Benjamin Netanyahu ha dado un paso más en su deriva hacia el nacionalismo religioso más radical.
El primer ministro israelí pretende nombrar a David Zini, general de 51 años con un largo historial de vínculos con la ultraderecha religiosa y con la familia del propio mandatario, como nuevo jefe del Shin Bet, el poderoso servicio de seguridad interior.
Una designación que, según analistas y exaltos mandos militares, amenaza con transformar al organismo en un instrumento ideológico al servicio del Gobierno y poner en riesgo lo que queda de los frágiles contrapesos democráticos de Israel.
David Zini y Benjamin Netanyahu.
Zini, antiguo comandante de la Brigada Golani y posteriormente ascendido a general gracias al empuje del lobby de colonos y a presiones de la oficina del primer ministro, ha cultivado durante años un perfil ambivalente.
De joven oficial, en los años noventa, criticaba los abusos cometidos en los territorios ocupados y mostraba desconfianza hacia los excesos autoritarios.
Pero con el paso del tiempo se alineó con las corrientes más extremistas del sionismo religioso, vinculándose estrechamente a los rabinos Zvi Yisrael Thau y Yehoshua Zuckerman, figuras centrales de la corriente homófoba y antiliberal representada por el partido Noam.
El propio Netanyahu rechazó en un primer momento su promoción a secretario militar, tachándolo de “demasiado mesiánico”.
Sin embargo, tras la masacre de Hamás del 7 de octubre de 2023, el relato de Zini como supuesto “visionario” que había advertido de los riesgos de infiltraciones en Gaza fue utilizado por el primer ministro para justificar su ascenso.
Investigaciones posteriores de Haaretz desmontaron esa narrativa: Zini nunca participó en los combates en los que se le atribuyó heroísmo y su “informe profético” era en realidad un documento rutinario sobre medidas de seguridad fronteriza.
Shin Bet ideologizado
El Shin Bet dispone de poderes extraordinarios: desde arrestos administrativos hasta vigilancia masiva e interrogatorios severos.
Bajo la dirección de Zini, temen sus críticos, esas herramientas podrían utilizarse contra opositores políticos y movimientos sociales, como ya insinuó el ultraderechista Moshe Feiglin al celebrar que, con él al frente, la agencia actuaría como una “policía secreta” contra las protestas en Tel Aviv.
Zini ha dejado claro que ve el conflicto en Gaza como una “guerra eterna” y que considera la victoria total como único horizonte.
Ha elogiado públicamente a rabinos extremistas que predican la expulsión de palestinos, la supremacía religiosa y la necesidad de “erradicar a Amalek”,un concepto bíblico que en la práctica justifica la violencia indiscriminada contra enemigos definidos como existenciales.
Su entorno familiar refuerza esas posiciones. Su esposa, Naomi, publicó en 2024 un libro en el que sostiene que “destruir casas en Gaza es un mandamiento” y que no basta con arrasar sino que es necesario “heredar y asentar” la tierra.
Uno de sus hermanos, Bezalel, dirige operaciones de demolición masiva en la Franja como parte de una unidad semiprivada, mientras otro, Shmuel, mantiene estrechos vínculos con el magnate Simon Falic, benefactor habitual de la familia Netanyahu.
Nombramiento sospechoso
El proceso de designación ha estado marcado por irregularidades. Netanyahu ofreció el cargo a Zini en un encuentro privado en el desierto, sin conocimiento del jefe del Estado Mayor ni de su secretario militar.
Tras la destitución del anterior director del Shin Bet, Ronen Bar, por investigar casos que rozaban al entorno del primer ministro, la fiscal general consideró inicialmente ilegal el nombramiento por conflicto de interés.
Finalmente, se alcanzó un compromiso que permitirá a Netanyahu imponer su decisión tras una revisión formal centrada solo en la “integridad personal” del candidato.
Exfuncionarios de la agencia alertan de que poner al frente a un hombre tan marcado por su militancia ideológica es dinamitar la neutralidad de una institución clave para la seguridad del país.
“El Shin Bet es del Estado, no del Gobierno de turno. Zini nunca debió aceptar ese nombramiento en esas condiciones”, declaró un exoficial.
Para críticos y defensores de la democracia israelí, el peligro es claro: un aparato de seguridad que, en manos de un líder mesiánico, podría dejar de perseguir amenazas reales para volcarse en sofocar la disidencia interna.
