El 31 de enero, cuando el Reino Unido dio el portazo, el coronavirus había matado a cerca de 150 personas en China y contagiado a en torno a 6.000. Este martes, con cerca de 120.000 casos en todo el mundo y 4.300 fallecidos, la Unión Europea anunció la creación de un "fondo de respuesta" de 25.000 millones de euros para hacer frente a los efectos de la enfermedad. Horas más tarde, el Banco Central Europeo avisó de que no será suficiente: sin nuevas medidas, según el organismo, los Veintisiete se enfrentarán a una crisis como la de 2008.

El 1 de febrero, minutos después de oficializarse el brexit, Boris Johnson daba la bienvenida al "amanecer de una nueva era". Ese tiempo comienza con un imprevisto que amenaza las previsiones económicas y desborda las sanitarias, esta vez sin red. Quien tradicionalmente ha ayudado a superar estas situaciones ya no es un socio, sino un vecino. El Banco de Inglaterra, que admite desconocer el alcance de los efectos del brote -"es aguda pero debería ser temporal", estima-, ha anunciado un recorte de emergencia de medio punto de los tipos de interés, del 0,75% al 0,25%, mínimo histórico.

Esto ocurre cuando Reino Unido aún no tiene una situación ni cercana a las de Italia o España: seis muertos y 382 contagiados, entre los que se encuentra la ministra de Salud, Nadine Dorries, aislada en su domicilio. Eso sí, el número de casos aumenta de forma preocupante. De hecho, de las 1.500 pruebas diarias que se realizaban a pacientes sospechosos se pasará a hacer 10.000. Los hospitales se preparan y refuerzan los recursos y las plantillas. En el Gobierno, el debate interno es intenso. El objetivo no es otro que equilibrar la debida protección de la población con la de una economía en serio riesgo.

Filtraciones

El secretario de Salud, Matt Hancock, al frente de la gestión a causa de la baja de Dorries, cuenta con que un 20% de los trabajadores, personal sanitario incluido, puedan verse forzados a quedarse en casa bien por contagio o por tener que cuidar a los niños si cerraran los colegios, pero reconoce muy problemático un porcentaje mayor, en especial para unos centros de salud y hospitales sobrepasados ya antes del coronavirus, visiblemente mermados por los recortes de los conservadores estos últimos años.

En su plan de primera respuesta al brote, Hancock contempla devolver a la actividad a médicos jubilados, posponer operaciones no urgentes a fin de liberar camas o poner en marcha al ejército para garantizar el suministro en áreas en cuarentena, así como a la policía para mantener el orden público, en línea con lo adoptado por otros países del entorno. Sin embargo, las críticas arrecian, alimentadas por filtraciones de funcionarios que apuntan al contagio de hasta un 80% de la población y la muerte de medio millón de personas.

Johnson, presente en las últimas reuniones del comité de emergencias COBRA, llama a la tranquilidad y a no ponerse en los escenarios que se pueden leer en la prensa. Las decisiones, afirma, se irán tomando en la medida que las exijan las circunstancias, "en el momento adecuado", y responde que "hay planes de contingencia para una pandemia", en un intento de calmar los ánimos sin llegar a desmentir los peores augurios.

Un virus que parecía remoto, ya global, amenaza a un Reino Unido sin paraguas y pone a prueba el brexit. En unos meses, antes de lo esperable dentro y fuera de las islas, habrá quedado patente la fortaleza del proyecto o las graves carencias de la huida en solitario.

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