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En los últimos años, Europa y España han sido escenario de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos. A los veranos sofocantes se suman episodios de vientos huracanados y lluvias torrenciales, que dan paso a terribles inundaciones, como la que sufrió Valencia el año pasado.

Muchas ciudades aún no están preparadas para absorber en poco tiempo grandes volúmenes de agua con sus sistemas de drenaje. Sin embargo, capitales europeas como Copenhague han decidido reinventarse y adoptar un modelo urbano innovador que permite filtrar, retener y gestionar mejor el agua de lluvia, reduciendo así el riesgo de inundaciones.

La capital de Dinamarca, que en 2011 padeció la "tormenta de los mil años" que hizo que en cuestión de minutos masas de agua invadieran calles y edificios de la ciudad, causando daños. Como respuesta a esta situación, Copenhague decidió convertirse en una "ciudad esponja".

Es decir, optó por rediseñar su tejido urbano para que calles, plazas y zonas verdes funcionen como un sistema continuo de captación y gestión del agua de lluvia, evitando que la ciudad se sature en episodios intensos. Al mismo tiempo, ese cambio ha servido para ganar sombra, vegetación y espacios públicos más agradables para el día a día.​

Tras estudiar diferentes alternativas, la capital danesa apostó por un modelo que combina la topografía existente, soluciones basadas en la naturaleza y refuerzos puntuales de la red subterránea para prepararse frente a aguaceros extremos, mareas más altas y temporales cada vez más frecuentes durante las próximas décadas.​

"Ciudad esponja"

En 2012, justo un año después del incidente, se presentó en Copenhague la guía urbana 'Cloudburst Management Plan' con el que la ciudad reorganizaba la relación entre el agua y sus espacios públicos mezclando intervenciones como parques esponjas, cubiertas verdes, pavimentos permeables y soluciones subterráneas, como bombas, depósitos de gran capacidad y túneles.

Cada parte del plan respondía a diferentes objetivos, que iban desde la mejora ambiental hasta la gestión del agua o la viabilidad técnica. Como resultado, la capital danesa convirtió algunos de sus espacios en zonas multifuncionales que la gente usa diariamente.

Diseño del sistema de Copenhague para combatir las inundaciones. State of Green Omicrono

En primer lugar, crearon los elementos azul-verde (naturaleza), que son los que aportan más drenaje. También sirven para recuperar riachuelos enterrados, crear humedales para infiltrar, filtrar y retornar el agua al ciclo hidrológico sin saturar la red y ampliar lagos urbanos. Al mismo tiempo, ofrecen sombra, refresco urbano en verano y suman biodiversidad.

Por su parte, las cubiertas y fachadas verdes ayudan igualmente a mejorar la calidad del aire. Unas superficies azul-verde que se han integrado en nuevos edificios públicos y colegios. En segundo lugar está la infraestructura gris, que ofrece capacidad donde no llega la naturaleza y que es imprescindible para eventos extremos.

Es el caso de túneles de hasta 3 metros de diámetro que han sido diseñados para conducir grandes volúmenes de agua, como si fuesen autopistas. Incluso algunos de ellos pueden almacenar tormentas completas para luego liberar el agua hacia las plantas de tratamiento o hacia la bahía. Copenhague ha apostado por un uso dual, que consiste en canalizar el agua y almacenarla para cuando haya sequías.

La capital danesa ha convertido la plaza Karen Blixens Square en un depósito. Este espacio cuenta con jardines, ondulaciones, áreas para bicicletas y zonas de encuentro que se llenan de agua cuando hay lluvias fuertes, que ahora almacena.

Diseño del sistema de Copenhague para combatir las inundaciones. State of Green Omicrono

Por otro lado, el parque Enghave Park está hundido y es capaz de almacenar casi 22.700 metros cúbicos de agua bajo su superficie. Y lo hace de la siguiente manera. Este lugar cuenta con muros, caminos y zonas de juego que actúan como colectores de agua que redirigen la escorrentía hacia un gran depósito subterráneo. El parque, además, actúa de escudo para los barrios cercanos cuando llueve fuertemente.

Varios desafíos

El sistema de la ciudad danesa sigue avanzando con el objetivo de reducir el riesgo de inundaciones a la mitad, pero eso no quita que tenga que hacer frente a una serie de desafíos. Uno de ellos es que algunas obras son complejas. Por ejemplo, reperfilar calles sobre el papel era sencillo, pero han aparecido redes de agua y energía que no se pueden mover si no se desembolsa mucho dinero.

Uno de los parques con el sistema de Copenhague para combatir las inundaciones. State of Green Omicrono

Otro contratiempo es la calidad del agua. Copenhague ha tenido que revisar qué volúmenes de agua pueden verter directamente al puerto debido a la presencia de microplásticos y sustancias perfluoroalquiladas (PFAS). Asimismo, los costes son otro de los problemas a tener en cuenta, ya que construir túneles subterráneos no es barato.

Cabe destacar que el enfoque de ciudad esponja reduce la presión sobre ríos y mares, porque evita que grandes volúmenes de agua lleguen de forma repentina a los ecosistemas costeros. Al mismo tiempo, disminuye la erosión en entornos urbanos y mejora la calidad del agua al hacerla pasar por suelos restaurados y vegetación, que actúan como filtros naturales.​

Las superficies permeables permiten que la biodiversidad urbana recupere espacio, ya que insectos, aves y pequeños mamíferos encuentran refugio en jardines de retención, humedales y franjas vegetadas. Este tipo de diseño también contribuye a rebajar la temperatura de las ciudades y a mitigar las islas de calor, un factor clave en contextos donde las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas.​

Incluso desde la óptica climática, estos proyectos tienen efectos positivos indirectos. Una mayor presencia de vegetación favorece la captura de CO₂ (dióxido de carbono), mientras que la menor dependencia de bombeos intensivos y de infraestructuras grises reduce el consumo energético asociado a la gestión del agua.