Contaba Rajoy que, dentro de aquel helicóptero, a punto de estrellarse, pensaba: "¿Qué hago yo metido aquí dentro?". No del helicóptero, claro, sino de la política.
Esa frase la deduzco a veces, los miércoles desde la tribuna, cuando miro al padre Feijóo. "¿Qué hago yo aquí haciéndole oposición a este tío? ¡Si es imposible! Le da igual lo que le diga".
Si no fuera por Eva y el pequeño Alberto, el padre Feijóo, que suele ironizar definiéndose como "un laico de vida consagrada", se encerraría un tiempo en el monasterio de Samos, como ya hizo una vez. A pensar, a digerir el sanchismo.
Pero a veces ocurre. A veces, una frase se cuela en la conciencia de Sánchez y le propina un golpe bajo esa coraza armada de mil y un "cambios de opinión".
Ocurrió este miércoles en la sesión de control. Había empezado mal Feijóo, con un error habitual en él, metiendo un sinfín de temas en los tres minutos que da el crono.
Sánchez se levantó y, sin papeles, embadurnó su respuesta acerca de los problemas de España en los crímenes de guerra de Netanyahu.
A Feijóo, es cierto, se le puede hacer larga la legislatura si Ayuso y Aznar siguen poniendo paños calientes a la masacre del gobierno de Israel. Del mismo modo que el tiempo jugará a favor del PP con cada informe de la UCO, el tiempo jugará en contra del PP con cada foto de un niño asesinado y la consecuente disculpa a Netanyahu de Ayuso y Aznar.
Por eso, Sánchez no esperaba lo que hizo Feijóo. No esperaba que, como Camarón, se partiera la camisa y, en contra de lo que suele ser frecuente con los asuntos polarizantes de la derecha, arrojara al Parlamento su opinión. Sin mirar a los lados, sin importarle las conspiraciones genovesas. Lo de Gaza es una barbaridad. Hay que parar ya. Lo dijo.
Fue ahí, en ese instante, cuando a Sánchez se le cambió la cara. No previó que Feijóo entrara en ese terreno aparentemente minado. Además, el santo padre de Samos terminó con un directo a la mandíbula: "Todo el mundo sabe que usted, con tal de seguir en el poder, pactaría hasta con Netanyahu".
Sánchez movió la mandíbula, como tratando de recolocársela. El gesto fue revelador y puede encontrarse en la Moviola del Congreso. De hecho, en la contrarréplica, esquivó su propia consigna y no tocó el tema de Gaza. No supo qué decir.
Al padre Feijóo –ya tiene una trayectoria en Madrid lo suficientemente amplia como para que esto pueda concluirse–, le pasa igual que a Suárez. Su distancia corta es mucho mayor que su larga distancia.
A Suárez le dolían –literalmente– los dientes cuando había que debatir. No quiso intervenir en la moción de censura que le presentó Felipe.
Fuera de la cámara, del discurso leído, sufría. Luego lo arreglaba todo con un poderosísimo encanto que sus ministros me han llegado a definir como "de brujería".
Feijóo quizá no sufra tanto, pero sí le carcome el mismo mal. Porque, cuando se te planta delante, tras la sesión parlamentaria, y te explica lo que verdaderamente piensa, suena mil veces más convincente que en el escaño.
El miércoles, sabía que había golpeado a Sánchez y se le notaba contento en la charla que mantuvo con su equipo a la salida del Hemiciclo. Ironizaba con incredulidad fingida sobre el oportunismo de Sánchez con Gaza.
El presidente promete medidas de embargo y no es capaz de aprobarlas. Alienta el sabotaje a la Vuelta a España, pero no ha decidido si debemos participar en las grandes competiciones deportivas europeas. Quiere cancelar al equipo ciclista Premier Tech, pero en La Liga juega el Atleti, propiedad en casi un tercio de un empresario israelí. ¡Ahora la Fiscalía quiere que España investigue los crímenes de Netanyahu en Gaza! ¡España!
Un poco escondido, haciéndome el encontradizo, escuchaba a Feijóo y pensaba: "¿Por qué no lo dice así en la tribuna? ¿Por qué los argumentos no son estos? ¿Cuál es el origen de esa metamorfosis que lo lastra cuando se activa el micrófono?".
A lo largo de la semana, fue quedando patente que Gaza es un debate que enerva al PP por dos razones: el cisma que ha producido entre la dirección y el binomio Ayuso-Aznar; y porque cada portada de Gaza es una portada menos sobre el desgobierno de España.
En estos días, la maquinaria genovesa, mucho más débil que la monclovita por una cuestión de presupuesto, trabaja sin éxito para corregir esa corriente. Imbuidos en la ansiedad por la toma del poder típica de la oposición, no comprenden que, en esta ocasión, no se trata –solo– de una cortina de humo, sino de un criterio periodístico acertado.
Cuando este periódico encabeza su portada con una nueva masacre de Netanyahu en Gaza, lo hace porque, analizados los tradicionales criterios de relevancia, novedad y proximidad, la dirección concluye que no hay nada más importante en ese momento.
Es así. Por grave que sea la corrupción, siempre lo será más una masacre de civiles. Aquí y en cualquier país europeo. De ahí que Gaza lo engulla todo.
En el PP, esto genera nerviosismo. Cada día que pasa con el foco puesto en Palestina... es un día menos con el foco puesto en el tardosanchismo. Y, además, cuando el foco está puesto en Gaza, aparece la huida hacia delante, de la mano de Netanyahu, de Ayuso y Aznar.
Ayuso habla entonces de mera operación antiterrorista. Para más inri, en un paralelismo histórico sólo al alcance de los de Sánchez con el Tercer Reich, compara la revuelta de la Vuelta... ¡con Sarajevo! Dijo que Madrid pareció Sarajevo.
En Bosnia, en Srebrenica, a hora y media de Sarajevo, los serbios cometieron un genocidio contra los musulmanes bosniacos. Con la sociedad europea escandalizada, pero con los políticos europeos mirando –tibios– hacia otro lado. Hay párrafos reveladores sobre esto en Territorio Comanche, de Pérez-Reverte.
"Nosotros no estamos incómodos en la pinza. No lo estamos", me decían varios colaboradores de Feijóo en relación al emparedamiento en el que ha acabado su líder. Emparedado entre Sánchez y Aznar-Ayuso.
La diferencia de esta pinza es que tiene un componente fratricida del que carece la tradicional pinza Sánchez-Vox. Por eso es mucho más difícil de gestionar. Con cada barbaridad de Netanyahu, más escandalizará la posición de Ayuso y Aznar.
Y, por el momento, Feijóo no va a intentar domar a Ayuso en un tema que parece haberse convertido en capital para ella. "No le vamos a decir a Isabel lo que tiene que decir ni pensar", me referían algunos miembros del núcleo duro de Génova esta semana.
Detrás de esa frase, está el síndrome del estrés postraumático, el recuerdo de que Ayuso, llegado el momento, puede matar al líder del partido si el líder del partido la importuna. A Aznar, Feijóo tampoco tratará de reconvenirlo, aunque la relación es distinta.
En su última comparecencia juntos, este viernes, Aznar matizó algo, aunque sea unos centímetros, su discurso en pro del gobierno israelí. Y añadió una frase que permitía a Feijóo estar más cómodo. Decía "conmoverse" del sufrimiento de los gazatíes.
Parece cumplirse la eterna profecía del PP en el sanchismo: cuando el presidente va a caer, el PP se las arregla él solo para darle un balón de oxígeno.
Además, la posición de Gaza, de por sí difícil de gestionar internamente, debe dirimirse en un ambiente mediático de extrema dificultad para Génova.
Sánchez tiene todo el aparato mediático de izquierdas a favor. Pero Feijóo, con esa gran maquinaria en contra, debe elegir siempre entre evitar la crítica de "Pedro J., Alsina y El Confidencial" o evitar la de "Inda, Federico y compañía".
Los ejemplos no son míos, sino de distintos estrategas del PP.
La tesis de Feijóo sobre Gaza, que podría definirse como centrista en el mejor de los sentidos, es difícil de argumentar en esta España de hoy. No es que Feijóo tenga que cambiar de posición, sino adaptarla con más eficacia al populismo teatralizado. Decir lo mismo de otra manera. Por qué no: ser en público igual de irónico y divertido que es en privado.
Los matices
Claro que Israel es el último bastión occidental en el infierno. Claro que, si Israel cayera ante el terrorismo musulmán radical, nuestro modelo afrontaría una crisis sin precedentes.
Pero el debate no es ese. El debate es: ¿qué precio estamos dispuestos a pagar con tal de derrotar a Hamás? ¿Se imaginan que, con tal de derrotar a ETA, se hubiera asumido la matanza de miles de mujeres y niños vascos?
A nadie se le escapa que los terroristas de Hamás están cómodos utilizando como escudos humanos a esas mujeres y esos niños, pero el combate de los terroristas no puede –no debería– llevar a una supuesta democracia liberal a arrasar con toda una población.
En Gaza, viven –o vivían– dos millones de personas. Hamás, según el consenso de las fuentes de inteligencia, contaba antes de la ofensiva de Netanyahu con 30.000 combatientes.
Se puede ser palestino sin ser terrorista de Hamás. ¡Hay muchos más palestinos que terroristas de Hamás! Igual que se puede ser israelí sin estar a favor de Netanhayu. Ojalá haya más israelíes en contra de Netanyahu que a favor en las próximas elecciones.
El Gobierno no quiere estos matices. Armado del artificio habitual, ha convertido el término "genocidio" en el hacha con la que cortar una vez más la cabeza del consenso entre la izquierda y la derecha.
Analicemos los últimos discursos de Sánchez y Feijóo sobre Gaza aparcando el uso de la palabra "genocidio". Los dos dicen que lo de Netanyahu es una barbaridad, los dos exigen a Hamás la liberación de los rehenes israelíes, los dos condenan cualquier forma de terrorismo.
Pero Sánchez ha encontrado en Gaza El Dorado. Piensa que tiene una oportunidad si consigue dibujar al PP como un partido que disculpa los crímenes de guerra y la violación de los derechos humanos. "No creemos que lo de Israel sea un vector de voto", dicen en Génova.
Algunos dudan. Imaginemos cómo sería una campaña hoy. Qué haría Moncloa.
Es muy difícil para el padre Feijóo salir de esa cárcel de radio, papel y televisión en la que intenta encerrarlo Sánchez con declaraciones y opiniones que no son suyas.
Le ocurre a Feijóo ahora con Netanyahu lo que ya le ha ocurrido antes con Trump, Abascal, Bolsonaro... Son los nombres que va escogiendo el presidente, lastrado por una razón elemental: Feijóo no da miedo y la ultraderecha tiene que dar miedo.
¡Cómo va a dar miedo el monje de Samos! ¡El laico de vida consagrada! ¡El tecnócrata!
El pasado miércoles, Feijóo acertó por primera vez sobre Gaza. Rompió el muro de Sánchez con la contundencia de su posición. ¿Y si volviera a percutir de la misma manera pero subiendo la apuesta?
Albert Rivera fracasó con Sánchez porque no fue capaz de presentarse en Moncloa con un programa de medidas liberales para desenmascarar el proyecto del presidente: que no quería nada de acuerdos por el centro, sino el populismo de coqueteo con el nacionalismo.
Pero Rivera no lo hizo, volvimos a votar y Ciudadanos se hundió.
¿Y si Feijóo llama a Sánchez y le propone una reunión en Moncloa para analizar lo que pasa en Gaza y marcar una posición común? ¿No mantienen ya esa posición populares y socialistas en Europa? ¿No están de acuerdo en que, sin extraviar firmeza contra Hamás, Netanyahu debe parar?
¿Cómo podría negarse Sánchez a una reunión así? ¿No quedaría visibilizada con total nitidez la utilización que hace Sánchez de Palestina?
Le pregunté a uno de los oráculos de Feijóo. Me dijo: "Si Sánchez llama y propone eso, estamos en Moncloa en lo que tarda en llegar el taxi".
¿Y vosotros? ¿Por qué no lo proponéis vosotros? Sería el segundo paso más coherente tras el alegato del miércoles en el Congreso.
Si fuera Sánchez el que tuviera que tomar esa decisión, se atrevería.
