Pese a que en España el uso de la inteligencia artificial se está centrando en el uso generativo, para crear textos, vídeos o imágenes, en China empiezan a mirar hacia otro lado.
La robótica parece que será el próximo gran escenario de uso de la IA, sirviendo como el cerebro de los robots, humanoides o no, que ya se empiezan a vender.
Pero mientras el manejo autónomo está en desarrollo, lo que los ingenieros están probando es el control en remoto, usando cascos de realidad virtual o aumentada para poder ver lo mismo que los robots mientras los controlan, además de sensores de captura de movimiento.
Lo que está claro es que, aunque no lo parezca, es una actividad peligrosa, al menos si estamos en la misma habitación que ese robot.
En las últimas horas se ha vuelto viral un vídeo de un ingeniero de Unitree, una de las empresas punteras en este tipo de productos robóticos, en el que se ve entrenando al robot.
Durante una sesión de entrenamiento de un robot humanoide de última generación, el operario encargado de controlar los movimientos de la máquina sufrió un percance inesperado.
Al intentar realizar un movimiento de pierna a través de un sistema de teleoperación, el robot terminó golpeando accidentalmente al propio operario en una zona especialmente sensible.
Este incidente pone de manifiesto que, aunque la tecnología avanza a pasos agigantados, la interfaz entre el hombre y la máquina todavía presenta desafíos físicos y logísticos considerables.
La teleoperación es una técnica fundamental en el entrenamiento de robots modernos. Mediante el uso de trajes de captura de movimiento, sensores y cascos de realidad virtual, los humanos pueden proyectar sus propios movimientos en el cuerpo del robot.
Esto permite que la inteligencia artificial aprenda a través de la imitación, capturando la destreza y la flexibilidad humana.
No obstante, el riesgo surge cuando el espacio de trabajo del robot y el del operador se solapan o cuando el sistema de retroalimentación no es lo suficientemente preciso para evitar colisiones entre el avatar mecánico y su controlador biológico.
Este tipo de sucesos nos recuerda que la robótica humanoide no es solo una cuestión de algoritmos y piezas metálicas, sino también de interacción física. La búsqueda de la perfección en el movimiento requiere miles de horas de práctica, y en ese proceso, los errores son inevitables.
Lo que para muchos es simplemente un vídeo divertido en internet, para los expertos representa una oportunidad crítica para refinar la seguridad operativa.
La meta final es que estos robots puedan trabajar de forma autónoma en entornos humanos sin representar un peligro para quienes los rodean ni para quienes los supervisan.
