Sonrisas y pulgares hacia arriba en el equipo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Sonrisas y pulgares hacia arriba en el equipo de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Sólo el rictus serio de la alemana Sabine Weyand, directora general de Comercio y Seguridad Económica, curtida en las negociaciones del Brexit, rompió la armonía de la imagen.
La pose de resignación de Weyand sirve para resumir el acuerdo comercial que las partes sellaron el domingo en el campo de golf escocés de Turnberry, propiedad de Trump. Un pacto entendido en Bruselas como una capitulación sin paliativos.
El acuerdo compromete a los Veintisiete a comprar a Estados Unidos 750.000 millones de dólares en petróleo y gas natural licuado en los próximos tres años. Durante el segundo mandato de Trump, el bloque comunitario también inyectará 600.000 millones de dólares –que no procederán de los contribuyentes europeos, sino de las empresas privadas– en la economía estadounidense.
Esta última cifra se basa “en discusiones detalladas con diferentes asociaciones empresariales y empresas”, según el digital Politico. Aunque la Comisión admite que no tiene la capacidad de cumplir esta promesa.
Hay más. La Unión Europea adquirirá más armamento made in Estados Unidos. Y como contraprestación, Estados Unidos impondrá aranceles del 15 % a sus exportaciones. Los gravámenes no incluyen el acero, que estará sujeto a un sistema de cuotas, pero sí afectan a la industria del automóvil, a los semiconductores y a los productos farmacéuticos. Es el precio a pagar por evitar una guerra comercial.
“Se supone que los acuerdos comerciales deben aumentar el comercio, ¡no restringirlo!”, indica en conversación con este periódico John Clarke, antiguo alto negociador comercial de la UE y exjefe de la delegación europea ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), especialmente crítico con la actitud de Von der Leyen.
“La Unión Europea ha demostrado ser muy débil y fue arrasada por el matón mafioso de Trump”, lamenta el exdiplomático comercial británico, que vaticina que el acuerdo “tendrá consecuencias negativas a largo plazo para la UE, que ahora se ve en gran medida impotente”.
En lugar de seguir los pasos de China o Canadá, que adoptaron represalias inmediatas ante el arancelazo de Trump, la Comisión de Von der Leyen priorizó la vía del diálogo. Aunque es cierto que, desde el primer momento, las posturas divergentes de los Estados miembros lastraron su estrategia negociadora.
El Financial Times cuenta, en esta línea, que el acuerdo comercial que Trump firmó con el primer ministro británico, Keir Starmer, que establecía un gravamen del 10 % a sus productos, convenció a algunos países miembros, como Alemania, de la necesidad de alcanzar algún tipo de compromiso con Estados Unidos.
En cambio, el desafío de China a la amenaza arancelaria de Trump, que provocó una escalada comercial que no amainó hasta que las partes empezaron a negociar, puso a temblar a los inversores europeos y disuadió a la mayoría de los socios comunitarios de emprender la estrategia confrontativa que había estrenado, con algo más de acierto, el premier canadiense Mark Carney.
“La UE debería haber sido mucho más dura mucho antes y haber introducido realmente represalias, es el único lenguaje que Trump entiende”, apunta sin embargo Clarke, que considera que Bruselas se mostró “débil” en todo momento.
“El 15 % es mejor que el 30 % [que Trump había amenazado con imponer a partir de agosto], pero la Unión Europea está en una situación considerablemente peor que hace cuatro meses”, escribió este lunes en redes sociales la excomisaria de Comercio e Interior, Cecilia Malmström, que comparte con Clarke la idea de que la Comisión “debería haber sido más firme desde el principio”.
“Además, nadie sabe cuán estable es este supuesto acuerdo, las cosas cambian rápidamente en la Casa Blanca”, añadió Malmström, cuyo sucesor, el esloveno Maros Sefcovic, replicó ayer en rueda de prensa que “este es claramente el mejor acuerdo que pudimos conseguir en circunstancias muy difíciles”.
“Creo que la cooperación estratégica con nuestro socio estratégico es un mejor resultado que una guerra comercial total”, se justificó el comisario, que deslizó que el acuerdo comercial también “tiene que ver con Ucrania”. “No puedo entrar en todos los detalles de lo que se discutió ayer [por el domingo], pero puedo asegurarles que no fue solo sobre comercio”, comentó sin entrar en detalles.
Resignación entre los socios
“Evitar un arancel más alto del 30 % será sin duda un alivio”, reconoció la eurodiputada belga Kathleen Van Brempt, una de las vicepresidentas de la comisión de Comercio en el Parlamento Europeo, escéptica con un acuerdo que, vaticina, “se volverá en contra” del objetivo declarado de la autonomía estratégica. “Pero esto sigue siendo una elección entre la peste y el cólera”.
El canciller alemán Friedrich Merz y la primera ministra italiana Giorgia Meloni abrazaron el pacto, mientras que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que puso en valor “el esfuerzo” de la Comisión y la “actitud constructiva” de su presidenta, se limitó a aceptarlo “sin entusiasmo”.
Y es que la postura de Von der Leyen levantó ampollas en algunos socios comunitarios. El más crítico fue Francia. “Es un día oscuro cuando una alianza de pueblos libres, unidos para afirmar sus valores y defender sus intereses, se resigna a la sumisión”, escribió su primer ministro, François Bayrou, en la red social X. “Seamos claros: la situación actual es insatisfactoria y no puede mantenerse”, añadió en la misma línea el titular de la cartera de Asuntos Europeos, Benjamin Haddad.
Por su parte, el ministro de Comercio galo, Laurent Saint-Martin, declaró en los micrófonos de FranceInter que París no debería conformarse con este acuerdo, porque hacerlo “sería aceptar que Europa no es una potencia económica”. “Este acuerdo no está equilibrado, así que tendremos que seguir trabajando”, remató.
En Francia hablan de sumisión. Incluso la líder de la ultraderecha Marine Le Pen describió el pacto como un “fiasco político, económico y moral” que demuestra que la soberanía nacional está siendo aplastada “bajo el peso de la burocracia de Bruselas”.
Por primera vez, muchos europeístas le dieron la razón. Entre ellos, el ex primer ministro Dominique de Villepin, recordado por su firme oposición a la invasión estadounidense de Irak desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU.
De Villepin, que lanzó el pasado mes d junio su candidatura a las presidenciales de 2027, desmenuzó el contenido del acuerdo: “1. Un tratado desigual en el que uno paga derechos de aduana del 15% y el otro ninguno. ¿Cómo no llamar a esto tributo? 2. Un acuerdo de inversión unilateral por valor de 600.000 millones de dólares, pero que costará a Europa ¿cuántos puestos de trabajo? 3. Una venta forzosa de energía por valor de 750.000 millones de dólares, pero ¿con qué impacto en la soberanía energética europea y en la descarbonización, y en particular en el objetivo neto cero?”.
“Es ilusorio creer que Donald Trump se detendrá ahí con sus exigencias frente a una Europa cuya soberanía desprecia”, insistió De Villepin. “Igual de ilusorio es creer que un futuro presidente estadounidense más razonable se retractará del trato de estos aranceles una vez aceptados, sin más contrapartidas”.
El liderazgo de Von der Leyen, en cuestión
¿Podría el acuerdo comercial con Trump conducir hacia la destitución de la presidenta de la Comisión? Clarke descarta esta posibilidad. “Los Estados miembros están divididos sobre este acuerdo. Habrá algunas expresiones de desaprobación o arrepentimiento cuando el acuerdo llegue a los Estados miembros para su ratificación, pero será aprobado, ya que las alternativas –una guerra comercial total– habrían sido peores”, anticipa.
Fuentes de Bruselas consultadas por este periódico reconocen, sin embargo, que la opción de una nueva moción de censura contra Von der Leyen, que superó la primera hace apenas tres semanas, podría estar encima de la mesa cuando arranque en septiembre el nuevo curso político.
“En el PPE esto es cada vez más un tema de preocupación; no es el programa con el que nos presentamos hace un año, y no creemos en él”, señalan estas mismas fuentes, que indican que “después del recorte de la PAC en un 20 %, los Patriots [el grupo de los Orbán, Le Pen y Abascal] ya lo empezaron a sopesar. Y en el PPE no vamos a aceptar eso y no nos ha gustado la foto de Escocia”.
A los liberales de Renew tampoco les pareció de recibo la imagen con las sonrisas y los pulgares hacia arriba que Weyand boicoteó. “Hemos entrado definitivamente en una nueva era. No debemos dudar en utilizar las herramientas a nuestro alcance para defender nuestra posición, especialmente cuando contamos con el Instrumento Anti-Coerción”, subrayó ayer su líder, Valérie Hayer, a través de un comunicado.
Una moción de censura contra Von der Leyen es posible, traslada a este periódico el especialista Alberto Alemanno, profesor de Derechos de la Unión Europea en la universidad HEC de París. “Nadie parece contento con el acuerdo comercial. Ni los proeuropeos ni los euroescépticos”. Y sólo harían falta las firmas de 72 eurodiputados para presentarla. El danés Anders Vistisen, de Patriots, dejó claro a principios de julio que su grupo apoyaría “cualquier moción de censura o de no confianza contra la presidenta de la Comisión, venga de la izquierda, la derecha o el centro”.
