Mi amigo F. es una buena persona. Mi amigo F. es un hombre inteligente, íntegro y trabajador, que ayer por la tarde se pasó horas -¡horas!– tuiteando desaforadamente para convencer a sus escasos seguidores de que la concentración de la mañana había sido un fracaso. Daba cosita ver a un hombre hecho y derecho, con su carrera profesional asentada y sus cincuenta años cumplidos, comparando la muchedumbre de Colón con la que había en el Orgullo Gay, o asegurando que con la parroquia que se desparramaba por calles adyacentes no se llenaba un estadio de fútbol.

Mi amigo F. es un sanchista ferviente, y como él había ayer centenares de tuiteros intentando menoscabar la convocatoria de PP y Ciudadanos con tan furibunda pasión que llegué a preguntarme si la cosa había salido aún mejor de lo que pensábamos los que allí estuvimos. Especialmente tierno resultaba el tuit de James Rhodes que desprestigiaba así el evento: “Mucha gente con banderas en el metro hoy camino de la manifestación. 90% blancos, mayores de 55 años y aparentemente ricos”. Toma castaña, blancos y viejos.

También había mensajes amenazantes para los miembros de la comunidad LGTBI que habían acudido con banderas del arco iris. Pero no los emitían homófobos peligrosos sino tuiteros muy progres que les ofrecían porrazos  (“Como te vea en el Orgullo te saco a patadas” “Maricón de derechas, suerte que la soga no discrimina”) por juntarse con según qué gente. Porque, ojo, para los hooligans de lo que queda del PSOE si ibas a Colón no podías ser feminista, pensionista, bisexual, pobre, joven, parado de larga duración, divorciado o ateo: allí sólo estaban los ricachones viejos (y blancos, que quede claro) que se encontró Rhodes en el metro.

Mientras, Tezanos decía que lo de Colón era “un conato de motín”. Alguno puede pensar que el responsable del CIS no debería dedicarse a la propaganda, pero cobrando lo que cobra y para la birria de encuestas que hace (véase el acierto de Andalucía), no me extraña que se le exijan horas extras para contribuir a la intoxicación para la que Ferraz había tocado a rebato.

Sorprende el empeño por disfrazar la realidad: la concentración de Colón funcionó, y si alguien se cree la cifra de asistentes de la Delegación del Gobierno no tiene más que ver los vídeos que circulan por la red. Por si fuera poco, estuvo presidida por la tranquilidad y la moderación. Ni un grito extemporáneo, ni una bandera del pollo. Al acabar, disolución pacífica sin ningún desmadre. La gente se fue a su casa con la bandera de España al hombro, o a tomar el aperitivo, o a comer con los suegros. Y entiendo que eso sea desconcertante para los que acaban estos saraos quemando contenedores o subiéndose a dar alaridos en el buga de la Guardia Civil que previamente han reventado a pedradas.