Alejandro Requeijo Daniel Montero

Cuando los terroristas de Estado Islámico tomaron la ciudad de Mosul a mediados de 2014 corrieron a saquear las cuentas bancarias de cristianos y musulmanes locales. Además, obligaron a pagar un impuesto del 5% a todo aquel que quisiera sacar dinero en efectivo. Era su forma de interpretar el mandamiento que tiene todo buen musulmán de dar limosna (el zakat). Este es sólo uno de los medios de financiación de los yihadistas en los lugares bajo su control. Ahora, la pérdida de territorios pone en jaque la estructura económica del considerado grupo terrorista más poderoso de la historia. La caída de Mosul, segunda ciudad más importante de Irak, significaría un antes y un después en su capacidad financiera.

"No os retiréis. Mantener el terreno con honor es mil veces más fácil que retirarse con vergüenza". Así clamaba esta semana a través de un mensaje de audio el líder de la organización, Abu Bakr Al Baghdadi, alias 'califa Ibrahim'. Pedía a los suyos aguantar las posiciones ante el asedio de Mosul por parte del ejército iraquí apoyado por la comunidad internacional. Los territorios del norte del país son claves para Daesh. El botín extraído en las sucursales bancarias de Irak alcanzó los mil millones de dólares en efectivo, según cálculos de EEUU. Aunque la gran mayoría de sucursales están ubicadas en Bagdad, actualmente sigue habiendo 90 oficinas en zonas controladas por los terroristas.

50 dólares por una esposa

Otro de los negocios a los que tendría que renunciar Estado Islámico en caso de ser expulsados es el tráfico de seres humanos del que ellos mismos presumen en sus publicaciones propagandísticas como la revista Dabiq. Esta actividad es especialmente prolija en el norte del país con la minoría yazidí y en concreto con mujeres y niños: 50 dólares si lo que se busca es una esposa, 100 dólares es lo que cuesta una esclava y 35 dólares adicionales por niño. Pese a todo, estas cantidades no suponen grandes beneficios económnicos al grupo. Es más bien un medio para satisfacer a sus militantes, según recoge un informe elaborado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos dependiente del Ministerio de Defensa recogido por EL ESPAÑOL.

El petróleo de la zona es otro de los tesoros a los que tendría que renunciar Daesh a pesar de las técnicas primitivas que utilizan para la extracción y refinamiento del crudo. Los mayores beneficios de este negocio están en la venta a la población local y las rutas de contrabandistas. Según el informe, un camión que transporte unos 150 barriles gana aproximadamente entre 3.000 y 5.000 dolares. A esto hay que sumarle los gravámenes que impone Estado Islámico sobre todas las mercancías que circulan por su territorio. En el norte de Irak ese impuesto de circulación es de 200 dólares.

Explotación agrícola

La explotación de grandes terrenos agrícolas también forma parte de los sistemas de financiación que perdería Daesh con su expulsión de Irak. La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estima que los yihadistas se han hecho con un 40 por ciento de las tierras de trigo cultivadas en el país. Especialmente significativo es el silo de trigo que controlan en la localidad de Makhmur, el más grande de Irak y del que depende un 8 por ciento de la producción nacional. Se encuentra a escasos 100 kilómetros de Mosul.

La imposibilidad de controlar territorios, carreteras y fronteras merma también otro de los negocios más lucrativos de Estado Islámico: el secuestro de personas para cobrar el rescate. Según las estimaciones del Grupo de Acción Financiera (GAFI) para la prevención del terrorismo, esto ha reportado al grupo entre 20 y 45 millones de dólares. En un nivel muy inferior se encuentra la financiación del grupo a partir del dinero que aportan los foreing fighters que se desplazan desde sus lugares de origen para hacer la yihad. Este dinero procede del envío de familiares o consiste en dinero en efectivo que llevan encima los propios voluntarios, siempre por debajo de los 1.000 euros.

No obstante, el grupo terrorista también tiene que hacer frente a gastos considerables. Daesh paga a sus combatientes entre 350 y 500 dólares, que multiplicado por los 20.000 o 30.000 militantes con los que cuenta eleva la factura a unos diez millones de dólares mensuales, sólo en salarios. A la espera del desenlace del asedio a Mosul, "este modelo económico parece difícil de sostener si los ingresos se derivan en su mayoría de fuentes ilícitas y si a día de hoy aún no ha desarrollado un método exitoso para llevar a cabo la extracción y el refinamiento de petróleo por sus propios medios", vaticina el informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos.

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