos los tratamos mal y poco, Miquel Iceta ha seguido en su dinámica de David Bowie (alcantarilla) y de pasteleo con los del lazo amarillo. Porque de Iceta tenemos informe y hemeroteca, y su labor la saben hasta los niños de Mondoñedo. Que de momento a Iceta no le hayan premiado con la candidatura es una victoria pírrica que al menos permite una brizna de confianza en estos tiempos duros.

En esta despedida a Salvador Illa, quizá habría que desearle suerte. Quizá. Pero hay muertos, la sombra de otro secuestro civil se siente y se presiente. Lo que menos nos late a estas alturas de la película es entrar en el jardín del PSC: perjudicial a España como una gripe mal curada y persistente. Esa que tanto se parece a la Covid.

Decir que Illa ha hecho bien la mili en Madrid sería excesivo. Su labor ha sido la de ponerle chaqueta y corbata a Fernando Simón y sus cuentos chinos: sólo el tiempo dirá si eso lo podremos considerar un éxito.

La realidad es que las cosas pudieron salir mejor (o peor), y salieron Illa. La lección que queda es que el PSC, cuanto más lejos mejor. Y así en la salud como en la enfermedad.

Uno empezó a ver más a Illa que a Sánchez, a Illa que a su novia. Quizá por ahí empezó a deshilacharse todo lo que era sólido. En Barcelona podrá desarrollarse como filósofo, entre el ser y la nada, entre el pasteleo y esa terminología pesecera tan manida y tan huera de la lealtad. 

Illa va a mejor vida, Dios lo guarde de los idus indepes y del propio PSC, cocidillo de las peores salsas, ya digo.