Estaba pasando por el control de seguridad en el aeropuerto de Heathrow y me di cuenta de que necesitaba abrir mi bolso para sacar los líquidos.
“Lo siento, necesito abrir esto”, le dije al hombre detrás de mí. Fue amable al respecto y, mientras movía su bolso, refunfuñé: “No sé cómo esperan que las mujeres viajen con una bolsita tan diminuta para los líquidos”.
Él se rió y respondió: “Nadie entiende a las mujeres”.
¿Perdón, qué?
Me volví hacia él sonriendo (siempre sonriendo): “Nosotras las mujeres nos entendemos perfectamente entre nosotras, los que no siempre nos entienden son los hombres”.
Con un “ah, claro” y una risita pareció reconocer lo absurdo de lo que había dicho.
Muchos deslices lingüísticos que salen sin pensar demasiado nos dan una rara visión de cómo piensan realmente los demás. Probablemente este fuera un buen hombre, sin duda ama a su madre, o a su hermana, a su esposa y a su hija, pero no dijo que los hombres no entienden a las mujeres. Dijo que nadie las entiende, dando a entender que los hombres son "todo".
Al hacerlo, básicamente dijo que "las personas" son hombres.
Tal vez estoy siendo demasiado dura. Quizá lo que quiso decir es que tanto hombres como mujeres no entienden a las mujeres. ¿Tú crees eso? Por supuesto que no.
Sin embargo, sí creo que este hombre puede ser una buena persona y, al mismo tiempo, olvidar que las mujeres son personas.
Manifestación de colectivos transgénero.
Esto importa porque los hombres han ostentado la gran mayoría del poder (político, económico y de todo tipo) desde… bueno… desde siempre. Una de las formas en que han logrado hacerlo a lo largo de los siglos es “otranizando” a las mujeres. Viéndolas como el sexo débil, más emocional, inocente, maternal, moralmente superior.
Estas narrativas están profundamente arraigadas en nuestra psique colectiva.
Pero la “otranización” no se detiene con las mujeres. A menudo, los hombres agrupan a otros grupos vulnerables junto con nosotras.
Por ejemplo, siempre que estalla un conflicto, periodistas bienintencionados lamentan la violencia ejercida contra 'mujeresyniñosinocentes' (se usa tanto que ya parece una sola palabra). Agruparnos con los niños, como si todas fuéramos dulces madres amorosas, no sólo infantiliza a las mujeres, sino que ignora a las muchas mujeres líderes, soldados e incluso terroristas.
Quiero dejar claro que me importan profundamente la dignidad y el bienestar de mis hermanas y hermanos trans. Son una parte vulnerable de la población que ha sido objeto de una deshumanizante discriminación.
Sin embargo, agruparnos a todas, tanto mujeres trans como mujeres biológicas, no beneficia a ninguna, ya sea a los ojos de la ley o en la vida cotidiana.
Las activistas feministas a menudo se han aliado con la comunidad trans, la comunidad gay, la comunidad negra y más allá. Esto tiene sentido no sólo porque todas hemos sido discriminadas, sino también porque las mujeres son parte de estas comunidades basadas en la identidad, que incluyen tanto identidades con las que nacemos como identidades que elegimos.
Esto es lo que significa el término interseccionalidad: que estas identidades entrecruzadas merecen dignidad y respeto. Además, las alianzas que construimos entre quienes somos vulnerables son fundamentales para lograr el poder que merecemos mediante la acción colectiva.
Sin embargo, ser aliadas no significa que seamos iguales. Demasiados gobiernos bien intencionados han intentado resolver este complicado asunto metiéndonos a todas en el mismo saco.
La administración de Obama desató lo que se ha convertido en una guerra cultural a gran escala en Estados Unidos al ampliar el Título IX, la ley federal de derechos civiles que prohíbe la discriminación por sexo en escuelas, colegios y universidades.
Esta ley, aprobada originalmente en 1972, es más conocida por establecer la igualdad de género en los deportes.
En 2016, la administración Obama anunció: “Los estudiantes transgénero están protegidos por el Título IX, y las escuelas deben tratar a los estudiantes de acuerdo con su identidad de género, incluyendo el acceso a baños, vestuarios y participación en actividades”.
Manifestación de colectivos transgénero.
A simple vista, para quienes se preocupan por las personas trans, esto parece el camino correcto. Pero fue una medida torpe, especialmente en lo que respecta al deporte. Decidir si niñas y niños trans (o mujeres y hombres trans) pueden competir en deportes según su identidad de género es un asunto sumamente complejo y conflictivo. La investigación científica aún no tiene suficientes respuestas para tomar decisiones sólidas al respecto, especialmente en el ámbito deportivo de élite.
La política partidista y el discurso político no están hechos para lidiar con la complejidad. Tanto los medios tradicionales como las redes sociales rinden culto a la “opinión caliente”.
La campaña de Trump, bien consciente de que la política es un reflejo de la cultura, aprovechó esto y dejó perplejos a los demócratas al seleccionar casos de mujeres trans “invadiendo” los deportes femeninos y dominando, incluso perjudicando, a mujeres biológicas. Su campaña atacó a Kamala Harris con un video en el que ella decía “toda persona transgénero en el sistema penitenciario tendría acceso”.
Trump logró retratar a Harris como una extremista en el tema de los derechos trans, y Harris apenas contraatacó. ¿Por qué? Porque cualquier intento de ofrecer una perspectiva matizada sobre este asunto es recibido con acusaciones de transfobia. Que se lo pregunten a J. K. Rowling.
Así es como la izquierda se dispara en el pie.
La semana pasada, el Tribunal Supremo del Reino Unido nos mostró que es posible aportar claridad a esta compleja cuestión. Dictaminó que “el concepto de sexo es binario, una persona es mujer o es hombre”.
Al mismo tiempo, el tribunal se cuidó de subrayar que esto se refiere al sexo biológico y que el fallo sólo se aplica a la interpretación de la ley contra la discriminación del país, la Ley de Igualdad.
Además, el primer párrafo de la sentencia afirma: “La comunidad trans es históricamente y actualmente una comunidad vulnerable”. Este fallo demuestra que los tribunales y gobiernos pueden tanto separar como proteger los derechos de mujeres y personas trans.
Ambos grupos enfrentan discriminación, aunque no siempre de la misma manera, y ambos merecen protección. Es posible redactar leyes que reconozcan esta realidad. Si realmente nos importan los derechos de las mujeres y de las personas trans, entonces tendremos que rechazar las guerras culturales y aprender a convivir con la complejidad.
