Con el modo selfie de su teléfono móvil como espejo, Luis Garicano se hace el nudo de la corbata en apenas un minuto. Es una habilidad inherente al profesor que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en político. Y viceversa. En este despacho apenas hay naranja. Todo son libros de Economía. En la esquina de una estantería, casi proscrita entre tantos números, sobrevive la “Anatomía de un instante”, de Javier Cercas, uno de sus libros favoritos.

En alguna de sus asignaturas, el responsable de Economía y Empleo de Ciudadanos permite a sus alumnos consultar un folio de apuntes durante el examen. Más de uno ha demostrado aptitudes suficientes como para copiar el Quijote en una sola cara. Cuando Garicano despeja su mesa, la entrevista echa a rodar. Candidato a las primarias para las europeas –de momento no se le conoce adversario–, se indigna con los Presupuestos de Pedro Sánchez y concluye: “En contra de lo que casi todo el mundo piensa, liberalismo y Estado del Bienestar van unidos, no están en tensión”. Didáctico, se afana en explicar las reformas naranjas punto por punto. Cuando es necesario, agarra un rotulador y se lanza a la pizarra.

En este despacho diáfano, de paredes y estanterías blancas, Garicano camina lejos de los argumentarios encorsetados. Discurre y se toma tiempo para responder. Acaba de llegar de Sevilla, donde delimita las competencias de cada una de las consejerías que corresponderán a su partido.

Ha vivido mucho tiempo fuera de España. ¿Tiene la sensación de que aquí, a pie de calle, Europa le importa muy poco a la gente?

Históricamente no le ha importado mucho. Antes se discutían estándares tecnológicos, reglas de mercado… No interesaba. Pero esa circunstancia ha ido cambiando, principalmente por las competencias que ha ganado la Unión. Estas elecciones van a ser muy diferentes y con un impacto directo en la vida cotidiana: inmigración, política fiscal, pensiones, bancos… Y luego está el brexit, que ha puesto a Europa en una encrucijada: ¿desmontar lo construido o seguir por el camino de la libertad y la prosperidad?

Se lo pregunto de otra manera: ¿tiene la sensación de que sus amigos desconectan cuando les habla de Europa?

Eso ha cambiado, de verdad. El brexit lo estamos sintiendo muy cerca. Con la crisis nos dimos cuenta de que Europa tiene mucha importancia. Antes no había tantas noticias acerca de los gobiernos de Italia o Francia en las portadas de los periódicos. En España, durante los días de campaña, la gente sabía quién era Wilders, el candidato populista a gobernar Holanda.

¿Y el 'brexit'? ¿Podrá percibirlo la cartera del ciudadano de alguna manera?

El brexit se encuentra en una fase de incertidumbre gigante. Existe la posibilidad de un segundo referéndum, que selle su permanencia en Europa; y al mismo tiempo puede darse una salida dura, sin acuerdo. La segunda opción desencadenaría efectos inmediatos: los españoles que viven allí quedarían en una suerte de situación alegal y los ingleses que viven aquí quedarían desprotegidos, por ejemplo, en términos de sanidad. También tendrían problemas los estudiantes. Los intercambios comerciales encontrarían barreras. Y el presupuesto se vería mermado porque Reino Unido dejaría de contribuir.

¿El 'brexit' es la prueba de que Europa no funciona tal y como está concebida o lo considera un arrebato de los británicos?

Ambas cosas tienen algo de cierto. Por un lado, el brexit se ha basado en una mentira enorme. El populismo británico buscó un enemigo, Europa; igual que los nacionalistas catalanes con el “España nos roba”. Ambos coinciden: “Nos vamos y así lo resolvemos todo”. La mentira del brexit es básica: hablan de su relación con Europa como un juego de suma cero. “Pago más, eso significa que me estás robando”. Y se olvidan de que, con su contribución, ganamos todos. También ellos. Pero al mismo tiempo es cierto que existe un grave problema referido a la eliminación de las fronteras y la creación del euro. No estuvimos preparados para la crisis económica y no lo hemos estado para la migratoria.

¿Qué cambios concretos propone usted como candidato para las europeas?

La zona euro debe tener un Presupuesto común. Ahora, España no puede garantizar los pasivos de sus bancos porque no tiene la capacidad de imprimir moneda. Por eso es absolutamente esencial un seguro de depósitos europeo. También sería muy importante la creación de un seguro de desempleo común para que otros países pudieran proteger a un tercero tras sufrir un shock.

¿Y en cuanto a la inmigración?

Necesitamos una policía de fronteras común. España, Grecia o Italia tienen fronteras al exterior de Europa; otros países, no. Ese sobrecoste deben compartirlo todos los Estados miembros. Debemos conseguir una política migratoria que diferencie bien al inmigrante legal, del refugiado y del ilegal. Es muy importante consensuar y garantizar el estatus de refugiado. Los populistas dicen que cerrando las fronteras todo se resuelve. Eso es una quimera.

Garicano también es profesor en el Instituto de Empresa. Clara Rodríguez

¿Teme a Josep Borrell como adversario en las elecciones europeas?

No voy a especular. Borrell ha sido una persona que se ha distinguido muy positivamente en el pasado por su trabajo en favor de la unidad de España, pero ahora es parte de un Gobierno que sobrevive apoyado en quienes buscan el fracaso del país. Las formaciones separatistas pierden su sentido a medida que España cosecha éxitos, se quedan sin mensaje. Esquerra Republicana y compañía apoyan al Gobierno para que el país naufrague. Es una contradicción radical de la que Borrell es partícipe.

Antes de la moción de censura de Pedro Sánchez, el ahora ministro de Asuntos Exteriores compartía más mítines en Cataluña con Ciudadanos que con el PSOE. ¿Le hubiera gustado ficharlo?

Antes de esa moción, Borrell y yo escribimos juntos un artículo. Trabajamos para oponer verdad a las cuentas del independentismo, lo que él llamó “los cuentos y las cuentas”. Ese Borrell era una persona que todos admirábamos. Pero este Gobierno es una cosa muy diferente.

¿Cree que, en el fondo, Borrell es uno de esos socialistas que, como Paco Vázquez, se sienten más cómodos con el programa naranja?

Es posible. El PSOE está partido en dos. Uno histórico, de gente que yo he admirado mucho, como Solchaga, Solana o Almunia. Todos con su concepción de España y su sentido de la solidaridad nacional. Y hay otro PSOE oportunista, con poca altura de miras, aliado con el nacionalismo y el populismo para ganar el poder. Es raro que el actual PSOE siga siendo la casa de alguien que cree en España. La casa natural de estas personas es, sin duda, Ciudadanos.

Muchos analistas definen las europeas como esas elecciones en las que el electorado se atreve a hacer experimentos. Y justo a continuación señalan el ejemplo de Podemos. ¿Cree que esa circunstancia aupará a Vox todavía más que en Andalucía?

Las elecciones europeas son una oportunidad para contar a los españoles que Europa importa. Probaremos el contraste tan enorme que existe entre el liberalismo y el bloque nacional-populista. Es un buen momento para demostrar la utilidad de Ciudadanos.

¿Existe el peligro de que, tras las próximas elecciones, la extrema derecha sume una mayoría en el parlamento europeo?

Es indudable que hay un grupo populista formado por Le Pen, Wilders, Orbán, Salvini… Desde ALDE, el grupo de los liberales, intentaremos ponerle una barrera. Ha llegado el momento del contraataque liberal, estamos listos para el combate. Europa ha disfrutado de mucha paz y prosperidad gracias a lo contrario de lo que significan el nacionalismo y el populismo.

¿A usted le da miedo Vox?

El tono me da un poco de miedo, sí. Me refiero a un miedo físico. No me gusta esa subida de tono, que debería ser de diálogo y en busca de puntos de encuentro. La gente que quiere romper la baraja no se da cuenta de lo que hay en juego.

¿Cómo los define? ¿Ultraconservadores? ¿Extrema derecha?

Es un partido nacional-populista, como puede ser el de Salvini. Es una ideología que Europa creía superada, pero no ha resultado así. Buscan un enemigo y la vuelta a la tribu.

La equiparación de Vox con Podemos genera un debate interno entre los dirigentes de Ciudadanos. Unos ven más radical a Abascal y otros a Iglesias. ¿Usted qué piensa?

Las dos son fuerzas que rechazan el consenso fundamental europeo. Por eso, en cierto sentido, los veo en la misma posición. Ciudadanos hizo un pacto con el PSOE –el del abrazo– y nuestro deseo fue que Podemos, sin negociación de por medio, se abstuviera. Es algo muy parecido a lo que ha ocurrido en Andalucía. Nosotros queremos pactar con PP y PSOE. Ciudadanos es un partido de centro, liberal y regenerador.

¿Qué medida de Vox le parece más “inasumible”? ¿La expulsión inmediata de inmigrantes, la priorización de las ayudas sociales para los españoles o la derogación de la ley de violencia de género?

Me resisto a hablar tanto de Vox –se ríe–. ¿Esto es una entrevista sobre Vox?

El otro día, este diario reveló que Ciudadanos no negociará con Vox ni aunque sea la fuerza más votada y necesite su apoyo para presidir Comunidades y Ayuntamientos. ¿Cómo pretenden gobernar entonces?

Ciudadanos no pactará con partidos nacional-populistas. Ni de un lado ni del otro.

Garicano ha sido el encargado de delimitar las competencias de las consejerías andaluzas de Cs. Clara Rodríguez

Por cierto, el PP se refunda ideológicamente este fin de semana. Han apostado, como ustedes, por un giro liberal. Casado quiere empujar a Rivera hacia el centro. Y Rivera ya presume de robar muchos votantes al PSOE: descontentos con la actuación de Sánchez en torno a Cataluña. A día de hoy, ¿el crecimiento de Cs está en la izquierda?

En España, históricamente, las elecciones se han ganado virando hacia el centro. La mayoría de los votantes, a pesar del ruido, es de centro-izquierda o centro-derecha. Ciudadanos está en una posición centrada, liberal en lo económico y en lo social. Además, disfrutamos de dos cualidades transversales: somos los defensores más creíbles de la unidad de España y los que más luchamos contra la corrupción. Ahora lo demostraremos en Andalucía. Dependiendo de la debilidad de PP y PSOE en cada momento, atraemos más votantes de un lado o del otro.

Existe un debate para la asignación de las consejerías en Andalucía: las dudas entre el mérito y la paridad. ¿Por cuál de las dos normas se inclina?

Debemos buscar el mayor equilibrio posible. Siempre hemos sido meritocráticos, queremos el gobierno de los más cualificados. Y, al mismo tiempo, defendemos la igualdad. No somos partidarios de las cuotas, no tenemos una regla establecida: depende. En cualquier caso, Ciudadanos cuenta con mujeres muy influyentes en primera línea; como por ejemplo Inés Arrimadas o Begoña Villacís.

Hablemos de Economía. ¿Hay algo que le guste de los Presupuestos de Pedro Sánchez?

Lo más importante de unos Presupuestos, en un país con un problema demográfico tan grande, es que contribuyan al crecimiento y al empleo futuro, que inviertan y hagan reformas. Estas cuentas suponen lo contrario. Incluyen nuevos y diversos subsidios, que harán muy difícil pagar los gastos futuros de sanidad y pensiones. Aumentan el gasto estructural sustantivamente y no invierten en el futuro: innovación, educación… No me gustan nada. Además, mienten sobre los ingresos. 

¿A qué se refiere?

Si un empresario, como el Gobierno, presupuesta trece meses en lugar de doce para poder cumplir sus objetivos, le meten en la cárcel por fraude contable. Y eso ha hecho Sánchez. Esperaba que Europa no se diera cuenta. Eso no debería ser permisible.

¿Realmente piensan que los Presupuestos se han negociado en la cárcel o es un eslogan político?

Hay una evidencia: el presupuesto depende de quienes tratan de destruir España. Ese es el pecado mortal de estas cuentas y de este Gobierno. Los separatistas quieren que salga todo mal para que haya una revolución. Existe una diferencia radical entre pactar con la CiU de hace veinte años –que quería más recursos para su tierra, ¡que quería robar!, pero quería que la economía creciera– y pactar con el PDeCAT, que prefiere que el país no salga adelante para mantener sus votos. “Los Presupuestos de la cárcel” es una forma gráfica y acertada de capturar esa idea.

En el Congreso de Coslada, Ciudadanos borró de su ideario la socialdemocracia. ¿Cuánto tuvo que ver usted?

Todos compartimos la tradición liberal y europea. Queremos un mercado que funcione bien para que cree la riqueza necesaria y permita una fuerte protección social. Le diré algo que es justo lo contrario a lo que piensa todo el mundo: el liberalismo y el Estado del Bienestar van juntos, no están en tensión. 

Ponga un ejemplo.

¿Por qué Dinamarca, Suecia y los países del norte tienen los mayores índices de libertad económica y, al mismo tiempo, los Estados del Bienestar más fuertes? Si hay más mercado, habrá más cambios, más dinamismo, más flexibilidad en lo laboral. Y al contrario: si hay más políticas de bienestar, necesitas una economía con mayor crecimiento.

¿España está preparada para una bajada de impuestos como la que proponen? A veces, en política, parece que el centro-derecha opta siempre, independientemente del contexto, por desgravar; y la izquierda, justo lo contrario.

El objetivo de la política económica actual debe ser hacer crecer la tarta porque España se enfrenta a un verdadero tsunami demográfico. Si el Estado está sobredimensionado antes de esa gran ola, luego no podremos pagarlo. Los impuestos deben ser eficientes, no pedimos una gran bajada, pero sí una presión fiscal eficiente, y que se corresponda con los servicios que el Estado facilita.

Garicano, sobre Borrell: "Antes de entrar al Gobierno, era alguien a quien todos admirábamos" Clara Rodríguez

Usted ha diseñado, junto a otros compañeros, la reforma universitaria de Ciudadanos. ¿En qué consiste?

Hay tres principios clave: autonomía, rendición de cuentas y financiación por resultados. Son tres patas para la silla de la reforma. Todo pasa por decir a la universidad: “Usted haga lo que quiera, pero yo mediré cómo lo hace en investigación y docencia. Y le financiaré más o menos dependiendo de cómo haga esas dos cosas”. Se trata de no tocar los recursos actuales, pero sí dedicar más en función de los resultados. No es café para todos. Lo más importante de una reforma universitaria es que sea políticamente posible.

Cuando viaja, tras los casos máster, ¿qué escucha sobre la universidad española en los centros europeos y norteamericanos?

La percepción de fuera es parecida a la de dentro. Hay una serie de universidades que no cuentan en el área de internacionalización, que no dispone de buenos investigadores… Tratamos igual situaciones diferentes. Cobra lo mismo el profesor de un centro puntero que el de uno malo, cobra lo mismo un gran investigador que uno que finge investigar… Ese café para todos es el gran problema de las universidades españolas.

En algunos de los países con mejores universidades suele establecerse que los centros no puedan contratar a quienes se han doctorado allí antes. ¿Qué le parece?

En Estados Unidos, por ejemplo, no existe esa regla estricta. Yo hice el doctorado en la Universidad de Chicago y luego me contrataron en su escuela de negocios. Pero tenían una regla interesante: para contratarte tenías que disponer de ofertas similares en otros centros de prestigio. No obstante, y dado el nivel de endogamia que existe en España, una restricción así haría falta para cambiar el equilibrio. En muchas universidades no entras si no eres de la casa.

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