En los últimos meses Rusia ha incrementado el uso de armas químicas en Ucrania, según ha desvelado una investigación realizada por el Servicio de Seguridad e Inteligencia Militar de los Países Bajos (MIVD) y confirmada por el servicio de inteligencia exterior alemán (BND).
Aunque ya se sabía que las Fuerzas Armadas rusas utilizan gas lacrimógeno durante sus avances, lo que han comprobado los servicios de inteligencia occidentales es que, de un tiempo a esta parte, Rusia también recurre a la cloropicrina. Una sustancia que se utiliza normalmente para fumigar campos de agricultura con el fin de controlar plagas y que puede llegar a causar la muerte de personas si se da una concentración alta en espacios cerrados (como, por ejemplo, una trinchera).
De hecho, y según ha informado el Ministerio de Defensa de Ucrania, ya son varios los militares ucranianos que han muerto a causa de los componentes químicos utilizados por Rusia en el frente. Asimismo, desde el comienzo de la invasión, en invierno del 2022, Kiev ha documentado cerca de 10.000 ataques químicos a lo largo de todo el frente que habrían dejado, en total, más de 2.500 militares ucranianos gravemente heridos.
Todo lo anterior casa con lo que afirma la inteligencia holandesa, en cuyo informe se puede leer que el liderazgo militar ruso "fomenta activamente" este tipo de acciones. "Su uso por parte de las tropas bajo su mando se ha vuelto habitual y es probable que continúe siendo una amenaza en el futuro", añade el documento.
El objetivo de utilizar la cloropricina no sería solo facilitar el avance de las tropas rusas al ver cómo los uniformados ucranianos se ven obligados a abandonar la trinchera afectada por el componente químico (suele ser lanzada en forma de granada desde drones). También se estaría utilizando, cuenta el citado informe, como parte de la guerra psicológica contra el pueblo ucraniano.
Una práctica prohibida por el Derecho Internacional
El uso de la cloropricina supone una violación de la Convención sobre Armas Químicas; un tratado internacional que entró en vigor en los años noventa y que prohíbe el desarrollo, la producción, el almacenamiento y el empleo de armas químicas. Un dato significativo teniendo en cuenta que Rusia es uno de los 193 países firmantes (los únicos Estados reconocidos por Naciones Unidas que no figuran en el tratado son Corea del Norte, Egipto y Sudán del Sur).
Fotografía de archivo de una máscara de gas de un soldado ruso en Jersón (Ucrania).
El primero que informó sobre un aumento del uso de armas químicas en Ucrania por parte de Rusia, y en concreto del uso de la cloropicrina, fue Estados Unidos a través de su Departamento de Estado. Lo hizo el pasado mayo, aunque previamente ya había deslizado sospechas en la misma dirección. Sin embargo, el comunicado emitido al respecto no ahondaba en detalles. Además, formaba parte de una declaración más amplia sobre posibles nuevas sanciones contra centenares de entidades rusas que, a fecha de hoy, figura como eliminada en su portal de Internet.
En otras palabras: tras meses de sospechas, rumores e insinuaciones ha sido el trabajo conjunto de Holanda y Alemania el que ha corroborado un escenario que, debido a todo lo anterior, atenta frontalmente contra el Derecho Internacional.
"Es parte de un programa a gran escala"
Tras conocer las conclusiones del informe holandés el ministro de Defensa de ese país, Ruben Brekelmans, ha declarado que la situación es "absolutamente inaceptable" y ha exigido "más sanciones, el aislamiento de Rusia y un apoyo militar inquebrantable a Ucrania".
Hablando frente al Parlamento holandés, Brekelmans también dijo que había decidido hacer públicas las pesquisas de los servicios de inteligencia porque "el uso de armas químicas por parte de Rusia no debe normalizarse". "Reducir el umbral de permisividad con este tipo de armamento no solo es peligroso para Ucrania sino también para el resto de Europa", añadió.
Mientras tanto Rusia –que ha negado formalmente las acusaciones– parece estar invirtiendo cada vez más en programas de armas químicas, según los servicios secretos occidentales. Una observación basada en el incremento de las investigaciones financiadas directamente por el Kremlin y, sobre todo, en el creciente número de científicos químicos que, según estas mismas fuentes, estarían siendo reclutados por las instituciones rusas.
"El uso de armas químicas en Ucrania no parece ser una táctica improvisada para la ocasión sino parte de un programa a gran escala", ha explicado el vicealmirante Peter Reesink, jefe del MIVD, en unas declaraciones recogidas por medios locales. "Por eso hay que aclarar y publicitar lo que hace Rusia; porque si no lo hacemos esa tendencia continuará".
Una tendencia, aclara, que se enmarca dentro del incremento constante del gasto que el Kremlin destina a la industria militar rusa. Y es que en 2024 sus inversiones en Defensa alcanzaron un valor estimado de 150.000 millones de dólares. O sea: una subida del 38% en relación al año anterior y el doble de lo que Rusia gastaba en su entramado militar hace una década.
La cloropicrina, por cierto, fue utilizada durante la Primera Guerra Mundial. Sobre todo por el Ejército alemán, que a partir de un momento dado tomó la costumbre de lanzar el agente químico contra las trincheras de las fuerzas aliadas en el frente occidental.
