“Si hubiera sabido lo que me iba a ocurrir cuando me seleccionaron para participar en el rescate de los rehenes de Entebbe, habría actuado de la misma manera”, asegura Sorin Hershku, 40 años después de que una bala le entrara por el labio superior del lado derecho de la boca, perforara el maxilar y penetrara en la médula espinal, provocándole una parálisis total desde el cuello hasta los pies. “Participar en aquella operación de rescate supuso todo un honor para mí”, señala orgulloso desde su apartamento de Tel Aviv, situado a escasa distancia del Beit HaHohen, la institución benéfica del Ejército israelí que proporciona servicios de rehabilitación para los veteranos heridos en acto de servicio.

Hershku, que nació en Rumanía y emigró a Israel a los 12 años junto a sus padres y a su hermano mayor Ilan, había realizado el servicio militar en Israel (obligatorio para hombres y mujeres) en la prestigiosa Brigada Paracaidista y estaba a punto de cumplir con sus tres años de instrucción cuando fue movilizado a última hora para una operación especial. “En un primer momento pensamos que se trataba de una acción en Líbano, pero cuando llegamos a la base y vimos cómo entrenaban entrando y saliendo de un avión, nos dimos cuenta de que se trataba de Entebbe”, continúa.

Pocos días antes, el 27 de junio de 1976, cuatro miembros de un comando conjunto del Frente para la Liberación de Palestina (FPLP) y de la Fracción del Ejército Rojo alemán (también conocido como Banda Baader-Meinhof) habían secuestrado un avión de Air France que hacía el trayecto entre Tel Aviv y París con más de 100 personas a bordo. Aprovechando una escala técnica para recoger viajeros en Atenas, los secuestradores entraron en el aparato sin despertar sospechas. Una vez que éste retomó el vuelo sacaron sus armas y se hicieron con el control, desviándolo primero hasta Bengasi (Libia) para repostar combustible y llevándolo hasta Entebbe (Uganda) después.

Las demandas de los terroristas no se hicieron esperar. Éstos solicitaron la liberación de medio centenar de presos palestinos que cumplían condena en cárceles israelíes y de otros países; además amenazaron con matar a los rehenes israelíes y judíos en el caso de que sus demandas no se vieran satisfechas. De esta manera colocaron al Gobierno israelí entre la espada y la pared, pues entre los 248 ocupantes –entre pasajeros y miembros de la tripulación– 73 eran de nacionalidad israelí y 106 de origen judío.

Era un riesgo demasiado alto que hizo que el Ejecutivo presidido en ese momento por Isaac Rabin se planteara negociar. Mas cumplido el primer ultimátum dado para el 1 de julio sin que tuvieran lugar ejecuciones de rehenes, solicitó una prórroga de 72 horas y puso en marcha una de las operaciones de rescate más audaces y exitosas de la historia del contraterrorismo.

Hershku y sus compañeros de la Brigada Paracaidista fueron movilizados junto a otro contingente de la Brigada Golani y del Sayeret Matkal (la unidad de operaciones especiales del Ejército israelí) de cara a proceder al rescate y a la extracción de los rehenes, para lo que tuvieron que desplazarse en tres aviones Hércules cubriendo una distancia de más de 4.000 kilómetros hasta el aeropuerto de Entebbe. En el primero de los aparatos, en el que viajaba Hershku, también lo hacía el oficial al mando del Sayeret Matkal, Yonatan Netanyahu, quien luego resultaría alcanzado por un disparo efectuado desde la torre de control, causándole la muerte.

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“Cumplido el período de duelo los padres de Netanyahu vinieron a visitarme al hospital”, comenta Hershku, orgulloso de mantener todavía el contacto con el tercero de los hermanos, Ido Netanyahu, radiólogo de profesión a la vez que escritor de vocación, que ya ha publicado tres libros sobre la muerte de Yoni. “Con el primer ministro no tengo contacto, pero bien es cierto que viene a saludarme personalmente cada vez que coincidimos en alguna ceremonia”, agrega.

De hecho, Benjamin Netanyahu hizo mención expresa de Hershku durante su discurso de conmemoración del 40 aniversario. “Sorin representa lo mejor, la parte más bonita y noble de nuestro pueblo”, dijo Bibi –como se le conoce popularmente en Israel– durante su intervención ante un heterogéneo auditorio formado por los mandos militares que participaron en la operación, los rehenes liberados, las familias de las cuatro víctimas mortales, así como los jefes de Estado y de Gobierno de siete países africanos.

Por su parte, el Gobierno de Israel fletó un avión para llevar gratuitamente a los participantes en la ceremonia, entre los que Hershku había recibido una invitación especial. Sin embargo, “preferí quedarme en casa pues se trataba de un viaje muy breve, de apenas 24 horas”, comenta este economista reconvertido en programador informático que a pesar de su reducida movilidad disfruta viajando al extranjero. Especialmente a España, en donde ha estado varias veces y tiene muy buenos amigos, tanto en Bilbao como en Barcelona. “Además, ya estuve en Entebbe conmemorando el 20 aniversario y no sentí que fuera necesario volver en esta ocasión”, concluye.

"Un auténtico milagro"

Quien en cambio sí esperó a la cifra de 40 años para retornar al lugar del rescate y enfrentarse a sus fantasmas del pasado fue Akiva Laxer, quien también optó por rechazar la invitación gubernamental para poder quedarse durante varios días en Entebbe junto a su mujer y a sus tres hijos –Tal, Jakob y Barak–. “Sin duda se trató de un auténtico milagro”, afirma.

Fue una operación antiterrorista efectuada a tan larga distancia, en espacio de una hora, en territorio hostil y en la que únicamente hubo cinco víctimas (sin contar los cuatro secuestradores y una veintena de soldados de Uganda, que apoyó el secuestro). Algo increíble, sobre todo en una época en la que no había satélites ni drones que transmitieran en tiempo real los movimientos del enemigo a la sala de control, situada en la Kirya, la sede el ministerio de Defensa en Tel Aviv.

Boceto de la operación de rescate en Entebbe el 3 de julio de 1976. Hulton Archive/ Getty

“Aunque tengo ya 70 años cuando me preguntan mi edad respondo que tengo 40, pues pienso que aquel día volví a nacer”, añade este abogado que ya había completado la carrera de derecho en el momento del secuestro. “Cuando estábamos tirados en el suelo y de repente escuchamos disparos pensamos que se trataba de un enfrentamiento entre los secuestradores y los ugandeses, y que nos iban a matar en el fuego cruzado”, relata. “Y de repente vimos que eran nuestros soldados que venían a rescatarnos y que nos hablaban en hebreo por los megáfonos”, continúa.

“Alabado sea el Señor, que obró este milagro y nos permitió salvar la vida”, espetó Laxer al comienzo de la ceremonia en Entebbe este año, a modo de bendición, durante el prefacio religioso del acto. “Debemos dar igualmente gracias al Tsahal (Ejército israelí) por la heroica operación, y sobre todo a Yonatan Netanyahu”, agregó durante su intervención.

Para este jurista, el joven Netanyahu constituye el mejor ejemplo de arrojo a la hora de defender a sus conciudadanos. “También debemos estar agradecidos a Yoni, que sacrificó su vida por salvar la nuestra”, asevera a este periódico. El vástago mayor de los Netanyahu dejaría marcado al actual primer ministro, quien antes de entrar de lleno en la primera línea de la política creó una fundación con el nombre de su hermano a través de la que celebró varios simposios internacionales y editó diversas publicaciones relativas a la lucha antiterrorista (entre otras, el libro “Cómo Occidente puede vencer al terrorismo”, publicado por Farrar Straus Giroux en 1986).

Laxer se alinea claramente con aquellos que piensan que Yonatan Netanyahu planificó y ejecutó la operación a la perfección, con la mala suerte de ser el único militar israelí abatido durante la misma. Sin embargo hay otra corriente de opinión en Israel que piensa que actuó de forma temeraria en el asalto al terminal en el que se encontraban secuestradores y rehenes. Una controversia alimentada por la versión de los hechos dada por el también oficial del Sayeret Matkal, Muki Betser, quien en su momento denunció que Yoni se expuso de forma innecesaria, poniendo en peligro al resto del comando.

“Una de las cosas que más me llamó la atención de este 40º aniversario fue ver al hijo de Idi Amin (presidente de Uganda en el momento de la operación) acercarse a las familias de las víctimas y decirles que quiere venir a Israel para pedir perdón en persona por los errores cometidos por su padre”, añade Laxer.

Es un detalle que no pasó desapercibido para los medios de comunicación hebreos que ya hablan de la próxima visita del hijo de dictador, quien ha declarado que quiere disculparse especialmente ante Sorin Hershku. Pues según las últimas hipótesis de reconstrucción del rescate no fue el disparo efectuado por uno de los terroristas el que alcanzó al exparacaidista israelí en la médula espinal truncando para siempre su vida, sino el realizado por un guardaespaldas del entonces presidente ugandés, a quien siempre se vinculó con los atacantes en aquella pesadilla que comenzó aquel verano de 1976.

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