Según Jonathan Haidt, un imprescindible, muchos de los jóvenes que han accedido a la universidad en los últimos cinco años son seres “frágiles, hipersusceptibles y maniqueos” que “no están preparados para encarar la vida” y que “van de cabeza al fracaso”. Lo entrecomillado viene en una reciente entrevista de Cayetana Álvarez de Toledo para El Mundo, y resume bien una tragedia contemporánea.

Huye, joven, si estás a tiempo, de los docentes dispuestos a incapacitarte para disfrutar de una parte sustancial de la cultura. La parte que no cabe en su estrechez de miras, la que contradice sus prejuicios, la que contraviene su agenda política. Parece que en Estados Unidos se les hace ya imposible leer Lolita, o Las aventuras de Huckleberry Finn. NewSouth Books editó la novela de Mark Twain modificada hace siete años porque muchos escolares no soportaban una palabra que aparece más de doscientas veces. De atender a la cronología de Haidt, se trata de los actuales universitarios hipersusceptibles.

Aquí, una concursante televisiva creía poder alterar la letra de una canción de Mecano porque, también, una palabra le parecía ofensiva. ¿Cuántas otras cosas ofenderán en el futuro a las generaciones que vienen sin anticuerpos culturales? Huye, joven, repito. Huye hacia dentro, ensancha tu acervo, descree de tus mentores, o pronto renunciarás a un tesoro.

Un buen día no soportarás la historia en que el rey de Tebas abandonó a su hijo en el monte, o lo arrojó al mar en un arca, porque el destino llevó a ese niño a casarse con su madre. Y luego te perderás a Freud, una cumbre de la literatura fantástica. O te ofenderá que Zeus justificara de forma convincente su infidelidad a Hera acudiendo al argumento indiscutible de que esta, por ser mujer, gozaba mucho más que él. Y ya puestos con el dios de dioses, igual te escandaliza que se convirtiera en cisne y fornicara con Leda, y que ella pusiera luego huevos. La insistencia con que pintores y escultores de todas las épocas han reproducido y eternizado esta fábula de zoofilia sugiere una belleza esencial e inexplicable que quedará fuera de tu alcance.

En cuanto a Francisco de Quevedo y los infinitos placeres que depara, olvídate. En su Desengaño de las mujeres se pone un poco insistente. Cierra los ojos. “Puto es el hombre que de putas fía, / y puto el que sus gustos apetece; / puto es el estipendio que se ofrece / en pago de su puta compañía.” Ya puedes abrirlos. Huye.