Barcelona

-¡No, no! No me dé la mano.

Arcadi Espada (Barcelona, 1957) saluda y marca la distancia de seguridad. Se coloca al otro lado de la mesa, hundido en un sillón de cuero. Bebe Coca-Cola. Ha distribuido, concienzudamente, una bolsa de patatas en dos platos. “Si quiere coger, ahí están las suyas”.

Su “provecta edad” -desliza mientras se deshace en alabanzas hacia los geles antisépticos- le convierte en “paciente de riesgo”. Por fortuna, teletrabaja. Incluso cuando participa en tertulias radiofónicas. Esta entrevista supone abrir las ventanas al riesgo: “¡Además, con un tío que viene de Madrid, el epicentro de la pandemia!”. 

No quiere que se malinterprete la ironía que le hizo prisionero hace décadas. “Esto es muy serio, debemos tomar precauciones”. Le seduce, en términos de pensamiento, el dilema que encorseta al político: ¿qué resulta más caro? ¿Cerrar una ciudad para frenar el virus a costa de una grave recesión? ¿Mantenerla abierta para evitar esa crisis, pero dar alas al contagio?

Veníamos a hablar de política, aunque el Covid-19 poco ha tardado en engullirla: se ha suspendido la actividad parlamentaria, los partidos han cancelado sus actos, hay varios ministros infectados…

Este escritor y periodista encuentra uno de sus más oscuros placeres en ir a la contra de los grandes consensos. Él lo describe como una consecuencia del “racionalismo” que guía sus opiniones, pero siempre acaba frente a la masa. De ahí su condición de amado/odiado polemista.

Adjetiva con cierta profusión. De manera despiadada cuando se trata del oponente. Le gusta escoger palabras alejadas de la cotidianidad, sin importarle que eso pueda entorpecer la lectura de algunos de sus artículos.

Con la melena de Espada ocurre como con la literatura de Baroja: “Un cuidadoso descuido” la protege de vientos y tormentas. Siempre está ahí. Electrizada, inalterable. A lo largo de esta conversación, se llevará las manos al pelo en varias ocasiones. En su caso, ése es el principal riesgo de contagio. ¿Y en el del resto? “La gente se toca mucho la boca, ¿no cree?”.

Crece la cuarentena.

Tiene algo bueno. La capacidad de decir estupideces se reduce exponencialmente.

No nos hemos dado la mano y, por fortuna, el protocolo no nos obligaba a los dos besos.

Soy un hombre mayor. Desde hace algún tiempo, en las épocas de gripe, llevo un gel antiséptico cuando viajo. A Bush casi lo fusilan un día porque apareció en público armado de uno de esos jabones. Pero, ¿qué iba a hacer? ¡Un tío que está todo el rato dando la mano! Le pusieron a parir.

Me pareció tan simpático que adquirí esa costumbre. Cuando entro a un lavabo público, intento no tocar demasiado. Son cosas obvias, pero parece que los españoles las están descubriendo en los últimos quince minutos. Lo de la mano es mucho más delicado, los besos son más inofensivos. 

¿Lo tiene claro?

Sí. Me refiero a los dos besos de protocolo. Hombre, ahí no suele intercambiarse saliva. Lo de la mano… Ay, lo de la mano. Luego te la llevas a la boca y ya estás contagiado.

Una compañera de Barcelona me ha dicho que este hotel tiene algo de picadero, que viene la gente a intercambiar parejas. No me habrá traído usted al epicentro de la pandemia.

Dile a esa persona que no tiene ni puñetera idea de lo que dice. Ha debido de confundirse de hotel.

¿Tiene miedo al coronavirus?

Siempre tengo miedo a coger la gripe. Mi provecta edad me hace sujeto de riesgo. Tomo las precauciones que deben tomarse en cualquier época de epidemia: una mínima higiene en el trato. Aunque también se puede coger azarosamente. Las cosas que no tienen solución dejan de ser un problema.

¿Ha hecho algún cambio en su rutina?

No he tenido que viajar a ningún sitio peligroso, pero si me hubiese tocado ir a Italia sí que lo hubiera hecho. Los datos no son preocupantes a nivel letal. Hombre, si cierras una ciudad entera, como ha ocurrido en China, es probable que la solución sea más rápida. Es como si acabas de golpe con el tráfico rodado: la cantidad de muertos que se evitarían sería notable. Con esto no llamo a cerrar las ciudades ni a lo contrario. Soy una persona guiada por el método científico. Acataré lo que digan los expertos.

No llamo a cerrar las ciudades ni a lo contrario; acataré lo que digan los expertos

Pero quien cierra una ciudad no es el experto, sino el político.

Sí. El problema es que la ciencia todavía no sabe demasiado -no todo lo que le gustaría- sobre el coronavirus. Estos días me planteo determinadas ecuaciones, que espero también estén en la cabeza de los gobernantes: ¿cuánta gente mata una recesión económica mundial? Si cierras un país, tardas menos en eliminar el virus.

Pero es muy complejo. Creo que el coste de las medidas chinas se cifra en 196.000 millones de dólares. ¿Y qué “enfermedades” trae eso? Los políticos deben conocer ese tipo de datos.

En España, por el momento, se han cerrado colegios, universidades, el Congreso…

Yo sólo puedo evaluar hechos. Ortega Smith ha dado positivo y participó en un acto con miles de personas. No me parece prudente. Es un error. Y ya no digamos lo del 8-M. Irene Montero también está contagiada. ¿Cómo es posible que el Gobierno permitiera esa manifestación y, a las veinticuatro horas, tomara estas medidas que usted menciona? No me parece coherente.

Desconocemos si Montero se infectó durante la marcha. Tampoco sabemos si el número de enfermos por coronavirus en Madrid es superior al de otras ciudades debido a la propia manifestación. Lo que es evidente es que el Gobierno, ya en aquel momento, tenía datos suficientes como para prohibirla. No lo hizo por un sesgo político.

El 8-M, el cónclave de Vox, los partidos de fútbol, los conciertos… Si se hubiese prohibido uno, habría que haber prohibido todos. 

Hombre, en una manifestación de esa naturaleza la gente está más apiñada.

En un partido de fútbol, cuando hay gol… 

Pues sí, es verdad, tiene razón. En cualquier caso, ninguno de esos acontecimientos que usted menciona debió celebrarse.

Usted teletrabaja desde hace muchísimos años, ¿no?

Estoy absolutamente blindado.

Esta entrevista supone para usted un gran riesgo.

¡Y tanto! ¡Además con un tío que viene de Madrid, declarada como zona de alto riesgo!

Permítame el cinismo: ¿ha deseado coger el virus para tener materia de escritura durante, por lo menos, quince días?

No. Tengo muy poca capacidad heroica en ese sentido. Esos periodistas que se disfrazan para hacerse pasar por algo que no son… No pretendo disfrazarme de coronavirus para explicarlo desde dentro. Esas técnicas suelen incurrir en un falseamiento de la realidad.

Seguro que más de un director de periódico se lo desea a sus redactores. ¿Se acuerda de 'Primera Plana'? Aquel jefe que anhela el fracaso del matrimonio de un subordinado para que así entregue su vida al periodismo…

No tengo la menor duda.

Arcadi Espada acaba de reeditar su libro "Contra Catalunya". Silvia P. Cabeza

¿Qué le parece el tratamiento informativo que estamos dando al coronavirus?

No sabemos cómo va a evolucionar, no podemos juzgar si lo que hacemos es o no correcto desde el punto de vista del alarmismo generado. Dicho esto: sí me atrevo a decir, como norma general, algo que define lo que está pasando en el mundo. La civilización digital ha traído algo muy desdichado: la desaparición del formato.

Explíquese.

Era una de las reglas fundamentales de la producción periodística, pero ya sólo se mantiene en el papel: el tamaño del titular, la cantidad de texto, el número de columnas… Esa visión rápida te daba una visión de qué es lo más importante.

Una jerarquía. 

Claro. Ahora nos topamos con textos inacabables, da igual 2.000 que 20.000 palabras. El formato ha desaparecido y era una condición muy importante de nuestra cultura. Es una excelente metáfora de lo que ocurre con el coronavirus: cada día celebramos el partido del siglo. 

Hacemos 'Historia' todos los días. 

Sí, todo es histórico. Da igual un virus que una caída de la Bolsa. Todo es lo más grande del mundo. Hemos perdido las referencias.

Cuando realmente venga el lobo, ya habremos agotado todos los titulares

¿Ve una consecuencia directa entre el tratamiento informativo y el vaciamiento de los supermercados?

Sí. Por ejemplo, ese consejo de lavarnos las manos… No veo que se repita de manera machacona en los medios. Y debería hacerse. Cierran las universidades pero, ¿los jóvenes van a quedarse encerrados en sus habitaciones? Saldrán y se socializarán.

A lo que iba: estoy seguro de que hemos perdido el formato y de que tratamos todas las cosas como si merecieran un titular a cinco columnas. ¿Qué haremos cuando realmente venga el lobo? Habremos agotado todos los titulares.

Una dictadura tiene muchas más facilidades que una democracia para tomar -y hacer cumplir- esas medidas.

El otro día coincidí en el programa de Alsina con el encargado de negocios de la embajada china. El tío se puso a hacer un canto de alabanza a su sistema. Yo le vine a decir algo así como: ¿insinúa que es mejor una dictadura que una democracia?

Para un chino no hay nada peor que decirle que su país es una dictadura. Aunque es posible que, en ese sentido, él tuviera razón. En una dictadura hay cosas mucho más fáciles que en una sociedad abierta. A esto se añade una peculiaridad sociológica de China.

¿Cuál?

Debo decir que no soy experto y que no me interesa demasiado, pero es ampliamente conocida la capacidad de los chinos para acatar medidas controladoras.

Si yo fuera un político pensaría: ¿cuánto cuesta esto? Porque todo en la vida es una relación calidad-precio. Si por contener el virus de una mera muy drástica provocas una recesión mundial que trae enfermedades de todo género, principalmente sociales y psicológicas... Oye, ¡no me estoy posicionando en un sentido ni en otro! ¡Fíjese en mi prudencia! ¡Ni siquiera estoy diciendo que Sánchez lo esté haciendo mal!

Si restringen la movilidad como en Italia, ¿aguantará encerrado en la 'República' catalana?

Desgraciadamente, una de mis características biográficas ha sido no haber abandonado nunca esta ciudad. Ha sido uno de mis grandes errores: no he vivido nunca en otra parte, a excepción de breves temporadas. Estoy perfectamente hecho a a la contaminación nacionalista reinante, no me afectará demasiado que no me dejen salir de Barcelona.

Debemos ser prudentes por el coronavirus, ¡yo ni siquiera estoy criticando a Sánchez!

¿Alguna vez ha contemplado marcharse?

No. Barcelona se ha hecho para mí, en los últimos años, más desagradable de lo que era. Es verdad que los incidentes en la calle, las miradas y los comentarios se han multiplicado. Pero también se han multiplicado el cariño y la cordialidad.

Cataluña se ha dividido en dos mitades. A veces sufro alguna incomodidad, pero en Barcelona se vive muy bien. Cumple dos cuestiones fundamentales: se come estupendamente y se pasea de fábula… Eso en Madrid me cuesta más. Barcelona es una ciudad muy bien hecha, perfectamente cosida.

Venía a preguntarle por la Asamblea de Ciudadanos, pero se ha suspendido. ¿Está usted afiliado al partido que fundó? 

No, nunca lo he estado. Participé en el Congreso fundacional para ayudar a conformar una dirección razonable. A partir de aquel momento, no tuve ninguna pretensión de influir orgánicamente.

Me puse a disposición de ellos, durante unos años me pidieron que diera mítines, cosa que hice con agrado porque me encanta. Es fantástico lo de la adrenalina… Me hubiera gustado ayudar más, haber ayudado a Rivera con su primer discurso en el Parlament. 

Usted y algunos otros comieron con Rivera y se lo ofrecieron, pero él lo rechazó.

Estábamos Boadella, Pericay, Rivera y yo. Albert, secretamente, siempre ha tenido la idea de que queríamos tutelarlo.

¿No tuvo usted ese deseo de tutelaje?

No, no. Ciudadanos es la mejor idea política desde la Transición. Quizá en parte porque la tuviera yo. Lo confieso. Pero es que me parece muy buena idea. Estuvo a punto de ganar. Y probablemente ya no lo hará. Si no se hubieran cometido esos errores… Si desaparece Ciudadanos, ¿a quién narices voto? 

Ciudadanos es la mejor idea política desde la Transición, quizá en parte porque la tuviera yo

¿Jamás ha dejado de votar a Ciudadanos desde su nacimiento? 

Jamás. Siempre les voto. ¿Cómo voy a votar al PP cuando dicen esas cosas de los neandertales y el aborto? ¿Cómo voy a apoyar a un hombre como Sánchez, que es una afrenta al sentido común y al buen gusto? ¿Cómo voy a entregarme a esos líderes mediocres y asamblearios que sólo han leído de los libros sus contraportadas?

Tampoco puedo votar a un partido nacionalista como Vox. Hay escritores que dicen: he escrito esta novela porque no tenía nada que leer. Con la política me pasó lo mismo: contribuí a la creación de Ciudadanos porque no tenía a quien votar.

Usted llegó desde un ámbito más bien socialdemócrata. 

Sí. No voté demasiado al PSOE, pero sí a Maragall. De joven apoyaba al PSUC porque sabía que no iba a implantar la dictadura del proletariado, luego fui maragallista. Y después, siempre a Ciudadanos.

Retomando lo de las tutelas… Leyéndole, he percibido cierta inquina por ese 'no' de Rivera a dejarse apadrinar por fundadores como usted.

No, no. Quise ayudar a Ciudadanos privadamente desde siempre. Si me pedían algo, se lo daba. Pero como periodista, si hacían algo que me parecía mal, lo decía. No traté a Ciudadanos de manera distinta a lo que hice con PSOE y PP. Hombre, he mostrado más interés por Ciudadanos porque lo fundé. Nunca he dado instrucciones, sólo he vertido mis opiniones. 

¿Existen los mimbres para una resurrección? 

Sí. Porque la idea es buena. Inés Arrimadas quizá cuaje y dé la talla de líder que hasta ahora no ha dado. Tengo esperanza. 

¿Por qué no ha dado talla de líder? 

Un líder es una cosa muy complicada. En España, atravesamos un desierto de líderes. El otro día vi a Puigdemont en Perpiñán. Sus mítines son patéticos. Una de las grandes suertes que hemos tenido los españoles con los golpistas es que carecen de liderazgo. Ves a Puigdemont y se te cae el alma a los pies. Ya no digamos del beato y siniestro Junqueras, incapaz de enhebrar ideas.

España tuvo un dictador durante cuarenta años que no era precisamente carismático. 

Pero no tenía que convencer a la gente ni ganar elecciones. Se ganó a las personas matando a unos cuantos centenares de miles. En la España actual no hay líderes. Ni Casado, ni Iglesias, ni Sánchez, ni Rivera, tal y como demostró finalmente. 

¿No encuentra ni un solo líder?

No. De hecho, la fragmentación de las mayorías obedece a esa carencia. Sociológicamente, el voto está pautado. Lo único que cambia los bloques es que surja una personalidad capaz de aunar los sufragios que reposan en los márgenes, como por ejemplo Felipe González, quizá el mayor líder que hayamos tenido.

¿Qué cambios estratégicos debe implementar Arrimadas?

Debe dotarse de una capacidad distintiva en relación a las guerras culturales. Arrimadas no puede ir del brazo de Calvo a una manifestación feminista. Lo que representa Calvo es la superstición frente a la razón.

Ciudadanos debe trazar una línea drástica entre la superstición de la identidad -sea feminista o nacionalista- y la razón de la convivencia. Mientras vayan a esas kermeses putrefactas organizadas por la izquierda, no resucitará.

¿Disculpe? 

La izquierda hace política desde las identidades excluyentes, sean mujeres, gays o nacionalistas. Eso, precisamente, tiene poco que ver con la vocación internacionalista de la izquierda. Lo primero que debe hacer Arrimadas, desde mi punto de vista y sin voluntad de instrucción, es plantar un dique claro frente a eso.

Arrimadas tiene que estudiar, sus discursos son una idea repetida mil veces

Hábleme de Arrimadas, de sus virtudes y de sus defectos.

A Inés la he tratado poco, aunque la primera vez que se subió a un escenario estaba yo también. Se me presentó muy simpática, algo tímida. Creo que llegaba de Jerez. Nunca he tenido una conversación con ella, tête a tête, de más de un minuto. Puedo hablar sobre el personaje público.

Adelante.

Tiene que estudiar. Sus discursos, que a veces han tenido una épica apreciable en el Parlament, eran gratificantes por el mero hecho de ser pronunciados, pero si los analizas con calma, son delgados. Una idea mil veces repetida que acaba por desangrarse.

La política necesita estudio y pensamiento. La política no es Twitter, sobre todo cuando no tienes el poder. No es posible conquistar la hegemonía social sin un estudio previo de muchas cosas. El principal consejo que le doy a Arrimadas es que estudie. 

Virtudes y defectos de Albert Rivera, al que ha tratado mucho más.

La principal virtud de Albert, a mi juicio, es la pasión que ponía en construir una alternativa a la decadencia política. Su pasión le llevaba, a veces, a perder los nervios, pero eso distingue a los políticos de raza.

Su principal error fue no escuchar a quien debía. En muchas ocasiones se culpa a los intelectuales de haber hecho cosas desagradables en política, pero ojalá Rivera les hubiera escuchado. Ciudadanos, en ese caso, estaría hoy cogobernando este país, y no pillado por el coronavirus en medio de un Congreso.

El expresidente de Ciudadanos dimitió, se marchó a casa, pero todavía no ha desvelado su diagnóstico acerca de los porqués del 10-N. ¿Cuál es su análisis? 

Es muy sencillo de explicar. Ciudadanos tuvo una oportunidad histórica. Y lo digo teniendo en cuenta todo lo que hemos dicho sobre los “partidos del siglo”. Pudo intentar un Gobierno en minoría que no dependiera de los nacionalistas.

Si apuras y exprimes todos los motivos por los que nació Ciudadanos, esa sería la razón liminar. Oiga, que usted ha venido al mundo para reducir el impacto del nacionalismo en la política. Otra cosa es que Sánchez hubiese aceptado, pero Rivera debió intentarlo. Todavía hoy me lo pregunto. ¡Cómo es posible!

¿Cómo es posible?

¿Cómo es posible? ¿Cómo va a entenderlo el votante de Ciudadanos? ¡No se intentó que Sánchez formara gobierno con un hombre encarcelado por delinquir contra la democracia! Esto tiene un corolario patético y grotesco: en el Ayuntamiento de Barcelona, si no fuera por Manuel Valls, tendríamos un alcalde independentista. Pero, ¿cómo el sectarismo intelectual pudo cegar hasta tal punto su conducta?

Arcadi Espada dice que los líderes políticos actuales sólo han leído contraportadas de libros. Silvia P. Cabeza

¿Usted intentó sacar a Rivera del 'no'? ¿Mantuvieron alguna conversación?

Bueno, intercambiábamos algunos whatsapps y manteníamos breves e insustanciales conversaciones telefónicas. Alguna vez le felicité o critiqué por cosas que podían tener interés para él, pero no recuerdo nada concreto sobre este tema. Es que era algo tan obvio…

La misma noche electoral del 28-A escribí un artículo diciendo algo así como: maravilloso, tenemos una mayoría inédita. ¿Para qué iba a decírselo directamente a Rivera?

Le repregunto como, probablemente, lo haría Rivera: “Sánchez no es de fiar. Si hubiésemos formado gobierno, habría traicionado los grandes puntos del acuerdo”. 

Eso tiene interés comentarlo. Yo me negaba sistemáticamente a que Ciudadanos trazara un acuerdo parlamentario con Sánchez. Pero un pacto de gobierno, si eres vicepresidente y tienes varios ministerios, secretarios de Estado y controlas una parte del Presupuesto… El coste de traicionar eso habría sido inasumible para Sánchez.

¿Leerá el libro de Rivera?

Sí, tengo mucho interés en hacerlo.

¿Cómo lo espera? 

No lo sé, la verdad. Tengo una gran curiosidad por saber cómo va a explicar todo esto, si es que lo va a explicar… Estoy deseando leerlo.

En un artículo, ha llamado “ceremonia apestosa” a la manifestación del 8-M. Esa adjetivación otorga la victoria a quienes usted dice combatir. El porcentaje de radicales, como en cualquier otra aglomeración, era mínimo. ¿No es una definición aventurada? 

No. Yo me refería a la peste, al coronavirus. Por eso era una “ceremonia apestosa”. Celebrar aquello en tales condiciones…

Claro, no había segundas intenciones... 

No, no. No sé por qué piensa eso. 

También aconseja a PP y a Ciudadanos que dejen de participar en esas concentraciones. Habla del peligro de “contraer enfermedades”.

¡Hablaba del coronavirus!

¿No estaba hablando del feminismo como una “enfermedad”? 

El feminismo de la izquierda es una enfermedad. La izquierda española es capaz, como nadie, de pervertir y envilecer objetivos nobles. Es la peor izquierda de Europa: analfabeta, sin escrúpulos e identitaria como ninguna otra. Envilece todo lo que toca.

La alternativa razonable a esa política pasa por no ceder ni un ápice en la construcción del marco. Hay una guerra cultural evidente respecto al feminismo, las identidades, el cambio climático… Y en todo eso, la obligación de la gente que no forma parte de esa izquierda apestosa es levantar una alternativa.

El feminismo de la izquierda española es una enfermedad que envilece todo lo que toca

¿No es una actitud derrotista permitir que una minoría anticapitalista se apropie del feminismo? Si PP y Ciudadanos dejan de ir, estarán entregando esa causa a PSOE y Podemos.

El 8-M, ese momento menstrual de la política española…

Pero hay mujeres que no son de PSOE ni de Podemos y que quieren celebrar el 8-M.

Vamos a ver, esta objeción que usted plantea parte de una de las características más degradantes de la política contemporánea. Los políticos tienen la obligación de escuchar a la gente, de emplear el sismógrafo. Una vez hecho eso, el político toma decisiones, pero no puede salir con una pancarta mirando sistemáticamente quién va detrás. Eso constituye una política medida por el track y las encuestas. Rivera tenía mucha afición. Es una política pequeña que tiene consecuencias muy negativas para quienes se oponen a la izquierda.

¿Por qué? 

Porque la izquierda se ha apoderado del mainstreaming. Dicen barbaridades sobre el crimen de pareja y se le permiten. Se han arrogado la indeseable ficción de que las mujeres que mueren a manos de sus parejas lo hacen a causa de una ideología. Hacer política es discutir ése y otros muchos asuntos. Ojo, con convicciones propias, no con las de cuatro matonas, que además se permiten decir quién puede ir a una manifestación. La primera matona es la vicepresidenta Calvo, que tiene esa lujuria de la intolerancia: “No, bonita, tú no”.

Arcadi Espada es columnista en El Mundo. Silvia P. Cabeza

También ocurre a la inversa: PSOE y Podemos consienten en muchas ocasiones que la bandera de España sea patrimonio de la derecha. Así lo denunció Errejón, aunque su proyecto electoral apenas obtuvo diputados.

Lo que la derecha hace con la bandera de España no es lo mismo que hace la izquierda con el feminismo. La derecha española, a excepción de Vox, no envilece la bandera.

Vox tiene más de cincuenta diputados.

Sí. Le diré lo que me parece Vox: un partido nacionalista más, que sitúa los derechos de las personas en función de su lugar de origen. Pero si alguien acusa a PP y Cs de apropiarse de la bandera, tendrá que demostrarlo.

Yo sí demuestro cómo PSOE y Podemos se apropian del feminismo. Pues que se queden para ellos ese feminismo. Porque eso no significa que el centro derecha no pueda defender los derechos de las mujeres. ¿Hay que ir a las manifestaciones por narices?

¿Cuál fue la última manifestación a la que usted acudió?

Creo que la del 8 de octubre de 2017, en Barcelona. Soy muy poco de manifestaciones, también lo era de joven. Son lugares donde se cogen enfermedades. 

Llevamos un buen rato de conversación y todavía no hemos hablado de Pedro Sánchez ni de Quim Torra. ¿Qué tal lleva el síndrome de abstinencia? 

¡Es verdad! Bueno, en realidad yo nunca pronuncio el nombre de Quim Torra. Le llamo el valido. ¿Tengo que hablar de ellos necesariamente?

Trace el retrato de Sánchez.

Sánchez es una cosa muy sencilla, un aventurero de la política que se comporta como tal. Para mí, tiene poco interés intelectual. No me inspira ninguna curiosidad.

¿Y Pablo Iglesias?

Me resulta igualmente insatisfactorio ocuparme de él. Es un pobre hombre. Una persona que ha tenido que hacer lo que ha tenido que hacer… Merece piedad.

Ha tenido que resolver la tensión entre lo público y lo privado yéndose a vivir a un chalé con enanitos, colocando a su mujer en el Gobierno de manera tan obscena y desvergonzada… Son tal cantidad de renuncias en tan poco tiempo… Inspira piedad. El único pseudointelectual que ha leído es Manuel Vázquez Montalbán.

Pablo Iglesias merece piedad, es un pobre hombre

¿No es, probablemente, el líder de los grandes partidos que más libros ha leído? 

Probablemente, sí. Pero leer, de por sí, no vale. Iglesias ha leído muchas tonterías. Se le nota en las fuentes regurgitadas que maneja. Lo conozco bien porque leí esas tonterías de joven.

Cuando digo que me inspira piedad es por los esfuerzos que ha tenido que hacer para resolver las tensiones entre lo público y lo privado en tan poco tiempo y con consecuencias tan estremecedoras.

Juan Luis Cebrián y Luis María Anson me hablaron mucho mejor de Iglesias que de Sánchez. Definieron al líder de Podemos como un “político de primer orden” que entiende “la naturaleza del poder”. ¿Está de acuerdo?

No sé qué quiere decir eso. Quien ha dado bandazos ideológicos ha sido Iglesias. La falta de resolución activa entre su presunta ideología y su evidente práctica humana es determinante a la hora de evaluar a cualquier persona. Lo que le ha pasado a Iglesias es patético. Se ha encontrado con la vicepresidencia gracias al error fundamental de Pedro Sánchez. Ha ocupado el poder mediante una carambola. La vida está llena de azares. 

¿Pablo Casado tiene talla de presidente del Gobierno?

Creo que no. Igual que Pedro Sánchez, que tampoco la tiene, pero como está en la Moncloa, me resulta difícil decirlo. Con Casado me es más fácil.

¿Cuánto le queda al galope de Santiago Abascal?

No tengo la menor idea, pero deseo que su fracaso esté próximo. Vox es un elemento disruptivo de la razón. Me gustaría que cada vez tuvieran menos poder. 

Antes ha definido a Vox como “un partido nacionalista”. ¿Le preocupa, entonces, lo mismo que el separatismo catalán? 

No. Me preocupa un poco menos porque Vox proyecta su nacionalismo sobre un magma más complejo y menos pueril que el catalán. Distingo muy bien entre Abascal y Puigdemont. El líder de Vox cumple la ley y el otro no.

En la quiniela de la “mesa del diálogo”, ¿qué casilla marca?

No sé qué es la “mesa del diálogo”. Ni es “mesa” ni es “diálogo”. No tiene interés, más allá de su carácter de herramienta para suplir la fragilidad del Gobierno de España y la de la Generalitat.

Los libros de Torra son interesantes y están bien escritos, expresan su xenofobia con gran claridad

¿A Torra y a Puigdemont los ha tratado alguna vez?

He leído los libros de Torra. Son interesantes y están bastante bien escritos. Tiene uno que se llama Cuaderno suizo, un dietario. Hay pocos políticos en España que puedan escribir con esas características. Ejemplifica con gran claridad su xenofobia y su racismo. Lo hace de manera explícita, clara y elegante.

A Puigdemont lo conozco desde hace muchos años porque era corresponsal de un pequeño diario, había coincidido con él en alguna rueda de prensa, aunque jamás tratamos directamente.

Señor Espada, siempre le quedará Messi… Bueno, en realidad, no, porque lo llegó a definir como “desencadenante del procés”.

Sin duda. Soy del Real Madrid, específicamente de Benzema. Dicho esto: los periodistas, los politólogos y los epidemiólogos buscamos siempre que nuestras causas tengan una gran sofisticación. ¿Por qué? A medida que elevamos la complejidad de nuestro estudio, elevamos nuestra complejidad como sujetos. Pero, a veces, tendencias tremendamente letales como el nacionalismo funcionan mediante un mecanismo rudimentario. 

¿Adónde pretende llegar?

La hipnosis causada por Messi tuvo un peso enorme en el inicio del proceso. El Barcelona siempre había sido lo mismo que Cataluña: un sistemático perdedor. Pero, de repente, empezó a ganar Champions y la gente se volvió completamente loca. Además, por razones objetivas: tenían al mejor jugador que ha existido nunca sobre la tierra. Fui a las manifestaciones que organizaban cada vez que el Barça ganaba algo. 

¿Y qué vio?

Tenían la misma instrucción y el mismo color que las Diadas. Reivindicaban la independencia de la misma forma que celebraban la Champions. Se les cruzaron los cables: “Conseguir la independencia es tan fácil como ganar la Champions”. ¿Quién rompió ese mito?

Usted dirá.

El policía que le partió una porra en la cabeza a una viejecita. Ahí se acabó todo. El fin del proceso fue el 1 de octubre. Ese policía cumplió con su obligación de manera limpia… Sólo se perdió un ojo. Ese agente dijo a la gente hipnotizada: “Se acabó, una revolución es muy costosa”. Una diezmillonésima parte de la fuerza del Estado sirvió para acabar con su ilusión.

¿Cree que Messi tiene criterio propio sobre el órdago del separatismo catalán? No sé, me lo acabo de imaginar viendo el discurso de Puigdemont en TV3… O un alegato de Torra en el Parlament… ¡Qué pensará!

Dicen que es una persona bastante centrada en el fútbol… Pero tengo un argumento de autoridad para sostener el razonamiento que le contaba: Guardiola. En un momento determinado, dijo que el Barcelona victorioso había tenido mucha influencia en el proceso. No señaló a Messi porque se habría restado protagonismo. Pero creían que la independencia se obtendría a base de tiki-taka y goles de Messi.

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