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Crece la tensión entre el gobierno de Israel y sus aliados occidentales con motivo de su salvaje represión a los palestinos en Gaza y Cisjordania. Mientras dicha represión se limitó a las zonas pobladas por musulmanes, la condena fue tibia y casi siempre con un punto de justificación.

Los hechos ocurridos en la última semana, sin embargo, pueden marcar un antes y un después en la relación del estado hebreo con la cristiana Europa y con los Estados Unidos.

Apenas dos días después de que la primera ministra italiana Giorgia Meloni saliera públicamente a criticar a Israel por su política de bombardeos indiscriminados sobre la Franja con motivo de la destrucción parcial de la Iglesia Católica de la Sagrada Familia en Gaza, el Vaticano ha elevado el tono sustancialmente este fin de semana.

El viernes por la noche fue el secretario de estado, Pietro Parolin, quien insinuó en la televisión pública italiana que el ataque podría no haber sido "un error", como habían manifestado en su momento las autoridades militares israelíes.

Parolin pidió una explicación oficial por parte del gobierno de Tel-Aviv y exigió una investigación a fondo que demostrara con pruebas que el ataque no había sido premeditado. Aunque el Papa León XIV y Netanyahu hablaron a las pocas horas del bombardeo, se ve que las explicaciones del primer ministro israelí no bastaron al Papa o no fueron lo suficientemente claras.

De hecho, el propio León XIV, durante la ceremonia del Angelus en la Plaza de San Pedro de este domingo, se unió a las críticas de su secretario de estado, con un tono menos acusador, pero igual de contundente.

El cardenal Prevost calificó de "barbarie" la actuación israelí en Gaza, honró delante de sus fieles a los tres muertos en el bombardeo de la Sagrada Familia y se mostró muy crítico con el plan del ministro de defensa, Israel Katz, de crear una “zona humanitaria” en la que concentrar a millones de civiles gazatíes tras desalojarles de sus hogares.

Esta misma semana, el gobierno israelí seguía pidiendo a Estados Unidos que mediara con terceros países para ver si alguno podía acoger a estos millones de palestinos. Obviamente, nadie está dispuesto.

Miedo a un expansionismo cultural y religioso

Este aluvión de críticas por parte de la Santa Sede y del gobierno italiano es inédito. Siendo cierto que el Vaticano no reconoció oficialmente al estado de Israel hasta el 30 de diciembre de 1993, las relaciones entre ambos países han sido de una tensa cordialidad durante estas más de tres décadas.

Hay muchas cosas que, en principio, los enfrentan. Cuestiones territoriales que tienen que ver con los activos cristianos -no solo católicos- en lo que también es para ellos Tierra Santa y cuestiones políticas, como es la decidida apuesta del Vaticano por la "solución de los dos estados", especialmente desde el reconocimiento de Palestina en 2015.

En medio, como siempre, queda el irresoluble estatus de la ciudad de Jerusalén, en Cisjordania, ciudad sagrada para las tres grandes religiones monoteístas y que el Vaticano no quiere bajo ningún concepto que quede exclusivamente en manos de los israelíes.

Por eso, desde la Santa Sede hay dudas, razonables, de que la estrategia expansionista de Israel desde la masacre terrorista del 7 de octubre de 2023, incluya también una vertiente cultural y religiosa.

No ya por una cuestión de antisemitismo, como se repite desde Tel-Aviv, o pura paranoia, sino porque, básicamente, es lo que repiten día sí y día también Smotrich, Ben Gvir y los demás ministros de Sionismo Religioso, hablen en nombre propio o en nombre del gobierno de Netanyahu.

La justificada represalia sobre Gaza va camino de convertirse en la anexión de un territorio cedido a la Autoridad Palestina en virtud de numerosos tratados. Los ataques contra Hezbolá en Líbano han potenciado la presencia de las FDI en el sur del país… y la defensa del pueblo druso va camino de convertirse en la justificación para una nueva guerra con Siria que permita a Israel quedarse con buena parte del sudoeste del país, incluidos los Altos del Golán.

El embajador estadounidense llama la atención a los colonos

Precisamente la actitud de las milicias de Sionismo Religioso en Cisjordania, donde los asentamientos continúan pese a los acuerdos internacionales y donde los legítimos propietarios son expulsados de sus casas para alojar a judíos ortodoxos, ha despertado las críticas también en Estados Unidos.

No es algo nuevo porque la Administración Biden ya amenazó con severas sanciones si estos desalojos continuaban, pero la Administración Biden tenía un serio problema a la hora de pasar de las amenazas a los actos.

La Administración Trump presume de lo contrario, pero eso está por ver. De momento, el embajador estadounidense en Israel, Mike Huckabee, visitó este sábado la ciudad de Taybeh, poblada por palestinos cristianos.

Huckabee escuchó las quejas de los habitantes y calificó el reciente expolio de las ruinas de la iglesia de San Jorge como "un crimen contra la Humanidad y contra Dios". "Mi labor es proteger a todos los estadounidenses, sean musulmanes, judíos o cristianos", añadió el embajador.

La comunidad cristiana de Taybeh refirió a Huckabee el continuo acoso de los colonos judíos, así como el colaboracionismo del gobierno de Tel-Aviv en estas acciones. Hay que recordar que Mike Huckabee no es precisamente un cualquiera dentro del Partido Republicano: hombre profundamente religioso, fue gobernador de Arkansas durante once años, poco después de la marcha de Bill Clinton a la Casa Blanca.

Además, fue el máximo competidor de John McCain para la nominación republicana en las presidenciales de 2008 y volvió a intentar tímidamente optar a la presidencia en 2015, pero fue arrasado por el huracán Trump.

Trump y la paz que no llega

Huckabee se ha definido abiertamente como "sionista declarado" y se ha mostrado en contra de la solución de los dos estados, al considerar que no hay un pueblo palestino como tal, sino la mezcla de distintas tribus árabes procedentes de países vecinos.

Su nombramiento por parte de Trump fue recibido con algarabía en Tel-Aviv al considerar que les mandaban a "uno de los suyos", con lo que hay que interpretar estas declaraciones contra los asentamientos en Cisjordania como un mensaje directo de la Casa Blanca.

De hecho, es sabido que Trump está de uñas con Netanyahu por su negativa a firmar el acuerdo de alto el fuego en Gaza que lleva sobre la mesa más de dos semanas con el beneplácito estadounidense.

Tampoco ha gustado el empeño en atacar Damasco y aumentar la inestabilidad en Siria ahora que Estados Unidos empezaba a entenderse con el nuevo gobierno, un gobierno que necesita apoyos para unir a las distintas facciones que campean ahora mismo a sus anchas por Siria y no ataques que lo deslegitimen a los ojos de los ciudadanos.

Así no hay manera de "pacificar" la zona, ni de retomar los negocios con las monarquías árabes ni de ganar el Premio Nobel de la Paz por muchas cartas que envíe Netanyahu a Oslo. Trump necesita algo más que palabras y no lo está obteniendo.

Enfrentarse con la religión mayoritaria en Europa, con uno de sus máximos aliados como es Italia y con su gran garante económico y militar, que es Estados Unidos, no parece la mejor estrategia, pero el primer ministro israelí se ha acostumbrado a tirar de la cuerda y, como de momento no se ha roto, nada le hace pensar que lo hará en el futuro.