En España trabajan 6156 estibadores. 1897 de ellos en el puerto de Algeciras. Es decir el 31%. De esos 1897 estibadores del puerto de Algeciras, 1897 son hombres y 0 son mujeres. Es decir el 0%. Al nepotismo y al enchufismo en el sector los sindicatos lo llaman “derechos adquiridos gracias a años de lucha”. Me pregunto cuántos años de lucha les habrá llevado conseguir que en el puerto de Algeciras no trabaje una sola mujer. Está visto que lo de manejar una grúa del puerto es algo bastante más intrincado, peligroso e intrínsecamente masculino que pilotar un caza de combate F-16, algo que las mujeres llevan haciendo desde hace bastantes años. 
En realidad, la prensa miente. Los estibadores de Algeciras no enchufan a sus hijos, a sus hermanos y a sus cuñados (todos ellos de sexo masculino). Lo que ocurre más bien es que “tienen voz en la contratación para evitar la imposición empresarial”. Parece obvio que para ellos el derecho al trabajo de las mujeres no entra dentro de la categoría de los “derechos adquiridos” sino en la de las “imposiciones empresariales”. 
También tenía “voz en la contratación” María Luisa Díaz, la supervisora de limpieza de la Universidad de Sevilla que enchufó a 22 personas, entre ellas hijas, hermanos, sobrinas, una hermana de un cuñado, una prima del yerno, la exnuera de una hermana y hasta a una vecina. Si los obreros españoles retroceden un poco más en el tiempo igual acaban reivindicando el derecho de pernada, que también era un “derecho adquirido” allá por su época. 
En realidad, el sector de los estibadores no tiene nada de especial. Es uno más de los mullidos microclimas de privilegios y falta de competitividad que los sectores más ineficientes de la economía española llevan cebando desde hace décadas. Si no fuera por la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que obliga a España a poner orden en el sector a golpe de multa estratosférica (que por cierto pagamos el resto de los españoles que no tenemos familiares trabajando en la estiba) los españoles ni nos habríamos enterado del lastre que llevamos en todo lo alto. Uno se acaba preguntando cuántos microclimas más como este anda protegiendo y ocultando el Gobierno español en sectores estratégicos de la economía española. Huelga decir que un puerto, por más privatizado que esté, no tiene el mismo impacto en la competitividad de un país que una verdulería.
Lo sorprendente, en cualquier caso, es lo rápido que ha salido un determinado sector de la izquierda española a defender a los estibadores. Leído lo leído, parece que les molesta más el hecho de que una naviera china sea libre de contratar a sus propios estibadores que el hecho de que en el puerto de Algeciras no trabaje ni una sola mujer. Es algo que no suele fallar: el rencor de clase suele ser mucho más poderoso en la izquierda española que causas para ellos obviamente secundarias como la igualdad de derechos de hombres y mujeres.  
Sorprende también que hayan sido las propias mujeres de los estibadores de Algeciras las que se hayan encargado de amenazar a Raquel Saavedra, la líder del grupo de 300 mujeres que piden libertad de contratación en el puerto, acusándola (y esto no deja de resultar irónico) de puta y de acostarse con los miembros del comité de empresa. Hay que ver qué rápido se le ha puesto cara de Donald Trump a la lucha obrera de este país. 
Decía José Calvo Sotelo que prefería una España roja que rota porque lo primero sería transitorio y lo segundo, definitivo. Para la izquierda española, antes machirula que liberal.