Sr. García

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La tribuna

Irán: el comienzo de una nueva era

El autor, director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas, sostiene que la normalización de las relaciones entre Washington y Teherán está cada vez más cerca.

18 enero, 2016 00:34

La Administración Obama ha supuesto una verdadera revolución para la tradicional política estadounidense hacia Oriente Medio. Así, cuatro fueron las prioridades fijadas por el enviado especial para esa área, George Mitchell, justo en el comienzo del mandato de Obama: la paz entre israelíes y palestinos, mejorar la imagen de EEUU en la región, la retirada de tropas de Irak y, la que resulta más compleja, la normalización de las relaciones con Irán.

Si bien es cierto que las dos primeras -la paz entre palestinos e israelíes y la mejora de la imagen de EEUU en la zona- parecen mucho más complicadas, las dos últimas están cerca de ser cumplidas. Mientras que la presencia de tropas norteamericanas en Irak es casi anecdótica, la normalización de las relaciones entre Washington y Teherán está cada vez más cerca.

No ha sido un trabajo fácil. Lejos queda el primer paso dado por Obama: la felicitación del año nuevo kurdo (Novruz) a través de un vídeo que supuso un giro copernicano a las relaciones Irán-EEUU. Entonces, en 2009, el presidente de EEUU hacía uso de la diplomacia pública para intentar descongelar unas relaciones que se quebraron con la Revolución Islámica de 1979 y la crisis de los rehenes. Después de ese simbólico y generoso gesto se han producido otros, como intercambios de cartas, saludos en Naciones Unidas e incluso encuentros directos y secretos entre los responsables de exteriores.

La pasada semana, Barack Obama volvió a hacer un guiño de complicidad a Irán, esta vez en el que era su último Discurso de la Unión. En él, el presidente defendía su política de acercamiento, al tiempo que presumía de haber evitado una guerra nuclear con Irán. Sin lugar a dudas, este discurso ha supuesto el punto final al aislamiento internacional de la República Islámica y, por tanto, el final de un régimen de sanciones que limitaba su participación en la sociedad internacional.

A nivel interno, tanto en Irán como en EEUU, el levantamiento de sanciones ha suscitado críticas.

Por su parte Irán ha cumplido con los compromisos que asumió con el P-5, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) y ha reducido la producción de uranio enriquecido, ha reconvertido sus instalaciones nucleares y ha reducido un número importante de centrifugadoras. Por ello y gracias al levantamiento de las sanciones internacionales, Irán va a poder liberar casi 60 billones de dólares que tiene congelados -esencialmente en bancos asiáticos como Japón, China y Corea del Sur. Además, Irán va a poder vender libremente sus recursos energéticos, lo que en teoría debería hacer caer aún más el precio del petróleo en los mercados internacionales.

Este segundo punto, que es sin lugar a dudas el más importante, viene a reforzar la justificación de Irán para poseer un programa nuclear de carácter civil. Teherán esgrime que necesita la energía nuclear para vender toda su producción de combustibles fósiles y obtener así recursos financieros. Sin embargo, a pesar de que el levantamiento de las sanciones supondrá un alivio para la maltrecha economía iraní, existen circunstancias que van a reducir su impacto económico. Por un lado, está el descenso del precio del crudo, que se encuentra ya por debajo de los 30 dólares. Si este acuerdo se hubiera producido hace algunos años, cuando el crudo superaba los 100 dólares, el impacto del acuerdo hubiera sido mucho mayor. Por otro lado, está la enorme deuda internacional que acumula Irán, que va a provocar que casi la mitad de los fondos liberados vayan directamente a manos de los acreedores.

A nivel interno, tanto en Irán como en EEUU, el levantamiento de sanciones ha suscitado críticas. En Irán, el sector más duro del régimen considera que renunciar al programa nuclear es una rendición ante Occidente. Por su pare, en EEUU, el Partido Republicano, inmerso en plena campaña de primarias, se ha mostrado profundamente crítico tanto con el acuerdo como con el levantamiento de las sanciones. En todo caso, el acuerdo tendrá indudables beneficios a corto plazo para ambos países: por lo pronto, se va a producir un notable incremento de las relaciones comerciales y de la inversión directa norteamericana en Irán.

Para Damasco, Irán es, junto a Rusia, su principal aliado internacional y su principal fuente de ayuda militar y financiera.

A nivel regional también hay voces críticas con el levantamiento de las sanciones. Israel, a través de su primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha vertido duras críticas contra el acuerdo por considerarlo el primer paso para que Teherán se dote de armas nucleares. En una línea similar se muestra Arabia Saudí, que considera que Irán va a incrementar su capacidad de influiencia. Por contra, el presidente sirio Basser Al Assad ha debido de recibir la noticia con gran alegría. Para Damasco, Irán es, junto a Rusia, su principal aliado internacional y su principal fuente de ayuda militar y financiera. Por lo tanto, un Irán más fuerte se traduce en mayores probabilidades de victoria en la guerra civil siria.

Habrá que esperar algunos meses para comprobar si la mayor capacidad financiera de Irán se traduce en un incremento de su apoyo a las poblaciones chiíes en Yemen, Siria, Líbano, Bahréin o incluso de la propia Arabia Saudí. En todo caso, el acuerdo nuclear con Irán ya supuso una revitalización de los lazos de los Estados que componen el Consejo de Cooperación del Golfo. Después de un periodo en el que Arabia Saudí y Qatar rompieron sus relaciones diplomáticas, a día de hoy la citada organización no solo se ha recompuesto, sino que ante la amenaza que supone Irán se ha fortalecido.

España está llamada a jugar un papel importante.

El tiempo deberá responder también a cuestiones como, por ejemplo, qué ocurre con el programa de misiles balísticos que posee Irán o cómo se van a hacer las inspecciones de las instalaciones nucleares iraníes. En este último punto, España está llamada a jugar un papel importante, ya que va a encargarse de la coordinación de la verificación del acuerdo. La elección de nuestro país para llevar a cabo esta complicada tarea se debe esencialmente a dos motivos. En primer lugar, a nuestra condición de miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En segundo, a las fantásticas relaciones bilaterales que Madrid y Teherán mantienen desde hace muchos años y muchos gobiernos.

El levantamiento de las sanciones debe encuadrarse en la estrategia de EEUU hacia Oriente Medio de normalizar las relaciones con Irán. Sin embargo, este objetivo no estará completo hasta que no se restablezcan las relaciones diplomáticas entre ambos países, algo que no parece tan lejano después de lo ocurrido con Cuba. El crecimiento de la inversión y el comercio a Irán provocará que Washington (re)abra una embajada en Teherán a medio plazo. Cuando esto se produzca, se habrán enterrado casi cuarenta años de enfrentamiento que nacieron cuando un grupo de estudiantes de Teología asaltaron la embajada de EEUU.

*** Alberto Priego es director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas. 

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