El presidente de la Liga Norte, Matteo Salvini, ha protagonizado un espectáculo en pleno Senado por su negativa a ponerse la mascarilla. Uno de los responsables políticos más destacados del país más golpeado por el coronavirus en Europa dando un nefasto ejemplo para sus detractores y una lección para sus seguidores, que le acompañan en actos políticos sin protección ni distancia.

Al tiempo que el Gobierno de Italia trabaja sin descanso para que no se repita la pesadilla de marzo, abril y mayo -según registros oficiales, han fallecido 35.112 personas-, el Senado aborda en una conferencia el "alarmismo" en torno al Covid-19 y los "derechos" que, según la extrema derecha, han volado en pro de la salud.

"¿La mascarilla? No la tengo y no la uso", presume Salvini en la cámara alta, sentado en primera fila, cuando un empleado le pide que se la ponga. "El saludo con el codo el es final de la especie humana, me niego a hacerlo", dice también el político. "Si alguien me da la mano -zanja-, se la doy", una actitud similar a la que hasta hace apenas unos días defendían líderes análogos como Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ya firme partidario de la mascarilla.

Salvini en el Senado: "¿La mascarilla? No la tengo y no la uso"

La conferencia contó con la presencia de cientíticos, médicos o juristas, todos ellos negacionistas del Covid-19, seguros de que no es ni de lejos lo que los grandes gobiernos hacen creer que es. La organizó el senador Vittorio Sgarbi, célebre crítico de arte, que aboga por "un manifiesto de verdad" a fin de que "las instituciones escuchen a quienes dicen que el virus ya no está en Italia".

En el centro de la polémica también está el en todo el mundo conocido tenor Andrea Bocelli. Si hace apenas unas semanas homenajeaba a las víctimas de la pandemia en un solemne recital en la catedral de Milán, ahora se le puede ver en cónclaves de este corte. Bocelli estaba al lado de Salvini.

En mayo, el cantante reconoció haber dado positivo y haber violado el confinamiento: "Cuando se decretó el confinamiento, traté de identificarme con aquellos que tenían que tomar decisiones tan delicadas. Luego vi que las cosas no eran como nos las contaban. Conozco a muchas personas, pero a nadie que haya estado en la UCI. (...) Me sentí humillado y ofendido por la privación de la libertad de salir de casa".

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