Me evocaba ligeramente algo Pedro Sánchez en la Gala de los Goya, con su pajarita y su cara de madera, hasta que caí: era un muñeco de ventrílocuo. Encantado de ser lo que era, aunque su voz se la debiera a otro.

Antes había estado en un helicóptero mirando las zonas devastadas por el temporal y, si bien no sonreía, tenía básicamente la misma expresión. Ya que estábamos en la noche de los actores, volví a acordarme de Victor Mature, que ponía una cara idéntica tocando el piano en un cafetín picante que en el Gólgota bajo la cruz de Cristo. (Sánchez Mature, Sánchez Maduro...). 

Cuando, en el anuncio del Gobierno de coalición, dijo que este hablaría con varias voces pero con una misma palabra, no nos advirtió que iba a ser una palabra loca, fluctuante, caprichosa, sin atadura, puramente instrumental.

Llama la atención que en esa palabra no esté el PSOE, sino solo Podemos y los independentistas. Ni siquiera está el PSOE entre las “varias voces”. El PSOE ha desaparecido. Y esa es la (grave) pregunta: ¿dónde está el PSOE?

El PSOE es una carcasa vacía, a imagen de Sánchez. Que este cambie de criterios de un día para otro, e incluso dentro del mismo día (y a veces de la misma hora), podría explicarse por razones psicológico-morales (entre las que estaría desde luego el cinismo). Pero que cada bandazo sea secundado por unanimidad por su partido demuestra eso: que el partido no existe, o que el partido es Sánchez. San Bernardo proclamó que quien solo se sigue a sí mismo es discípulo de un loco. ¿Qué son entonces quienes lo siguen a él?

Yo, que tengo simpatías por el surrealismo, veo a veces a Sánchez como un héroe surrealista, alguien que encarna estas palabras de André Breton: “En lo que llamamos lógica solo veo el culpable ejercicio de una debilidad. Puedo decir, sin ninguna afectación, que lo que menos me preocupa es sentirme consecuente conmigo mismo”. Lo cual puede tener su gracia en Sánchez, que es de quien emana el asunto, pero ¿y en los sanchistas?

Hay sanchistas que son intelectuales, politólogos, profesionales (se supone) del pensamiento y que han dado los mismos golpes de timón de Sánchez sin dar una sola explicación. Mucho antifascismo, mucho antifascismo, y al final su lógica parece ser la del “decisionismo” de Carl Schmitt. ¡El Sánchezprinzip!

Aunque es cierto que el coro de la militancia gritaba “Con Rivera no” y “Con Iglesias sí”, lo que indica un sesgo indudable (el sesgo, en realidad, de la perdición del PSOE), sigo convencido de que Ciudadanos le hubiese valido igual a Sánchez para su único objetivo, que era ser presidente. Ahora es presidente y luce como presidente. Sin voz, con la voz de otros, con la política, el lenguaje, la retórica y los intereses ideológicos de otros. Pero presidente.