El juicio está ya aquí. Cuando España se enfrenta con su Historia y por Madrid hay avecillas de primavera. Por medio, los melifluos, los relatores, las rodillas de Sánchez en carne viva y el Estado hecho unos zorros. Por medio, también, una kale borroka alentada desde un megáfono, un coche roto de la Guardia Civil. Y Lledoners con sus dietas y sus privilegios, y esa prostitución del propio concepto del diálogo. Sànchez y Cuixart y otros pájaros de guardar.

Se juzgará cómo se quiso alterar la Constitución con premeditación, alevosía y cosas peores. Y en la bravata hubo violencia y noches de las esteladas largas. Yo no sé que habrán contado a los corresponsales foráneos, cebados a cargo de la Generalitat; esos corresponsales que se pirran por el tópico de los cuatro tiros y por revivir Yugoslavia a un señor de Nueva Inglaterra y bajo el sol español. Pero el juicio del procés es mucho más; la Justicia española se examina de los ataques indepes, directos o taimados de dentro y de fuera. El argumentario es el del lazo más grande y de que toda toga es, por el hecho de serlo, fascista.

Y lo peor será que a España le faltará músculo retórico para contarle al mundo que la agredida fue ella: que una amalgama transversal de golpistas violentaron la Ley y se dijeron libertadores; acaso los maleteros y Suiza demostraron que estos libertadores tenían jindama y una querencia irrefrenable por salvar el culo. 

En lo que dure el juicio veremos metáforas mal hiladas, los ripios de Llach, indepes vociferando en Madrid y a los CDR encabronados. Allí se malversó, sí, se alentó a la algarada y se sigue haciendo. 

Hasta antes del 9-N, Cataluña nos daba sus pactos, su comercial de textiles, su diseñadora gráfica y su directivo bien peinado del Barça. Después del 9-N, Cataluña implosionó al calor de cuatro quimeras anacrónicas, imposibles y estúpidas.

Hay, sin embargo, pensadores que le arriendan la ganancia al victimismo indepe en las vísperas del juicio. En Lledoners han dormido sus horas y han encontrado la paz del golpista, el reposo del guerrero y tal. 

En el juzgado 13 de Barcelona se juzgará la pantomima de las urnas y esa cosa tontiloca que nos quisieron dar por democracia representativa ese domingo de octubre. Pero lo fuerte es lo que dirime el Supremo, sí, la rebelión de las camisas pardas azuzadas por el megáfono anteriormente citado. La perversión de la legalidad, la proclamación de una realidad tramposa: una república que no llegó por los pelos y en forma de golpe de Estado con paradiña. 

El juicio será largo. Convendría que España, la Constitución, fueran algo más que una entidad jurídica. Rajoy nos dejó sin relato y Sánchez les regaló al relator: al mal, al separatismo y a sus perros.