Turquía siempre ha apostado por la diversificación en cuanto a sus compras militares. De esta manera, a la par que desarrollaba su propia industria de defensa, ha optado por distintos proveedores a la hora de adquirir tecnología bélica, algo similar a lo practicado también por India. Mediante esta estrategia, no obstante, no siempre ha conseguido los resultados deseados.
El ejemplo más claro de esto tuvo lugar cuando, en 2021, Washington expulsó definitivamente a Ankara del proyecto del F-35, descartando no solo la compra del caza por parte de Turquía sino también la participación de la industria turca en la cadena de suministro de los aviones, para los que preveía aportar varios componentes. Dos años antes, Estados Unidos ya había suspendido a su -hasta entonces- socio del programa.
La drástica decisión de la Casa Blanca, durante la administración del demócrata Joe Biden, fue una respuesta directa a la apuesta del presidente turco, Recep Erdogan, por el sistema de defensa antiaérea S-400 de Rusia, cuya compra, en 2019 y por 2.130 millones de euros, el Gobierno turco justificó ante la negativa estadounidense de venderle misiles Patriot.
Sin embargo, este movimiento le ha traído varios dolores de cabeza a Turquía, más allá de verse fuera del avión de combate de quinta generación fabricado por Lockheed Martin. La imposibilidad de integrar al 100% los sistemas rusos, dada su incompatibilidad con los estándares OTAN, ha supuesto la prácticamente nula disponibilidad de los mismos.
Ahora que Donald Trump está dispuesto a relanzar el vínculo con Turquía e incluso a reconsiderar la venta del F-35, Ankara estudia qué hacer con la tecnología de defensa antiaérea adquirida a Moscú. Según los últimos trascendidos, el Gobierno turco, siguiendo el consejo de Washington, sopesa desinstalar un componente esencial del S-400 con el objetivo de declararlo inoperable.
De esta manera, podrían sortearse las restricciones de la denominada ley estadounidense CAATSA, que sanciona a aquellos países considerados adversarios de Estados Unidos y que, justamente, fue la que se aplicó contra Turquía en 2021. No obstante, la última palabra al respecto no la tiene Trump sino el Congreso de Estados Unidos.
Pese a haber cerrado recientemente la compra de 40 cazas Eurofighter, Erdogan está más interesado que nunca por adquirir el caza de quinta generación estadounidense. Las prisas de Turquía responden al temor de quedarse por detrás de varios de sus rivales regionales, como Israel y Grecia, que ya disponen o han contratado el F-35.
La imprevista ayuda de Rusia
Inesperadamente, Vladimir Putin estaría dispuesto a echar una mano a Erdogan. Según ha publicado el medio turco Nefes, Moscú ha ofrecido a Ankara recomprar sus S-400, lo que facilitaría mucho las cosas tanto a Turquía y EEUU para destrabar una posible venta del avión de combate.
Detrás de esta repentina ayuda, se esconde la necesidad del Kremlin de reponer su inventario de estos sistemas de defensa antiaérea, mermado como consecuencia de la guerra en Ucrania. En este sentido, Rusia no cuenta con unidades adicionales del S-400 en almacén más allá de los sistemas desplegados en el frente de combate.
Los sistemas de defensa antiaérea S-400 participan en el desfile militar del Día de la Victoria.
Esta escasez se contrapone a la alta demanda que ha experimentado el S-400 por parte de países próximos a Moscú y que han continuado comprándole armamento pese a la invasión rusa a Ucrania. El caso más paradigmático es el de India, que ha comprado cinco sistemas S-400, de los que tres ya fueron suministrados.
La llegada de los dos sistemas restantes ha sufrido más de un retraso, ante la ya mencionada necesidad rusa en el campo de batalla. Esto ha llevado a Moscú y Nueva Delhi a fijar nuevas fechas de entrega entre 2026 y 2027. Esta reprogramación no ha menoscabado el interés indio por el S-400 y ya ha anunciado su voluntad de comprar más unidades, tras el breve conflicto mantenido contra Pakistán, en mayo de este año.
296 nuevos cazas
La reactivación de las negociaciones entre Estados Unidos y Turquía por el F-35 coincide con una nueva autorización del Pentágono a Lockheed Martin para la construcción de hasta 296 cazas, correspondiente a los lotes 18 y 19.
Con este contrato, la empresa aeroespacial asegura la continuidad de la línea de producción, evitando pausas industriales que podrían repercutir negativamente en proveedores más pequeños. Estas unidades no se destinarán únicamente a engrosar la flota de la Fuerza Aérea estadounidense sino, especialmente, a dar cumplimiento a los pedidos realizados por numerosos países alrededor del mundo.
Caza F-35 de la Fuerza Aérea de EEUU
Así, entre los nuevos aviones se cuentan los 35 aparatos encargados por Alemania, los 88 solicitados por Canadá, las tres docenas pedidas por Suiza y las 20 unidades adquiridas por Singapur. De igual manera, se proseguirá con las entregas ya iniciadas a Polonia, Italia, Dinamarca, Finlandia, Bélgica, Japón y Corea del Sur.
En la actualidad, más de 1.230 cazas F-35 son operados por un total de 12 países. Entre todos, la aeronave de quinta generación de Lockheed Martin ya ha superado el millón de horas de vuelo.
