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Donald Trump y sus asesores, Steve Witkoff y Jared Kushner, aterrizaron en Sharm el-Sheij para rubricar el acuerdo de paz entre Israel y Hamás en compañía de una veintena d líderes internacionales tras un intenso fin de semana, en el que tanto Witkoff como Kushner fueron agasajados y vitoreados en las calles de Tel Aviv.

Aunque Trump es una figura muy controvertida y criticada en Europa, su popularidad en Oriente Próximo es enorme. Lo es entre las monarquías árabes —y sin esa popularidad no se entienden los Acuerdos de Abraham de 2020 ni el apoyo unánime de la Liga Árabe al plan de paz estadounidense—, pero lo es aún más en Israel, un país que vive en un estado de convulsión política constante y en el que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, es tan adorado como cuestionado por la sociedad civil.

Desde luego, si dependiera de los ciudadanos de Israel y de los gobiernos aliados de la causa palestina, el plan de paz acabaría con una autoridad independiente gobernando Gaza, garantizando la seguridad de Israel y gestionando la inversión extranjera en el enclave mediterráneo. Algo que, a su vez, permitiría a Egipto, Jordania, Siria y otros países de la región librarse del problema de acoger a cientos de miles de refugiados palestinos.

Netanyahu y Hamás, ausentes

Otra cosa son, sin embargo, los máximos responsables del conflicto, que son los que siempre han puesto palos en las ruedas de la negociación.

El llamado "Plan Trump" no difiere en esencia de lo que ya propusieron Antony Blinken y Joe Biden en su momento. Lo que ha cambiado ha sido, en primer lugar, la capacidad de persuasión de Trump y, en segundo, la torpeza de Netanyahu al atacar Doha, lo que podría haber supuesto una escalada completamente intolerable para Estados Unidos y que, sin duda, ha acelerado el proceso.

No falta quien cree que Netanyahu ha aceptado el plan convencido de que Hamás lo rechazaría. Tampoco falta quien sostiene que Hamás ha dicho que sí al acuerdo sin intención real de abandonar el poder en Gaza ni de entregar las armas.

En cualquier caso, lo que parece claro es que ninguna de las dos partes se muestra especialmente orgullosa del pacto alcanzado o, al menos, no quiere escenificarlo. Ni el primer ministro israelí estará en Egipto ni habrá representación oficial del grupo islamista.

La excusa oficiosa es que no quieren coincidir con enemigos comunes como Mahmud Abás y los delegados de la Autoridad Palestina. Lo cierto es que parece más bien que temen que sus seguidores más radicales les pasen factura por lo que podrían considerar una traición.

Por mucho que Trump repita que "no hay vuelta atrás" y haya escenificado esta gran cumbre internacional con decenas de países, la duda sobre los siguientes pasos sigue abierta.

Las dificultades de una Gaza sin Hamás

Porque, más allá del carisma y la capacidad de convicción del presidente estadounidense, los problemas políticos siguen donde estaban.

Por un lado, Hamás ha liberado a los rehenes y se encuentra en una posición negociadora muy débil, tanto por el alto número de bajas en sus filas como por la situación crítica de su principal aliado, Irán. Dicho esto, cuando una organización autoritaria controla cada recoveco de una sociedad durante dos décadas, es difícil cambiarlo todo de la noche a la mañana.

Aún no está claro qué papel jugarán Catar y Turquía, los otros dos patrocinadores del grupo. Lo que se dice en público, a menudo no se confirma en privado.

¿Está realmente Hamás dispuesto a desaparecer sin más o hará algo similar a los talibanes, que abandonaron el poder en Afganistán pero se refugiaron en Doha para preparar su regreso en 2021? Y más aún, ¿aceptará ceder el poder o, en el peor de los casos, colaborar con la nueva administración internacional que se está gestando? Hamás conoce cada túnel de la Franja, sabe dónde están los arsenales y controla cada nivel de la administración… o de lo que queda de ella.

En otras palabras, Hamás no solo debe apartarse. Debe además informar y asesorar a quienes lo sustituyan, sabiendo que no formará parte del nuevo orden. Se trata de una organización islamista con una misión declarada: acabar con Israel.

Tras dos años de sangría prolongada en el tiempo, pensar que facilitará el proceso resulta demasiado optimista.

No a la solución de los dos Estados

Por parte israelí, el debate sobre la solución de los dos Estados tampoco es nuevo. El Likud se opone a ella, y sus socios ultraortodoxos apoyan directamente la anexión de todos los territorios controlados por la Autoridad Palestina.

Hasta un 63% de los israelíes, según una encuesta de Gallup publicada en agosto, están en contra. Y, sin embargo, el "Plan Trump" parece orientar el futuro hacia esa hipótesis, la preferida por Naciones Unidas y por la propia Administración estadounidense desde los tiempos de Jimmy Carter.

Durante sus sucesivos mandatos desde 1996, Netanyahu ha optado por debilitar a la Autoridad Palestina por miedo a que un gobierno fuerte y cohesionado pueda suponer una amenaza para Israel. Aunque sus aliados han intentado convencerle de lo contrario —que un Estado palestino con un gobierno razonable que reconozca a Israel garantizaría la seguridad regional—, la desconfianza sigue pesando más que cualquier cálculo político.

Para que un gobierno autónomo logre reconstruir Gaza política, social y económicamente es imprescindible la ayuda de Israel. ¿La tendrá? Parece difícil mientras Netanyahu siga siendo primer ministro y dependa de Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich como socios de coalición.

El proceso deberá demostrarse con hechos: Estados Unidos tendrá que implicarse de lleno, los países árabes deberán convencer a Tel Aviv de que una Palestina fuerte no es una amenaza y ambas partes deberán hacer un esfuerzo pedagógico con sus respectivas poblaciones.

El primer gesto, conviene insistir, no invita al optimismo. En un momento que el mundo percibe como histórico, la ausencia de ambas partes y su negativa a coincidir con quienes deben liderar el siguiente paso en Gaza son una mala señal. Trump insiste en que está preparado para pasar a la segunda fase; la cuestión es si los interesados también lo están.