En los próximos meses, seguramente en torno a marzo, veremos la salida a bolsa de una compañía tecnológica que, en su corta historia, ha conseguido callar a los que la calificaban como una frivolidad sobrevalorada: Snapchat. La conocida app de los mensajes efímeros se ha rebautizado como Snap, es además dueña de una compañía de hardware que comercializa unas curiosas gafas con cámara de vídeo que permiten compartir lo que el usuario ve, y podría obtener una valoración entre los 20,000 y los 25,000 millones.

La cara más visible de la compañía es uno de sus cofundadores, Evan Spiegel: un joven de veintiséis años con una fortuna calculada en 2,100 millones. En noviembre de 2013, cuando rechazó una oferta de adquisición de Facebook de 3,000 millones de dólares, muchos pensaron que estaba completamente loco: en aquel momento, la compañía tenía buenos inversores, pero no tenía modelo de negocio. No ingresaba nada, solo gastaba, y tenía cierta reputación de problemática, de ser utilizada para cuestiones como el sexting o el bullying

Desde esa base, Spiegel ha conseguido una reputación en la que destaca una cosa: la capacidad de ejecución. Facebook ha intentado ya de manera desesperada en varias ocasiones copiar a Snapchat, y solo ha obtenido un éxito moderado con Instagram Video. Hacer una app de mensajes que se autodestruyen a los pocos segundos es relativamente trivial, pero convertir esa app de mensajería efímera, en tres años, en lo que es hoy, es otra cuestión. Snapchat, a día de hoy es una completa app de mensajería con una popularidad arrasadora entre los jóvenes, que lentamente va conquistando públicos más adultos, y que permite, además, leer noticias de un selecto grupo de publicaciones (las dispuestas a pagar mucho dinero por acceder al esquivo público adolescente), enviar y recibir dinero, almacenar recuerdos, y que tiene un muy lucrativo negocio publicitario que cerrará 2016 con unos 350 millones de facturación, y espera llegar a mil millones en 2017

Evan Spiegel está muy alejado del estereotipo de geek: rico desde pequeño, polémico por sus desparrames juveniles, con querencia por las fiestas, con estilo y con infinidad de romances con mujeres impresionantes -incluida Taylor Swift- hasta prometerse con la supermodelo australiana Miranda Kerr. Abandonó Stanford a falta de pocas asignaturas para graduarse, y no programa. Pero hoy, Snapchat tiene una popularidad enorme y es la clave para acceder a todo un segmento demográfico. La clave no siempre está en las ideas brillantísimas. A veces, es cuestión de ejecución.