Bruselas

En la jerga bruselense se conoce como el "método del confesionario". Se activa únicamente para problemas especialmente complejos, cuando todas las alternativas han fallado y la negociación encalla en punto muerto. Se trata de convocar uno por uno a todos los Estados miembros para arrancarles en el secreto de confesión cuáles son sus líneas rojas realmente inamovibles y en qué podrían ceder aunque no lo digan en público. Es lo que está haciendo esta semana el presidente del Consejo Europeo, el liberal belga Charles Michel, para tratar de desatascar el presupuesto plurianual de la UE para el periodo 2021-2027.

La gran novedad es que a quienes convoca Michel en Bruselas no es a embajadores o ministros, sino a los jefes de Estado y de Gobierno de los 27. Todos ellos dejan de lado sus complicadas agendas nacionales y acuden prestos a la llamada. Viajes relámpago a la capital belga que dan muestra de lo importante que es para ellos esta negociación presupuestaria. Si ya normalmente las discusiones sobre dinero son las más complicadas de la UE -con cumbres de noches en blanco y acuerdos de mínimos de madrugada- esta vez el desafío es todavía mayor por el agujero que deja el brexit en las arcas comunitarias: hasta 14.000 millones de euros anuales porque Reino Unido era contribuyente neto. ¿Quién pagará la factura?

El jueves han pasado por el "confesionario" del presidente del Consejo Europeo los primeros ministros de Dinamarca, Finlandia, Polonia, Bulgaria y República Checa. Este viernes les toca el turno al primer ministro de Eslovenia y al presidente de Rumanía. Cuando acabe la semana, Charles Michel habrá recibido a 18 de los 27 líderes europeos. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo su escapada a Bruselas el miércoles a mediodía. Las líneas rojas para España son "una política agrícola común (PAC) fuerte, unos fondos de cohesión fuertes también" y también más dinero para combatir el paro juvenil y reforzar la formación profesional y la educación digital de los jóvenes.

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"Necesitamos unos presupuestos ambiciosos, no sólo en cuanto a los objetivos sino también el respaldo presupuestario detrás de esos objetivos ambiciosos", reclama Sánchez. El presidente del Gobierno admite que la negociación va a ser "larga, tensa, compleja". España mantendrá una "actitud constructiva" pero también "firme" en la defensa de sus intereses. La cita decisiva es la cumbre extraordinaria que Michel ha convocado para el 20 de febrero con el fin de tratar de cerrar un acuerdo. Una cumbre que empezará ese día, un jueves, pero no se sabe cuándo terminará, según admite el propio presidente del Consejo Europeo.

La negociación presupuestaria enfrenta a dos bloques de países con posiciones aparentemente inamovibles e irreconciliables. Dos bandos rivales que exhiben orgullosos sus respectivos nombres de guerra. Por un lado, el club de los frugales: Suecia, Dinamarca, Países Bajos y Austria. Haciendo honor a su nombre, los primeros ministros de estos cuatro países se reunieron el pasado lunes pero por videoconferencia, para no gastar ni en viajes ni en infraestructuras para el encuentro. "Nos mantenemos totalmente unidos en las inminentes negociaciones sobre el marco financiero plurianual", escribió el holandés Mark Rutte en su cuenta de Twitter.

Estos países, contribuyentes netos a las arcas comunitarias (es decir, que pagan más de lo que reciben en fondos europeos) piden limitar el presupuesto de la UE al 1% del PIB. Alegan que a una Unión más pequeña sin Reino Unido le corresponde un presupuesto más pequeño. Y exigen que los recortes se concentren en las partidas que consideran anticuadas, en particular la PAC y los fondos estructurales, para poder así aumentar la inversión en I+D, defensa o lucha contra la inmigración irregular.

Las cuentas se aprueban por unanimidad de los Veintisiete. Y el canciller austriaco, Sebastian Kurz, ya ha anunciado que vetarán cualquier cifra que supere el 1%, como el 1,11% del PIB que propuso inicialmente la Comisión. Un plan que fue elaborado por la vicepresidenta Nadia Calviño en su anterior cargo de directora general de Presupuestos de Ejecutivo comunitario. Aunque no forma parte del club de los frugales, la canciller Angela Merkel simpatiza con la mayoría de sus ideas: tampoco quiere pagar la factura del brexit.

En el otro bando están los autoproclamados amigos de la cohesión. Ellos sí se reúnen en persona, no por videoconferencia. El último encuentro tuvo lugar el 1 de febrero en la ciudad portuguesa de Beja y a él asistió Pedro Sánchez. Además de España, forman parte de los amigos de la cohesión Bulgaria, República Checa, Chipre, Estonia, Grecia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Portugal, Rumanía, Esovaquia y Eslovenia.

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Estos quince países tienen en común que son beneficiarios netos de los fondos europeos. Todos ellos reclaman preservar las ayudas de la PAC y de los fondos estructurales y abogan por aumentar la talla del presupuesto plurianual de la UE. También amenazan con bloquear cualquier intento de recorte. Su principal aliado es la Eurocámara, también autoridad presupuestaria de la UE, que defiende un marco financiero equivalente al 1,3%.

Pese a que ya han transcurrido casi dos años desde que se lanzaron las negociaciones, el club de los frugales y los amigos de la cohesión no han logrado acercar posturas. Todo lo contrario: las espadas siguen en alto y pocos esperan un acuerdo en la cumbre del 20 de febrero. El problema es que el tiempo se agota. Cualquier retraso adicional se traduciría en una interrupción de la financiación para investigadores, para proyectos de infraestructuras de las regiones o incluso para los estudiantes Erasmus desde enero de 2021.