Josep Piqué (Vilanova i la Geltrú, 1955) pide agua fría y sin gas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En la butaca, un ministro de Aznar, un presidente de Vueling, un máximo mandatario del PP en Cataluña, un consejero de OHL… También un hombre de americana abierta y camisa blanca, pelo cano domado hacia atrás, y tono algo sigiloso. Cuando el ruido estropea la cafetería o al camarero se le va de las manos el volumen del jazz, conviene acercarse. Si no, se pierden algunas palabras.

Mira obligado a Cataluña porque él es de aquí y de allí, también del Barça, y no abuchearía en el campo al otro Piqué. También escruta su tierra natal porque ha escrito, junto a otros tres autores, “Escucha Cataluña, escucha España” (Península, 2017). Ofrece autocrítica, mucha, pero también un alegato contra aquellos que quieren largarse de España. A los independentistas, los tacha de “manipuladores” y los llega a comparar con Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi.

Es mediodía y, además de las tapas, irrumpen en el salón platos llenos de comida. Hace tiempo que a Piqué se le atragantó el independentismo, pero nunca creyó que los dirigentes nacionalistas podrían llegar tan lejos.

Así está España, como decía Serrat, cargando con sus dioses y sus idiomas.

También podríamos seguir con Serrat y decirle al niño que deje ya de joder con la pelota. El comportamiento del independentismo catalán es muy adolescente. Sufre esa ausencia de la realidad que sólo remedia la madurez. Estamos viendo fenómenos políticos de distinta naturaleza que van mucho más allá de las tradicionales diferencias entre derecha e izquierda, centrados en elementos de carácter irracional. Su expresión más clara es la de los conflictos religiosos, pero también la de los nacionalismos.

¿A usted qué le pesa más? ¿Los dioses o el idioma?

Los idiomas, para mí que soy bilingüe, jamás tendrán que ver con la confrontación, todo lo contrario. Me irrita que se utilice la lengua para buscar el enfrentamiento. Respecto a los dioses… Apelar a ellos no ha traído buenas consecuencias. Me remito a la Europa del XVI y del XVIII, y al yihadismo ahora. Una de las grandes conquistas fue separar política y religión, Iglesia y Estado. Eso forma parte de la unión continental y probablemente sea obstáculo conceptual para la incorporación de Turquía.

Parece que con Cataluña se acaba el mundo y, de repente, los atentados de Barcelona reequilibran la balanza de lo importante y el debate da un giro muy brusco.

Así es. Aunque, en este caso, hemos visto que el impacto para una de las dos partes ha sido mucho más efímero de lo que uno podría pensar. Utilizaron obscenamente la manifestación posterior para defender una causa política concreta. Me causó mucho desasosiego que se olvidarán de las víctimas para responsabilizar de un acto terrorista a los máximos responsables del Estado. Cuando los demás estábamos en shock y pidiendo unidad a la desesperada, para ellos los atentados fueron una palanca para poder seguir con su objetivo.

El otro día, Rajoy dijo en rueda de prensa que es muy difícil garantizar la seguridad al 100%. Usted, como exministro de Asuntos Exteriores, ¿ha tenido alguna idea estos días? ¿Alguna medida que pueda ponerse en práctica?

A estas alturas, poco se puede inventar respecto a lo que ya sabemos. Garantizar la seguridad al 100% es imposible, máxime cuando hablamos de lobos solitarios, que pueden utilizar cualquier instrumento de forma letal y difícilmente identificable. Debemos intensificar la cooperación internacional y garantizar un intercambio de información mucho más fluido, abierto y transparente entre los responsables de la seguridad. Esta no es una guerra que vaya a ganarse con el ejército, sino con la inteligencia.

Con el Estado Islámico enfrente, ¿la guerra de Irak se queda pequeña?

Son cosas distintas, pero sí estamos viendo -y es muy relevante- que la derrota territorial del Daesh, la lejanía de su deseado califato, está difuminando sus diferencias con Al Qaeda. Los métodos de las dos organizaciones terroristas van convergiendo en el objetivo de atentar contra Occidente de forma indiscriminada y en cualquier lugar del mundo. Esto sí tiene mucho que ver con lo que supuso la caída de las estructuras de Estado en Irak o ahora en Siria. Dejaron un vacío que ha sido ocupado por el islamismo extremista.

¿Se arrepiente de algo en cuanto a su gestión como ministro de la guerra de Irak?

Es mucho más importante ganar las posguerras que las guerras. Esa es la lección más importante a extraer. Las fuerzas invasoras, entre las que no estuvo España, cometieron un cúmulo de serios errores al desmantelar el ejército y la Justicia de los regímenes locales. Eso lo han aprovechado las milicias radicales.

Piqué presidió el Partido Popular de Cataluña. Moeh Atitar

Hablemos de Cataluña. En su ensayo recién publicado, compara a los separatistas catalanes con Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi. ¿No es demasiado?

No en cuanto a la metodología, y a eso me refiero. Si hablamos del fondo de lo que supuso el nazismo, claro que la comparación no valdría, pero sí en relación a la utilización pornográfica de los instrumentos de propaganda: la manipulación de la Historia y la repetición de mentiras hasta convertirlas en posverdades.

Empieza su texto diciendo: “Soy un patriota”. Parece que conviene decirlo con la boca pequeña, pero no sólo en Cataluña, sino también en Madrid.

Arrastramos los complejos de la larga etapa franquista. Franco intentó consolidar su régimen con una determinada expresión del nacionalismo español: el nacionalcatolicismo. Eso sigue estando ahí y pesa. Conviene distinguir entre patriotas y nacionalistas. Un patriota es alguien que ama a su país y a sus gentes. Un nacionalista es aquel que enfrenta su país al de los demás. En el nacionalismo secesionista hay un componente de absurdo complejo de superioridad basado en: “Nos tenemos que ir porque no queremos seguir formando parte de una España atrasada, autoritaria y poco presentable”. Si se dieran una vuelta por el país, no se atreverían a repetirlo.

¿Queda algo de ese nacionalismo español en el PP?

Podría identificarlo, sí. Pero también en el PSOE. Nadie se escapa de determinadas cosas.

¿Qué han hecho mal los Gobiernos españoles en su relación con Cataluña?

Sin distinción de carácter partidista, los gobiernos han creído que con el Estado de las Autonomías se resolvería el conflicto territorial. Respecto a determinadas regiones, hubo cierto complejo de inferioridad. Llegamos a pensar que lo natural era que allí gobernaran los nacionalistas. Se produjo un pacto implícito: “Yo no pongo en cuestión la unidad de España y apoyo tu gobernabilidad, pero déjame manos libres en mi territorio”. Ese intercambio permitió al nacionalismo ir generando estructuras de Estado. Los gobiernos españoles no han sido conscientes y no ha habido suficiente contraataque ideológico. Mientras el independentismo esté limitado a un 20% o 30o%, será manejable. Cuando ese porcentaje rebase el 70%, no habrá Constitución que lo pare. A partir del 1 de octubre debería trabajarse para revertir las cifras y lograr que sean el 70% de los catalanes los que apoyen la unidad de España.

Usted formó parte de los gobiernos de José María Aznar. ¿Nunca se dieron cuenta de esa construcción de Estado por parte de los independentistas?

Siempre hubo desconfianza respecto a sus objetivos últimos, pero también había confianza en que nadie se atrevería a llevar las cosas tan lejos. Los independentistas han asumido dos costes enormes: la utilización partidista de las instituciones y la aceptación de la división de la sociedad catalana. No prever hasta dónde podía llegar la deslealtad se puede tachar de ingenuidad, pero no de error político.

Había precedentes históricos… Companys en 1934, por ejemplo.

Pero Companys lo hizo en el contexto de una revolución obrera en Asturias. En los treinta, el ruido de sables era más que evidente. Nosotros dejamos de escucharlo en 1981.

En su escrito, menciona que, en ocasiones, el “no” del PP a la manipulación de los independentistas ha podido entenderse como “anticatalanismo”. ¿Detecta cierto anticatalanismo en algunos sectores del PP?

Desgraciadamente, los tópicos subsisten en España. Se identifica a gallegos, andaluces y catalanes de aquella manera. Sí que es verdad que el discurso debe manejarse con mucha delicadeza para evitar cualquier manipulación grosera de sentimientos primarios. Creo que el Gobierno lo está haciendo bien. Debe ponerse mucho más acento en los afectos, en las relaciones familiares, personales, de trabajo y de amistad.

Piqué acusa a los nacionalistas de manipular mediática y educacionalmente. Moeh Atitar

Le cito: “No debe darse por necesaria la lucha ideológica ante el mero argumento de que a uno le ampara la legalidad”. ¿Habla de Rajoy?

La actuación del Gobierno está siendo adecuada. Una de las perversiones más grandes de lo que estamos viviendo es discutir si debe cumplirse la ley o no. Eso no ocurre en un país normal. El Ejecutivo actual ha garantizado el punto de partida, pero habrá que exigirle, una vez cumplida la legalidad, que trabaje por ligar emocionalmente los catalanes a España. A partir del día 2, deberemos trabajar a fondo.

En la primera República, Estanislao Figueras, desesperado, dijo: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros”. ¿Por qué cree que no ocurre eso en el seno del Govern catalán?

Piqué no cree normal un país en el que se discute sobre cumplir la ley. Moeh Atitar

Los que somos de natural optimista pensamos que podría haber sucedido. Cuando se avanza hacia un precipicio, cabe discurrir esa posibilidad. Sufren un serio problema, más allá de no haber logrado una mayoría social suficiente y de carecer de apoyos internacionales: no tienen liderazgo.

Apunta que la educación es la principal palanca del proyecto independentista.

En la gran mayoría de escuelas públicas se ha transmitido una visión de la historia enormemente sesgada. Se ha querido acentuar todo aquello que podía separarnos. Quieren que cualquier niño se pregunte: “Si somos distintos, ¿por qué no independientes?”. Uno de los principales dramas ha sido la incapacidad de los grandes partidos para ponerse de acuerdo en un pacto por la educación.

“Madrid está incardinada en el ideario nacionalista como el infierno en las religiones monoteístas”, escribe. ¿Considera ésa la génesis del proyecto educativo secesionista?

No se han atrevido a calificar Madrid como el gran Satán, pero pueden estar cerca. Para ellos, Madrid es un ente abstracto. Madrid acabado en “t” tiene la culpa de todo. Hay mucha gente en Cataluña que cree que en España hay quien se levanta por las mañanas pensando qué hacer para fastidiarles. Un medio de comunicación muy relevante allí, evitaré decir su nombre, ha llegado a empezar su programa matinal diciendo: “Buenos días, son las siete, aquí estamos, trabajando para que los andaluces y los extremeños puedan seguir cobrando sus subsidios”. Aceptan esa xenofobia con normalidad.

¿Usted es del Barça?

Sí.

¿Qué piensa de la posición política adoptada por el club?

Lo lamento profundamente. Me gusta mucho el fútbol. Están empequeñeciendo de manera brutal al Barça. A este paso, dejará de ser un club universal para convertirse en el club del nacionalismo catalán.

¿Abuchearía al otro Piqué?

Yo no le pitaría. Me limitaría a decirle que siga siendo lo buen defensa que es.

¿Habrá referéndum el 1 de octubre?

Habrá simulacros, pero nadie podrá hablar de una consulta con un mínimo de garantías.