Bruselas

"Para mí, desde hace tres años, lo que realmente importa es la gente de Irlanda del Norte y de Irlanda. Lo que realmente importa es la paz", ha resaltado el negociador de la UE para el brexit, Michel Barnier, al presentar el acuerdo final alcanzado con el primer ministro británico, Boris JohnsonEl problema de la frontera irlandesa ha sido desde el principio el escollo central en las negociaciones para la salida de Reino Unido de la Unión Europea. La solución al rompecabezas, que parece la definitiva, sólo se ha logrado este jueves.

El resto de capítulos del Acuerdo de Retirada que se acordó con Theresa May en noviembre del año pasado no se han tocado: la garantía del derecho a quedarse de los 3,3 millones de ciudadanos europeos que residen en Reino Unido; la factura de salida de 45.000 millones de euros que debe pagar Londres; el poder de veto que España tendrá sobre Gibraltar en las relaciones futuras entre la UE y Reino Unido; o el periodo transitorio hasta el final de 2020 para adaptarse a la nueva situación. 

En teoría, la marcha de Reino Unido obligaría a erigir de nuevo una frontera en la isla para controlar los productos que circulan entre Irlanda (que se queda en la UE) e Irlanda del Norte, que sale. Aparte de Gibraltar, es la única frontera terrestre entre la UE y Reino Unido. Se trata de garantizar que las mercancías cumplen las reglas europeas y pagan los aranceles exigidos, así como de proteger la salud y seguridad alimentaria de los europeos. En definitiva, salvaguardar el mercado único comunitario.

Sin embargo, desde el principio tanto Bruselas como Londres se comprometieron a mantener abierta la frontera irlandesa. La prioridad ha sido siempre preservar el Acuerdo de Paz del Viernes Santo en el Ulster y evitar una vuelta del terrorismo a la isla, que en el pasado ha escogido los puestos fronterizos como objetivo preferente. A su llegada al poder en julio, Johnson dijo que quería deshacerse de la salvaguarda irlandesa, pero al final ha tenido que ceder.

La frontera se traslada al mar de Irlanda

De hecho, el compromiso final se parece mucho a la salvaguarda irlandesa que la UE ofreció a Londres en febrero 2018 y que May rechazó con el argumento de que pondría en riesgo la integridad territorial de Reino Unido. También Johnson se había opuesto hasta ahora a darle un trato diferenciado a Irlanda del Norte, pero ahora ha tenido que capitular.

La solución definitiva es particularmente enrevesada, hasta el punto de que Barnier la ha calificado como la "cuadratura del círculo". Para mantener abierta la frontera irlandesa, el acuerdo del brexit establece que Irlanda del Norte se quedará en el mercado interior mientras el resto de Reino Unido se marcha. Es decir, deberá seguir aplicando las reglas de la UE para mercancías y no las de Londres.

La principal diferencia con la salvaguarda original estriba en que Irlanda del Norte no se queda también en la unión aduanera de la UE, sino que legalmente seguirá formando parte del territorio aduanero de Reino Unido, lo que le permitirá beneficiarse de posibles acuerdos comerciales que firme Londres. Pero en la práctica Irlanda del Norte estará en el territorio aduanero de la UE y tendrá que aplicar sus normas y aranceles, así como el régimen europeo del IVA. 

Eso significa que tanto la frontera regulatoria como la aduanera se trasladan al mar de Irlanda, entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido. Los unionistas norirlandeses del DUP rechazan esta separación y por eso amenazan con rechazar el acuerdo del brexit en la sesión extraordinaria de la Cámara de los Comunes que se celebra el sábado para ratificarlo. Boris Johnson tiene 48 horas para convencerles porque necesita sus votos.

El Parlamento norirlandés podrá votar marcharse en 2024

La gran novedad en el acuerdo final es que incluye un mecanismo de consentimiento para el Parlamento norirlandés de Stormont con el fin de garantizar la legitimidad democrática. Cuatro años después de su entrada en vigor, es decir, en 2024, el Parlamento norirlandés podrá decidir por mayoría simple si quiere seguir aplicando las reglas de la UE o quiere pasar a aplicar las de Londres. En el segundo caso, tendría que volver a erigirse una frontera en la isla, por lo que se prevé un periodo transitorio de dos años.

Ese derecho a la retirada unilateral de Irlanda del Norte supone una gran concesión de la UE a Reino Unido. Los 27 siempre habían sostenido que la salvaguarda irlandesa no podía tener ningún límite temporal: era una póliza de seguros hasta que se encontrara un acuerdo alternativo entre Bruselas y Londres o soluciones tecnológicas que hagan innecesaria la frontera. 

Sin embargo, como Johnson sólo quiere un acuerdo de libre comercio y no una relación más próxima con la UE, el estatus especial para Irlanda del Norte está ahí para quedarse. "Este apoyo democrático es central para nuestro enfoque porque el protocolo ya no será sustituido por otro acuerdo", ha dicho Barnier. El mecanismo de consentimiento fue pactado la semana pasada por Johnson y el primer ministro irlandés, Leo Varadkar.

El último punto en el que ha cedido Johnson se refiere a las relaciones futuras entre la UE y Reino Unido. Pese a marcharse, Londres se compromete a mantener los estándares de la UE en materia social, medioambiental, competencia y ayudas públicas. El sucesor de May había amagado con convertir a Reino Unido en una especie de paraíso fiscal al lado de la UE, pero finalmente ha dado marcha atrás ante la amenaza de Bruselas de negarse a firmar ningún acuerdo comercial.

Si no hay tropiezos en la ratificación parlamentaria en Westminster el próximo sábado, Reino Unido se marchará de la Unión Europea el próximo 31 de octubre y no necesitará pedir una nueva prórroga.

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