Rueda de prensa. Crepitar de flashes. La nueva portavoz del Ejecutivo catalán, Meritxell Budó tras el atril. Recoloca sus micros, sus gafas, sus folios, su pelo, sus argumentos.  

“En Barcelona capital ha ganado el independentismo”. 

Los periodistas traen las cuentas hechas. No les cuadra. La más audaz levanta la mano y dice lo evidente: que de 18 concejales, los independentistas han pasado a 15, luego más bien han perdido apoyos. 

- Ya, pero ha ganado el independentismo, contesta impertérrita Budó. 

- Pero 18 es menos que 15, replica la periodista.

- Sí, pero ha ganado el independentismo.

- A ves si lo entiendo… Si 18 es menos que 15, es decir, si han sacado peor resultado ¿cómo puede decir que han ganado?

- Hemos ganado.

- Pero….

- Las elecciones municipales a veces tienen otros resultados y otras lecturas (sic). 

O el corazón tiene razones que la Razón desconoce, o mejor: yo ya sé lo que me digo, que todo bien, pero que no sé explicarlo (y en castellano ¡nada menos!) y que ahora mismo no toca que te diga que contamos con los votos de la Colau, que con esos sumamos 25 y la mayoría absoluta son 21. O sea: que ha ganado el independentismo. 

Nueva rueda de prensa. Crepitar de flashes y bla, bla.

De nuevo la audaz periodista.

- ¿Qué quieren decir con lo de que van a dar una “respuesta de país” a la eventual investidura de Ada Colau como alcaldesa?

(¿Quieres una respuesta de país, periodista impertinente,  que te atreves a preguntarme en castellano y encima pretendes que te conteste? Ahí la tienes).

- En el turno de las preguntas en castellano, lo que se hace habitualmente en esta sala es explicar y repetir lo que se ha preguntado en catalán (…). Limítense a todo lo que se ha preguntado en catalán y, en todo caso, si quieren hacer otro tipo de cuestiones, las haces primero en catalán y las repetimos después en castellano.  

No hay respuesta a la pregunta formulada. 

La periodista no lo entiende, usted no lo entiende, yo no lo entiendo. Pero es la lógica de la república imaginaria con capital en Waterloo, en la que 15 es más que 18, las ruedas de prensa de la portavoz de un gobierno autonómico de España tienen un turno para cada una de las lenguas cooficiales y el de la lengua del Estado se utiliza sólo para traducir las respuestas que se han dado previamente en catalán, no para responder preguntas en español.

Y eso en un “país” en el que -según esa lógica- no se puede ejercer el derecho al voto y se persigue -y se encarcela- a la gente por sus ideas, pero en el que, por extraño que parezca, están gobernando los que las defienden y se veta a quienes no las comparten. Todo muy coherente.

Por eso Meritxell Budó no se inmuta. Si acaso abre mucho los ojos sorprendida por las reacciones de los periodistas, por el descuadre entre los códigos de su realidad paralela y la eventualidad de que exista otra distinta. De que quepa la remota posibilidad de que haya otro punto de vista diferente al delirio que comparte con Puigdemont y el resto de  los fugados (exiliados), los que les calientan las sillas, los presos  preventivos y toda esa población fundida en amarillo. 

Porque seguramente en La Garriga -de donde fue alcaldesa hasta antes de ayer y donde llevan encadenando gobiernos nacionalistas desde 1987- esté tan normalizada la uniformidad ideológica que sea posible vivir a todos horas la ensoñación independentista. Pero La Garriga -“la butifarra como referente de país”- no es más que una pequeña parte de Cataluña, y aunque haya muchos municipios pequeños en los que pueda pintarse todo de amarillo, lo que queda de la Cataluña moderna y plural, también existe y hasta piensa diferente. 

Y es tan lábil esa ensoñación que, por ejemplo, en su alegato final, el abogado de Joaquim Forn (supongo que con el permiso de su cliente) sustentó su defensa en la no existencia de la República catalana -una broma, vaya- y redujo la Declaración Unilateral de Independencia a un papelito elaborado por unos particulares, “en un local -que no lugar- ignoto”.

Así que es posible que cuando Meritxell despierte-y con ella todos los que se han creído que lo de Puigdemont iba en serio-, no sólo será el dinosaurio del Estado el que siga ahí, sino lo que es peor: la realidad.