Se estima que cada año caen sobre la superficie terrestre más de 500 meteoritos, aunque ninguno de los impactos haya tenido mayor trascendencia en los últimos siglos. Sin embargo, sigue habiendo muchas posibilidades de que alguno de los 25.000 asteroides cercanos a la órbita terrestre sea lo suficientemente grande como para borrar la mayor parte de la vida de la faz de la Tierra. Es lo que sucedió con los dinosaurios hace unos 66 millones de años y puede ocurrir de nuevo si una roca de más de 140 metros colisiona con nuestro planeta.

Es lo que planteaba con toneladas de ironía la película de Netflix No mires arriba y lo que cada día se preguntan científicos de la NASA, la ESA y la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA), entre otras. Cada una con sus métodos, desde lanzar una nave espacial contra un meteorito hasta estudiar cuántos cohetes serían necesarios para desviar otro, las agencias espaciales necesitan conocer con la mayor antelación posible las trayectorias y velocidades de los asteroides para activar todas las alarmas y defensas si es necesario. 

Para ello, otras instituciones como la Fundación B162, organismo privado creado para “desarrollar herramientas y tecnologías para comprender, cartografiar y navegar por nuestro sistema solar y proteger nuestro planeta del impacto de asteroides”, ha puesto en marcha el proyecto THOR: un novedoso algoritmo diseñado para detectar y rastrear el mayo número de asteroides posible.

El algoritmo cazador 

Cada agencia espacial cuenta con sus propios sistemas de búsqueda de asteroides, como el que recientemente ha puesto en marcha la NASA llamado Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS). El problema es que, a pesar de utilizar tecnología de última generación, los telescopios más potentes del mundo captan las imágenes de cientos de miles de asteroides y esa información no es fácil de procesar.

Este nuevo sistema aprovecha la enorme potencia de cálculo de la plataforma ADAM,un sistema computacional de código abierto que ejecuta algoritmos utilizando las capacidades de procesamiento y almacenamiento escalables de Google Compute Engine y Google Cloud. Así consigue comparar distintos puntos de luz vistos en diferentes imágenes del cielo nocturno, y luego los hace coincidir para reconstruir la trayectoria de cada asteroide de manera individual.

Apophis, un asteroide que se acercará a la Tierra en 2029.

 

El principal reto reside en que muchos telescopios no tienen la capacidad de tomar múltiples imágenes de la misma zona en la misma noche, por lo que es casi imposible saber si un asteroide aparece en distintas fotos captadas en momentos diferentes. Para eso está THOR, para establecer una conexión entre ellos y trazar su posible trayectoria, un método con el que ya se han descubierto 104 asteroides hasta ahora desconocidos, según el comunicado de prensa que lanzó la Fundación B162 la semana pasada.

Detrás de este ingenioso sistema están Ed Lu, ex astronauta y director ejecutivo del Asteroid Institute, y Danica Remy, presidenta de la fundación B612, muy orgullosos de su nueva criatura. "Lo mágico de THOR es que se da cuenta de que, de todos esos asteroides, éste en una determinada imagen, éste en otra imagen cuatro noches más tarde, y éste siete noches después... son todos el mismo objeto y pueden juntarse para conformar la trayectoria de un asteroide real", indicó Lu en Wired.

Sistema ADAM de detección de asteroides

Esto permite determinar si un objeto está en rumbo de colisión con la Tierra, algo que puede suceder en cualquier momento. Hasta ahora, para seguir la trayectoria de un asteroide los astrónomos utilizaban un vector medido a partir de seis o más imágenes llamado tracklet, que servía para trazar un patrón y reconstruir la ruta del meteorito. Sin embargo, era habitual que los datos de observación fueran incompletos, debido por ejemplo a las nubes, lo que impedía confirmar la existencia y la trayectoria de miles de asteroides.

Ahí es donde entra en juego THOR, que en inglés significa Recuperación de la Órbita Heliocéntrica sin Rastro, y que permite determinar el itinerario previsto de un asteroide que, de otro modo, sería imposible de rastrear y podría ser potencialmente peligroso.

Compatibilidad y clientela

Otro de los aspectos más destacados de este nuevo sistema es que puede utilizar casi cualquier conjunto de datos astronómicos, incluidos aquellos que no provienen de telescopios o investigaciones dedicadas ex profeso a detectar asteroides. Por ejemplo, para su demostración inicial, los científicos comandados por Lu utilizaron miles de millones de imágenes tomadas en su mayoría por el telescopio Víctor M. Blanco de los Andes, en Chile, que no está especializado en la materia.   

En cuanto a los potenciales clientes de este nuevo sistema están por supuesto las agencias espaciales, que necesitan la información que puede proporcionar THOR para diseñar las trayectorias de sus propias misiones espaciales. Pero también, en plena carrera espacial, hay varias empresas privadas como SpaceX, Blue Origin o Virgin Galactic que necesitan todos las datos disponibles para sus propios viajes y constelaciones de satélites.

El telescopio Víctor M. Blanco en Chile NOIRLab Omicrono

Aún así, THOR no es la solución definitiva destinada a resolver un cataclismo de dimensiones apocalípticas que puede causar un asteroide lo suficientemente grande. Y es que las imágenes recogidas en el estudio del equipo dirigido por Lu son de entre 2002 y 2012. De este modo, los meteoritos que no se han detectado recientemente están perdidos, aunque podrían volver a aparecer más adelante.

Además, los objetos detectados por THOR proceden del cinturón de asteroides, que se encuentra entre las órbitas de Marte y Júpiter, y no son meteoritos cercanos a la Tierra, que plantean más problemas de cálculo porque podrían solaparse con la órbita de nuestro planeta.

En cualquier caso, este algoritmo y otras iniciativas recientes para la detección de asteroides son un primer paso vital para nuestra supervivencia como especie, ya que ofrecerán tiempo suficiente para diseñar estrategias que permitan desviarlos o alejarlos de la órbita terrestre.

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