El 30 de diciembre de 2006, el dictador iraquí Sadam Huseín murió condenado a la horca. Una década después, Irak afronta una plétora de desafíos, entre ellos, el azote del autodenominado Estado Islámico y la sombra de un futuro incierto tras la erradicación del grupo terrorista.

Alegando la existencia de armas de destrucción masiva -que nunca fueron encontradas-, Estados Unidos invadió Irak en 2003 respaldado, entre otros, por España. El derrocamiento de Huseín abrió un capítulo de inestabilidad en el país que todavía no se ha solucionado.

La invasión es vista ampliamente como una decisión desatinada. El hoy presidente saliente de EEUU, Barack Obama, la calificó de “error” y su sucesor, Donald Trump, asegura que siempre se opuso a ella.

Un exagente de la CIA crítico con el análisis que los servicios de Inteligencia estadounidenses realizaron sobre Irak tras la tragedia del 11-S aseguró a este diario que, en realidad, lo que dijera la Comunidad de Inteligencia “no iba a tener ningún efecto a la hora de ir a la guerra”, ya que el atentado dio a la Casa Blanca “una escusa para invadir Irak”.

Huseín dirigió el país rico en petróleo con puño de hierro y mentalidad belicosa. En la década de 1980 atacó a Irán para poco después iniciar la llamada Guerra del Golfo al entrar por la fuerza en su también vecino Kuwait. Sin embargo, la caída del dirigente sumió Irak en el caos.

“Probablemente fue el mayor error de la política exterior estadounidense”, afirma a EL ESPAÑOL, Jeremy Shapiro, quien fuera asesor de Hillary Clinton en el Departamento de Estado para la región del Norte de África y el Mediterráneo Oriental y hoy es director de investigación en el European Council on Foreign Relations (ECFR), un laboratorio de ideas paneuropeo. “Y no importa cuánta planificación hubiéramos tenido, Estados Unidos no habría tenido la capacidad para establecer un Gobierno efectivo después de Sadam Huseín”.

Tras la captura de Huseín, se creó un Gobierno iraquí interino. En 2005, Irak aprobó una nueva Constitución y poco después celebró sus primeras elecciones desde el inicio de la ocupación. Pero los sucesivos Ejecutivos no han logrado estabilizar el convulso país.

Invadir Irak probablemente fue el mayor error de la política exterior estadounidense

La invasión dio paso a un complejo conflicto civil con una cruenta guerra de guerrillas, caldo de cultivo para la eventual expansión de Estado Islámico. Después de que Huseín -suní- perdiera el poder, la mayoría religiosa chií pasó a controlar el Gobierno. La violencia sectaria estalló y se conformó una insurgencia contraria a la injerencia extranjera y las autoridades en Bagdad.

Siguiendo el plan de su predecesor, George W. Bush, al término de 2011 Obama había retirado a las tropas estadounidenses de Irak. Lejos de resolverse los problemas del país, en 2014 Estado Islámico proclamó su “califato” a ambos lados de la frontera con Siria y estableció un bastión en Mosul, la segunda urbe iraquí. Una coalición internacional capitaneada por Washington lucha desde entonces contra la organización terrorista en Oriente Próximo por medio de bombardeos y apoyando a combatientes locales.

Pascale Warda, que fuera ministra de Inmigración y Refugiados en el Gobierno interino post-Sadam, opina que las autoridades locales no supieron reaccionar ante la partida de los norteamericanos. “No estaban haciendo nada, esperaban a que otros hicieran cosas, pero los estadounidenses ya no estaban”, denunciaba en una entrevista con este diario en mayo.

Warda, de la minoría cristiana asiria, aseguraba que Bagdad estaba al corriente del auge de Estado Islámico y que, aun así, no actuó en consecuencia. Para ella, a día de hoy no existe cohesión entre las autoridades iraquíes y los políticos actúan sólo en su interés propio. “Nadie trabaja para la población de Irak; todos trabajan para sí mismos”, afirmó.

Desde mediados de octubre las fuerzas iraquíes, combatientes kurdos y milicias respaldadas por el Gobierno de Bagdad pelean con el respaldo de la coalición internacional para recuperar Mosul de manos de Estado Islámico. Allí permanecen atrapados en torno a 1,5 millones de personas -entre ellos al menos 600.000 niños- víctimas de la violencia y la escasez, según datos proporcionados la semana pasada por Unicef.

Este jueves las fuerzas iraquíes iniciaron la segunda fase de la operación para liberar Mosul, que avanza lentamente y ya ha generado más de 100.000 desplazados, que se suman a los tres millones presentes en el conjunto de Irak. El mes pasado unos 3.000 iraquíes entre civiles y combatientes perdieron la vida a raíz de la violencia y el terrorismo en el país que fuera cuna de la civilización, estima la ONU. 

LA LACRA DEL DÁESH

Estado Islámico ha aterrorizado Irak. Iraq Body Count, una organización basada en Reino Unido que cuantifica la violencia en Irak, ha contado unas 25.000 muertes documentadas de civiles a manos del grupo terrorista, que también captura y explota a la población. La Unión Europea ha reconocido este año con el Premio Sájarov de Derechos Humanos a dos mujeres yazidíes que escaparon de la esclavitud bajo el yugo de Estado Islámico, que ha vejado a esta minoría religiosa.

Unicef Irak contaba la semana pasada a este diario que 2014, año de la expansión del también llamado Dáesh, supuso un punto de inflexión para el empeoramiento de la situación de los niños iraquíes. El organismo internacional aseguró que los vecinos de Mosul que entrevista coinciden en que la ciudad se paralizó con la entrada de los terroristas: las mujeres no podían andar solas, el desempleo se disparó y algunos padres sacaron a sus hijos de la escuela por miedo a que fueran “adoctrinados”.

Por su parte, el Banco Mundial afirma que el auge de Estado Islámico y la caída de precios de petróleo han “impactado negativamente la economía desde mediados de 2014”.

Nadie trabaja para la población de Irak; todos trabajan para sí mismos

Pero se teme que la erradicación de este grupo terrorista en Irak no supondrá el fin de la violencia ni las adversidades para el país que fuera cuna de la civilización.

“Se espera ampliamente que la situación sea peor tras librarnos del EI”, afirma por correo electrónico Haider al Ibrahimi, director ejecutivo de Sanad for Peacebuilding, una ONG iraquí respaldada por el Instituto para la Paz de Estados Unidos que busca fortalecer la democracia y los derechos humanos en el país. “Surgirían un montón de nuevos problemas mientras que la incapacidad del Estado para hacerles frente persistiría”.

Ibrahimi denuncia una falta de confianza generalizada de los ciudadanos en las instituciones, no sólo por la constante violencia sino también por las dificultades económicas y los problemas a la hora de proporcionar servicios básicos. Opina que los conflictos a nivel comunitario, entre minorías y la violencia tribal no desparecerán con Estado Islámico. Tampoco lo harán el extremismo, la radicalización y la discriminación, así como el éxodo de iraquíes al exterior, pronostica.

Asimismo, Ibrahimi considera que Bagdad y el semiautónomo Kurdistán iraquí tienen cuestiones por resolver y la tensión entre ellos podría escalar tras la liberación de Mosul por disputas territoriales.

Se espera ampliamente que la situación sea peor tras librarnos de Estado Islámico

A falta de 21 días para la llegada al poder de la nueva Administración estadounidense, muchos se preguntan cuál será la estrategia del presidente Trump respecto a Irak. El futuro comandante en jefe se ha mostrado muy crítico con la política exterior de Barack Obama y Hillary Clinton, a quienes ha acusado de perder Mosul y propiciar el desarrollo de Estado Islámico.

Para Shapiro, el exasesor del Departamento de Estado, predecir la postura del republicano resulta imposible. “No me sorprendería ni que enviara 200.000 tropas a Irak ni que saliera completamente de Irak”, afirma. “Puedes encontrar respaldos a ambas posturas tanto entre sus asesores como en las declaraciones que ha hecho”.

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