R. Pons
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La posibilidad de un acuerdo comercial sin aranceles entre la Unión Europea y Estados Unidos es pírrica. Lo dijo ayer el canciller alemán, Friedrich Merz, en una rueda de prensa en Berlín. Así que insta a sus socios comunitarios a prepararse para un escenario de gravámenes recíprocos muy altos que podrían redefinir la relación económica transatlántica.

Tiene razones para pensarlo. El presidente Donald Trump rubricó el pasado 4 de julio una reforma fiscal que, según Merz, obligará a Washington a buscar nuevas fuentes de ingresos. Entre ellas, el aumento de aranceles a las importaciones.

"Lo repite constantemente, ama los aranceles, por lo que debemos asumir que, mientras perciba un déficit comercial con la Unión, mantendrá esa postura", sentenció el canciller. Y lo hizo a menos de dos semanas de que entre en vigor el paquete previsto por la Casa Blanca, que contempla una subida de hasta el 30% para ciertos productos europeos.

La Comisión Europea mantiene conversaciones a contrarreloj con la Administración estadounidense para evitar la ruptura del marco comercial vigente, que sustenta un volumen de intercambio anual cercano a los dos billones de euros. Que Trump reitere que la Unión nació para "joder" a su país no conduce a las capitales europeas al optimismo.

"Un arancel del 30% supondría, en la práctica, la prohibición del comercio tal y como lo conocemos", advirtió hace unos días Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión y responsable de Comercio. El sector del automóvil o el vinícola sufrirían pérdidas inmediatas.

El Gobierno alemán ha hecho sus propios cálculos. Estima que un arancel tan alto puede costar a su economía más de 200.000 millones de euros de aquí a 2028. El Instituto de Economía Alemán apunta que este impacto sería suficiente para frustrar los planes de Merz de aplicar rebajas fiscales y aumentar el gasto en infraestructuras, dos pilares de su agenda política.

"Nos veríamos obligados a aplazar buena parte de nuestros esfuerzos económicos", reconoció el dirigente democristiano el pasado fin de semana, al subrayar que un arancel del 30% "afectaría de lleno a la industria exportadora alemana".

Los Veintisiete, como viene contando este periódico desde hace semanas, apuesta por agotar el diálogo mientras diseña una respuesta dolorosa para Washington. Esa dualidad refleja tanto la incertidumbre sobre la política comercial de Washington como las dificultades internas de la UE para articular una alternativa viable.

Los ministros de Comercio reunidos el lunes en Bruselas respaldaron los esfuerzos de la Comisión para pactar un esquema arancelario sectorial, que preserve los sectores más sensibles y mantenga el tipo medio en torno al 10%. Pero la Casa Blanca no parece dispuesta a aceptar un enfoque diferenciado, y la ventana de negociación se estrecha.

"Nos enfrentamos a un socio que ha convertido la imprevisibilidad en doctrina", lamentó un diplomático europeo bajo condición de anonimato. "Eso complica enormemente la tarea de encontrar puntos de encuentro".

Debilidad estructural

La Unión Europa ha descubierto, por las malas, que su alta dependencia de las exportaciones —representan cerca de la mitad del PIB comunitario— y su lentitud crónica han dejado el bloque con poco margen de maniobra.

"No tiene mercados alternativos por los que apostar", resume Varg Folkman, analista del European Policy Centre, a la agencia Reuters. "Las negociaciones comerciales duran años, como demuestra el caso Mercosur".

Para algunos analistas, la crisis puede empujar a los europeos a modernizar el mercado único y reducir las barreras internas que lastran el crecimiento. El Fondo Monetario Internacional estima que los obstáculos regulatorios dentro de la propia UE equivalen a aranceles del 44% en bienes y del 110% en servicios.

Sin embargo, "no hay acuerdo entre los Estados miembros para profundizar en la integración económica", continúa Folkman. "Priman los intereses nacionales".

En cualquier caso, Merz no descarta un entendimiento de mínimos antes del 1 de agosto. Muchos expertos deslizan el dato del 10%, tres veces más bajo.

*** Con información de Philip Blenkinsop y Francesco Canepa, de la agencia Reuters.