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El propósito principal de Trump en su regreso al despacho oval es arrancar de raíz cualquier mínimo rastro de la anterior administración demócrata. Este afán irreprimible también ha impactado en la línea de flotación de la NASA y sus planes para el corto y medio plazo en todo lo que rodea a Marte en particular y a la exploración espacial en general.

"Estados Unidos volverá a considerarse una nación en crecimiento, que aumenta nuestra riqueza, expande nuestro territorio, construye nuestras ciudades, eleva nuestras expectativas y lleva nuestra bandera hacia nuevos y hermosos horizontes", declaró el nuevo presidente en el Capitolio. "Y perseguiremos nuestro destino manifiesto hacia las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar las barras y las estrellas en el planeta Marte".

A pocos metros de Trump, un visiblemente entusiasmado Elon Musk gesticulaba con ambos pulgares hacia arriba y amplia sonrisa ante el importante anuncio presidencial. Se abre así una nueva etapa en la NASA o, al menos, una vía paralela en la cronología que todavía se maneja dentro de la agencia espacial más importante y con el presupuesto más abultado de todo el planeta.

Elon Musk, en segundo plano, celebrando las declaraciones de Trump sobre Marte La Casa Blanca

Esta inesperada referencia del nuevo presidente al planeta rojo no es la primera que realiza en los últimos meses. Ya el pasado octubre, en plena campaña electoral, Trump declaró la intención de conseguir ser "líderes mundiales en el espacio" y llegar a Marte antes del fin de su mandato, el 20 de enero de 2029.

Hasta que no haya un cambio oficial, los planes de la NASA respecto a Marte pasan obligatoriamente por la Luna y el programa Artemis. Concretamente la idea es crear todo un ecosistema tecnológico que permita el regreso de humanos a la superficie del satélite y el levantamiento de una colonia permanente.

Una vez todo eso esté atado, el siguiente paso es utilizar la superficie lunar como trampolín para llegar a Marte. La baja gravedad que genera la masa de la Luna en comparación con la Tierra la convierte en el lugar perfecto para emprender un viaje tan largo y complejo. Menos gravedad se traduce en una reducción importante del combustible a bordo de los cohetes y naves, espacio que puede emplearse para llevar más víveres o materiales para los potenciales astronautas marcianos.

Sin embargo, esta necesidad hasta ahora imperante de hacer escala en la Luna parece no estar en los planes de la nueva administración republicana. De hecho, Trump no ha mencionado ni una sola vez a Artemis durante ninguna de sus intervenciones pese a ser el programa estrella de la NASA y el que más financiación necesita en la actualidad.

El cohete SLS de la primera misión Artemis despegando NASA Omicrono

Quien sí se pronunció al respecto hace unas semanas fue Elon Musk, cuando ya se sabía que iba a incorporarse como líder en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que pretende recortar partidas de gastos "innecesarias". "La arquitectura de Artemis es extremadamente ineficiente, ya que es un programa que prioriza el empleo y no los resultados", indicó, el día de Navidad, el multimillonario sudafricano. "Se necesita algo completamente nuevo".

Cómo llegar a Marte

Con todo este revuelo alrededor de los programas espaciales lunares y marcianos, las dudas sobre cómo se llevará a cabo no han sido pocas, aunque Elon Musk ha arrojado algo de luz en las últimas semanas. "Vamos a ir directamente a Marte", aseguró a principios de enero en X al ser preguntado sobre ello. "La Luna es una distracción".

Las declaraciones llegaron sólo unos días después de que la NASA anunciara un nuevo retraso en el calendario de lanzamientos del Artemis. El programa tiene ahora previsto el primer despegue con tripulación —pero sin bajar a la superficie lunar— para abril del 2026, mientras que la misión poniendo un pie en el satélite tendrá que esperar hasta mediados de 2027. Por lo menos.

Estos plazos se cumplirán si todo marcha bien hasta entonces, porque las prórrogas han sido constantes debido, principalmente, a problemas técnicos en el escudo térmico de la nave espacial Orión y en el cohete SLS. Asimismo, el gasto acumulado desde 2012 y hasta 2025 de Artemis supera ya los 88.500 millones de euros, a los que hay que sumar los próximos ejercicios. El presupuesto inicial de la NASA para todo el programa estaba previsto que fuera en torno a 7.000 millones.

Musk y Trump durante el sexto lanzamiento de la Starship Reuters

Con estos números y ese calendario de lanzamientos tan poco prometedor, Elon Musk ya podría tener las excusas perfectas para dar carpetazo al asunto. Sin embargo, SpaceX —entre otras compañías— tiene varios contratos cerrados con la NASA por unos 4.000 millones de euros para el desarrollo de una versión específica de la nave espacial Starship; con la que llevar a los astronautas desde la órbita lunar hasta su superficie.

Esta nave espacial tan particular es la denominada HLS (Human Landing System, Sistema de Aterrizaje Humano) que, en un futuro y tras haberse probado en la Luna, podría ser la candidata perfecta para ejecutar la misma misión en Marte. SpaceX tiene el encargo de modificarla convenientemente para albergar a los astronautas en su periplo lunar, proporcionando instalaciones tanto científicas como habitacionales.

El desarrollo todavía no está muy claro y Musk hace tiempo que no hace referencia a cómo será esta versión de la Starship. Lo que sí se conoce es el reciente fracaso en el séptimo vuelo de la nave, que explotó en el cielo sobre el Caribe hace sólo unos días, y que prometía ser la plataforma más fiable hasta ahora al incorporar algunas modificaciones y nuevos materiales.

Conseguir un perfecto funcionamiento de la Starship es clave tanto para el regreso a la Luna como el primer viaje a Marte. Para el satélite, la NASA y SpaceX acordaron lanzar varias de estas unidades para crear una red de repostaje espacial. La Starship dedicada a ser el módulo de aterrizaje lunar (HLS) iría entonces acoplándose a cada una de ellas para recargar los tanques de combustible a medida que se acerca a la Luna. Una operativa que podría replicarse a la hora de llegar al planeta rojo, aunque a una escala mucho mayor.

Musk y Trump antes del lanzamiento de Satship Reuters

Del viaje directo a Marte, sin pasar por la Luna, nada se sabe más allá de ser una intención de Musk para el medio plazo. El multimillonario al frente del DOGE planea lanzar las primeras naves en el año 2026, cuando se abre la más inmediata ventana de lanzamiento. Serán misiones sin tripulación a bordo y con la intención de establecer allí una suerte de campamento base mínimo.

Para ello tendrá que solucionar todos los problemas técnicos de la Starship y cumplir escrupulosamente con el calendario de este 2025, que terminará en la certificación de la nave espacial. A partir de ese momento, la cadencia de fabricación de unidades deberá incrementarse para satisfacer la necesidad de plataformas, con la dificultad añadida de las diferentes versiones: HLS, como gasolineras orbitales, despliegue de satélites de Starlink y otras preparadas para Marte. 

El primer tripulado, en 2028

El desafío real de este viaje interplanetario está en las misiones tripuladas, mucho más exigentes, demandantes de recursos y limitadas que las expediciones sólo con carga. De las declaraciones de Trump se extrae la pretensión de realizar estos trayectos a cuenta del erario destinado a programas espaciales, algo que está por ver cómo encaja en la hoja de gastos.

Musk propone el primer viaje con astronautas en 2028 —cuando se abre la siguiente ventana después de 2026—, coincidiendo exactamente con el final del mandato del nuevo presidente estadounidense. Pero las tecnologías planteadas para permitir ese trayecto todavía se encuentran muy poco desarrolladas.