Ucrania ha anunciado este domingo la muerte de al menos dos presuntos espías rusos implicados en el asesinato a plena luz del día del coronel Ivan Voronych, miembro destacado del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU).
Según la versión oficial difundida en Telegram, la operación especial tenía como objetivo arrestar a los integrantes de una célula del aparato de inteligencia ruso (FSB), pero los sospechosos “comenzaron a resistirse y por tanto fueron liquidados”, según informó The Guardian.
El SBU no precisó el número total de abatidos, pero publicó un vídeo en el que se aprecian dos cuerpos sin vida.
Los servicios de inteligencia ucranianos aseguran que tanto el hombre como la mujer implicados habrían seguido durante días a su objetivo, hasta recibir instrucciones para recoger un arma con silenciador en un escondite previamente acordado.
Fue con ese arma con la que habrían asesinado a Voronych el jueves pasado en Kiev, según las autoridades.
La operación ha sido interpretada en Ucrania como una contundente respuesta a lo que consideran un intento del Kremlin de eliminar a figuras clave de la resistencia ucraniana.
Voronych habría jugado un papel central en operaciones clandestinas en territorios ucranianos ocupados por Rusia, e incluso se le atribuye un papel relevante en la incursión sorpresa del año pasado en la región rusa de Kursk.
Rusia no ha emitido ningún comentario oficial sobre los hechos, en un episodio que recuerda a las operaciones ucranianas previas contra altos mandos rusos, una práctica que ha causado no poca incomodidad a los servicios de inteligencia de Moscú desde el inicio de la guerra en 2022.
Guerra encubierta
El SBU, creado originalmente para labores de seguridad y contrainteligencia, ha asumido desde la invasión rusa un rol mucho más activo en el frente encubierto.
Además de sabotajes y acciones de inteligencia en profundidad, también ha protagonizado eliminaciones selectivas de figuras del aparato ruso.
Esta última operación se produce en un contexto de intensificación de la guerra aérea. Solo en la madrugada del domingo, la Fuerza Aérea ucraniana informó del lanzamiento de 60 drones rusos.
De estos drones, 20 fueron derribados y otros 20 neutralizados mediante sistemas de interferencia electrónica. No obstante, el resto causó estragos en distintas regiones.
Los ataques rusos durante el fin de semana han dejado al menos cuatro civiles muertos y trece heridos en las regiones de Donetsk y Jersón, según las autoridades locales.
La guerra, que ya cumple más de tres años, ha transformado el paisaje bélico europeo y ha reconfigurado el papel de los servicios secretos ucranianos, que han pasado de una estructura defensiva a una red de operaciones activas con capacidad ofensiva, tanto dentro como fuera de sus fronteras.