Fue el abogado más técnico -o, si se prefiere, menos político- de entre los defensores de los principales acusados en el juicio por el proceso soberanista catalán. Los elogios que recibió desde todas las bandas -el tribunal, los fiscales, los medios- no son ajenos a ese ADN profesional de Javier Melero (Barcelona, 1958) consistente en pelear por la mejor defensa posible del cliente sin contaminación alguna por sesgos ideológicos. El encargo (Ariel), el libro que ha escrito sobre su experiencia como defensor de Joaquim Forn y Meritxell Borràs, refleja cómo un letrado de fuertes convicciones constitucionalistas, que fue fundador de Ciudadanos y que es, sobre todo, un enamorado de la ley, puede ser abogado de cabecera de Convergència.

Nada más empezar el libro -escrito antes de que se conociera el fallo del Tribunal Supremo- usted hace referencia al expresidente Jordi Pujol y a las "frecuentes conversaciones" que mantiene con él. ¿Qué le ha dicho sobre la sentencia del 'procés'?

Hemos quedado para hacer una sesión monográfica. Pero en las cosas judiciales el president Pujol pregunta mucho y opina poco, se reserva bastante.

¿No le ha hecho ninguna valoración?

Me dijo: "¡qué lástima!". Claro, él analiza la sentencia políticamente, no jurídicamente. Le parece que la sentencia podía haber sido un factor que descomprimiera la situación.

Hablando sobre España con Javier Melero Silvia P. Cabeza

¿Cómo?

Hay mucha gente que cree que una sentencia que se adaptara más a la defensa que yo hice, por ejemplo, en la línea de la incitación a desórdenes públicos, o de la cooperación con desórdenes públicos, hubiera tenido una capacidad de descompresión de la situación, quizá.

El president Pujol me dijo: '¡qué lastima!'. Le parece que la sentencia del 'procés' podía haber sido un factor que descomprimiera la situación

¿La conversión de Convergència al independentismo buscaba tapar sus casos de corrupción?

No creo que las cosas tengan causas y efectos tan claros y unidireccionales. Se van creando estados de opinión y se van creando necesidades políticas. Conozco bastante a los políticos desde hace muchos años como para saber que muchas decisiones son sobrevenidas, tácticas. No me parece que haya un plan preconcebido que se va ejecutando de una manera sistemática, sino que se entra en una dinámica que muchas veces ellos mismos no saben cómo va a acabar.

Hay comentarios en el libro sobre lo inconveniente que fue la fuga de Puigdemont para los encausados puestos en prisión preventiva. Esa huida sirvió en bandeja el argumento del riesgo de sustracción a la acción de la Justicia si eran puestos en libertad. 

Eso es lo que me dijeron los fiscales y el juez instructor. Nadie está en condiciones de saber qué hubiera pasado si Puigdemont se hubiera quedado aquí, si eso hubiera supuesto también la prisión de Puigdemont o si el hecho de presentarse el Gobierno [catalán] en bloque hubiera sido un factor que hubiera llevado a considerar la libertad provisional de todos ellos. Pero, por lo que respecta al juicio y a la actitud que había que mantener durante su celebración, Puigdemont cumplió lo que prometió y se comportó de manera impecable.

Una de las revelaciones de libro es la dificultad que tuvo como defensor del exconsejero de Interior para encontrar a mandos de los Mossos que fueran a testificar al juicio para respaldar la tesis de Joaquim Forn. Tampoco queda muy bien Trapero. Hay un párrafo en el que se menciona el plan para detener a Puigdemont, enfatizando que "nunca estuvo documentado". ¿Cree que no existió?

No lo sé pero fue una de las pocas cosas secretas en un tema en el que todo era público, todo se filmaba, se comentaban todas las decisiones, en las reuniones secretas había cámaras de TV3 que grababan a la gente que entraba y salía... Había muy poco margen para la discreción y la confidencialidad. Y, en cambio, ese plan aparece por la vía de las declaraciones de los mandos de los Mossos una vez que el procedimiento penal ya ha empezado. 

Los mandos de los Mossos construyeron una estrategia a costa de los políticos en algunos puntos

¿Pero tiene algún motivo para dudar de que existiera?

No. Sólo remarco el divorcio que se produce entre la Policía y los políticos en un momento determinado del camino y cómo se construye luego la estrategia de los Mossos a costa de los políticos en algunos puntos.

¿A qué cree que se debió que Forn no tuviera la ayuda de los mandos policiales?

Bueno, muchos de ellos estaban acusados en la Audiencia Nacional y en otros procedimientos. Ellos diseñaron una estrategia de defensa que en muchos puntos era coincidente con la del político: que no había habido una incitación a la violencia, que la Policía había elaborado un plan de actuación para el 1-O como había querido, que no había tenido interferencias del Gobierno en el diseño del plan de actuación... Hasta ahí íbamos juntos [en la estrategia]. Pero en un momento determinado, los comisarios dicen que habían efectuado al Gobierno serias advertencias de un riesgo de violencia con anterioridad a la celebración del referéndum del 1-O. Y ahí es donde se produce la divergencia. Más allá de las declaraciones, si uno va a los documentos contemporáneos de los hechos se ve que lo que los comisarios documentaban el 13 de octubre, por ejemplo, no tenía nada que ver con esas supuestas advertencias de riesgos de violencia.

O sea, que los comisarios hicieron una adaptación de la verdad a su estrategia procesal, por decirlo finamente

Son gente que está acusada y que tiene que defenderse con lo que les parezca. Yo lo que hago en defensa de mi cliente es poner de manifiesto que esas supuestas advertencias, con los elementos de prueba que tenemos, no eran tales.

Lo que pasa es que, entonces, o no decía la verdad Forn o no decían la verdad los mandos de los Mossos.

Bueno, eso suele pasar. O no decía la verdad Pérez de los Cobos o no decía la verdad Ferran López...

¿Y decía la verdad Forn y no Trapero?

Forn y Trapero decían muchas cosas muy parecidas hasta llegar a este punto, que es crucial. Por supuesto yo siempre creo que dice la verdad mi cliente.

Los mandos de los Mossos no quedan muy bien en el libro, pero peor es lo de 'Ortega y Fernández'...

Pobres

Los abogados de Vox "eran menos incisivos que un calippo", "más inofensivos que una pistola de agua","gracias a ellos volvió a ser un buen día para la defensa", dice usted. Pero fíjese que ellos sacan pecho de su actuación en el 'procés' constantemente. Y parece que han logrado réditos electorales.

Si van por ahí alardeando de su papel en el juicio, me lleva a pensar que son malos tiempos para la sátira porque la realidad ya es imposible de caricaturizar, está llegando a un extremo en que el chiste va con la realidad puesta.

Pues 'el chiste' tiene 52 diputados

Es lo que pasa siempre con el partido del malestar, que en una época fue Ciudadanos, ahora es Vox. Capitaliza un descontento difuso, que tiene manifestaciones de tipo muy pasional y poco racional. No creo que los electores de Vox consideren que los hombres son un colectivo maltratado por las mujeres, no creo que nadie se haya parado a pensar seriamente en esto. Es una emoción un tanto primitiva en torno a la bandera y a la unidad y unas cuantas mayúsculas pronunciadas en tono marcial. Y poca cosa más.

Vox es una emoción un tanto primitiva en torno a la bandera, a la unidad y unas cuantas mayúsculas pronunciadas en tono marcial. Y poca cosa más.

La decepción suya con Ciudadanos es grande, después de haber contribuido a su fundación.

El libro está cerrado antes de la debacle electoral. Hacía mucho tiempo que lo venía diciendo. Desde 2006, 2007 el partido no tenía ningún interés para mi. Nada de lo que hacían o decían, el Estado del que hablaban, me sugería lo más mínimo. Tengo el sentimiento de que me he quedado sin Estado. El Estado con el que me podía sentir identificado, que era la Cataluña y la España de finales de los 70 o de los 80, ha desaparecido. Pero, en fin, siempre nos quedará París.

El libro habla de la reacción del Estado ante el 'procés' y hay una escueta alusión a lo que llama la "guerra sucia" del exministro Jorge Fernández.

Es una de las cosas que pasaron durante ese período turbulento. Las grabaciones de Fernández y el jefe de la oficina catalana antifraude... Villarejo, Pino, Cosidó... Martín Blas y Oliveras que vienen a Barcelona a ver al fiscal Ulled a ver si les deja colarse en el caso Palau... Pero todo muy de la rue de Percebe, de Pepe Gotera y Otilio.

Y luego, cuando el Parlament aprobó las leyes de ruptura los días 6 y 7 de septiembre, "parecía que se había cruzado un Rubicón que habría de generar alguna reacción estatal contundente", escribe usted. "Lo que siguió fue la habitual impugnación ante el Tribunal Constitucional, nada más".

Yo creía que si era tan gravísimo lo del 6 y el 7, sobre todo como aparece después configurado en los autos de Llarena y en los escritos de la Fiscalía, desde luego siguiendo su propio relato el 6 y el 7 de septiembre había motivos más que suficientes para decretar el 155. No se hizo. Es más, lo que se hizo fue que el 21 de octubre el fiscal general del Estado dijo que si no se votaba la declaración unilateral de independencia no habría querella. O sea, eran hechos tan gravísimos que todavía el 21 de octubre se podía discutir si eran o no querellables.

¿Quizá porque se les quería dejar una salida para que no siguieran dando pasos?

Pues no sé... Claro, cuando no estás en la cocina de estas cosas la tendencia es pensar que están controladas por gente muy inteligente y que tiene un plan que va ejecutando, cuando en realidad es que suelen estar llevadas de manera bastante diletante por gentes que están en complicadas situaciones nerviosas y que no saben muy bien lo que hacen, de un lado y de otro.

¿El 'procés' fue una ensoñación, como dice el Tribunal Supremo?

El procés no fue una ensoñación porque hay dos millones de personas que creen en él. El procés' es una realidad incómoda, se mire como se mire. Lo que fue una ensoñación fue el relato del fiscal de la toma del poder fáctico por parte el Gobierno de la Generalitat. Eso no fue cierto. Es más, si algo demostró el Gobierno de la Generalitat es la prisa que tenía por deshacerse del poco poder que había en sus manos el 27 de octubre.

Si algo demostró el Govern es la prisa que tenía por deshacerse del poco poder que había en sus manos el 27 de octubre 

En el libro alude de forma reiterada al abrazo de la bandera independentista por ciudadanos que hasta hace poco eran constitucionalistas. ¿Su pronóstico es que el independentismo seguirá aumentando? 

Mi pronóstico es que esto se tendrá que resolver de alguna manera. Y probablemente en este momento no tenga solución, pero cuando uno se enfrenta a un problema muy grande, terrible, negro, viscoso lo mejor que puede hacer es dividirlo en subproblemas e ir buscando soluciones parciales a concretos aspectos. Y eso alguien deberá hacerlo. Hay reivindicaciones históricas de los partidos nacionalistas que están recogidas en leyes y que no se atienden. Se puede empezar por ahí. Hay un problema con los presos que puede atenderse también. Hay muchas cosas parciales que no afectan al gran problema global, que es la desafección de dos millones de personas, pero cuyo arreglo puede ayudar a mejorar el clima entre todos nosotros.

¿Y cómo se soluciona el problema de los presos?

Con la aplicación de la ley. Pero con la aplicación de la ley sin compromisos, sin hipotecas emocionales por parte de nadie. O sea, lo que les toque. Y nada más que lo que les toque, pero no menos. Si son sujetos que están en condiciones, según las juntas de tratamiento de las cárceles, de ser clasificados en tercer grado penitenciario deben ser clasificados. Deben cumplir la pena en las condiciones que el Reglamento Penitenciario establece para todo el mundo, para ellos también.

¿Usted les daría ya el tercer grado?

Sin duda. Son gente que no es peligrosa. Y, como dice el Reglamento, están en condiciones de llevar una vida honrada en libertad.

En el libro recuerda que, cuando el referéndum de Escocia, Mick Jagger les decía a los escoceses "Quedaos con nosotros". Y también opina usted que "el más fuerte -y el más fuerte es el Estado- debe hacer cuanto pueda por evitar derrotas humillantes y buscar acuerdos". ¿Cómo?

He pensado muchas veces en Mick Jagger y en la campaña del referéndum escocés. Aquí tenemos un problema: hay un discurso privado, en el que la gente dice unas cosas, y un discurso público que es terrible, incendiario, muy drástico por los dos lados. El discurso público acaba por perjudicar al privado y así no se puede avanzar en la vía de la conciliación, del acuerdo. Mi propuesta modestísima es la de ir solucionando pequeños problemas parciales, a ver si así la gente deja de estar tan molesta y tan indignada y se puede llegar a algo más racional

Y Pedro Sánchez haciendo de Mick Jagger.

Pedro Sánchez es el señor que está ahí. No conozco sus capacidades, pero le tocaría a él hacer de Mick Jagger. O por lo menos intentarlo.