Cómo saltaba Lola Delgado, cómo relucía Carmen Calvo con su feminismo excluyente, cómo saltaba y saltaba la primera dama, Begoña Gómez, un día que se tomó de huelga en sus asuntos africanos y así la sociedad se lo agradecerá. 

Cómo relucían las calles de Madrid con Sánchez ausente, qué socialistas sus juventudes increpando a las vestales de Cs, que fueron valientes y leales frente al pelotón de hostigamiento.

El 8-M se reveló histórico, sí. Pero el tiro de cámara no se nos fue a las amplias amplitudes de morado y en tarde primaveral, se nos quedó en un plano fijo de las ministras en funciones dando saltitos, en representación institucional y en feministas así, como de toda la vida.

Si yo fuera Madueño haría una exégesis de la foto de Lola Delgado, Marlaska, Begoña Gómez, el ausente, Celaá, Lastra, Calvo y Valerio y una rubia con gafas que consta que aprendió el mecanismo del megáfono. Lo titularía, El Paseíllo de Madueño, como La Ministerial guiando al pueblo, claro que sin destete y notificando los colmillos de la vicepresidenta Calvo en el día feliz de su romería.

Ahí andaban encabezando la manifa, como unas jinetes del Apocalipsis o una metáfora de lo que es y ha sido su Gobierno: una pancarta y una pasarela para que Begoña Gómez nos demuestre su compromiso intachable con la mujer del Sahel, que se quedó sin leche para sus hijos.

La foto es histórica como histórico fue el día: ahí Celaá vigilante de su bolso, y Lastra con su eterna vaquera de entretiempo culpándonos de algo vago a esa mitad de la Humanidad a la que nos cuelga un trozo de músculo y epitelio entre muslo y muslo. Y más atrás Lola Delgado, la del "éxito garantizado" de la información vaginal.

Y Marlaska, que sonreía en tan feliz compañía. Ni Celaá metió la pata hasta el corvejón ni conocimos el pensamiento político de nuestra Jackie Kennedy de Bilbao, tan rubia y tan alta, y que por altura y representación se gustó en el foco y en la pose. Las ministras clamaban contra el "feminismo liberal" de Rivera en una coplilla de rima fácil. Y Begoña se desbocó, como era menester. Madrid era una fiesta, hermana.

Claro que no estuvo el ausente, Sánchez, enfrascado en esa cuadratura del círculo de su resistencia; en el capítulo segundo trata de cómo pasarse por el forro a la LOREG y a la militancia. 

Pero que nadie les niegue una manifestación a las ministras de la laca y a la ministra de la cloaca, Dios nos ampare. El Gobierno más feminista tenía que figurar con el macho alfa escondido en un ejercicio supremo de vanredondismo. A Ábalos lo mandaron a Cádiz, según contó en brillantes cuartetas Manuel López Sampalo.

La cosa es que Sánchez no andaba para feminismos, sino alineando cuneros y paracaidistas por las circunscripciones de esta España nuestra.

España digiere el 8-M con más muertas. El feminismo de las chirimías ahora da paso a los viernes sociales, a Sánchez autoproclamado centinela socialdemócrata de Occidente, a un Gobierno en funciones y a un marzo que mayea. La nada se hace lunes, y así se construye la Historia.