Berlín

Claas Relotius llegó a la redacción del prestigioso semanario alemán Der Spiegel como una gran estrella del periodismo. Se supone que este treintañero estaba predestinado a ser “el futuro de Der Spiegel”, según se decía en los despachos de los jefes de la célebre revista.

Sus reportajes le habían servido para acumular los más destacados premios de la escena periodística germana e incluso internacional. Acumuló unas cuarenta distinciones, incluida la de “Periodista del Año” de 2014, galardón otorgado por la CNN. El suyo, decían, era un talento de esos “que sólo surgen una vez cada 100 años”.

Sin embargo, su reputación, la que le terminaría abriendo las puertas de Der Spiegel, estaba fundamentada en “un dopante” para el periodismo, a saber, “la mentira”, según cuenta el periodista alemán de origen español Juan Moreno en su libro La mentira de las mil líneas (Ed. Rowohlt, 2019). En él hay una anécdota que resume a la perfección a Relotius.

Una hermana imaginaria

Cuando en un primer momento, antes de ser desenmascarado, Der Spiegel le ofreció un contrato de trabajo fijo a Relotius, éste declinó la oferta. Alegó que tenía una hermana enferma de cáncer de la que debía ocuparse. En la redacción, aquella reacción pudo sorprender, pero se comprendió. Sin embargo, “Claas Relotius no tiene hermana”, cuenta Moreno en su libro. No es que falleciera por culpa de esa enfermedad. Es que nunca la tuvo.

A Moreno, siendo freelance, le tocó trabajar junto a Relotius a finales del año pasado. Fue entonces cuando vio llamativas inconsistencias en un texto que ambos preparaban sobre la situación en la frontera de Estados Unidos con México. Moreno investigó el trabajo de su compañero para descubrir que se había inventado buena parte de su artículo conjunto titulado “Cazadores en la frontera”. En dicho texto, Relotius contaba su encuentro con una patrulla paramilitar de ciudadanos estadounidenses que reciben a tiros a los inmigrantes ilegales que llegan a suelo de Estados Unidos desde México. En realidad, Relotius nunca se entrevistó con esos paramilitares.

Hoy, gracias al trabajo de investigación de Moreno, antes de acceder a ese artículo, la prestigiosa revista advierte: “Las informaciones de Relotius han resultado ser falsas en gran parte”. Y tanto. Relotius escribió algo más de medio centenar de artículos para Der Spiegel. Ahora todos llevan la firma de Relotius como si se tratara de un estigma. Moreno, que cuenta en su libro su odisea para convencer a sus jefes de las mentiras de Relotius en calidad de colaborador externo la redacción describe en su volumen al periodista estrella caído en desgracia como un “impostor”, un impostor que ya apuntaba maneras cuando estudiaba para ser periodista en Alemania.

Moreno narra cómo el otrora periodista estrella contaba que había hecho, como becario para la televisión exterior alemana Deutsche Welle, una entrevista con Hans Meyer, un legendario entrenador de fútbol. “Evidentemente era mentira”, escribe Moreno. “En la mayoría de sus compañeros de clase en la escuela de periodismo sólo recordaban de Relotius una cosa: las historias que contaba”, se lee en libro del periodista hispanoalemán. Esas historias no tenían por qué ser verdad. Por ejemplo, la entrevista al legendario Meyer, no la hizo el becario, por supuesto que no, sino por el reputado periodista Philipp Engelhardt.

Terremoto en el periodista alemán

Aquella mentira no habría tenido más importancia de no ser que, tras cursar sus estudios, Relotius hizo carrera de fulgurante éxito en el periodismo. De hecho, entre 2010 y 2018, escribió para una buena quincena de medios escritos. Su firma ha podido leerse, entre otros, en la agencia DPA, en el diario ya desaparecido Financial Times Deutschland, en los periódicos berlineses Die Tageszeitung y Der Tagesspiegel, en el diario Die Welt, en los semanarios Die Zeit, Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, Süddeutsche Zeitung Magazin, Welt am Sonntag o en la publicación mensual Cicero.

Aún está por evaluar el daño infligido por Relotius a esos medios. De lo que no cabe duda es que no sólo Der Spiegel sufrió un duro golpe al descubrir Moreno las mentiras de su ahora excompañero, responsable, en palabras del periodista alemán nacido en el municipio almeriense de Huércal-Overa, de “un terremoto en el periodismo alemán sin precedentes”. “Yo quería que Der Spiegel no fuera destruido”, ha contado Moreno al semanario Die Zeit en estos días de promoción de su libro, explicando así qué le llevó a investigar el trabajo de Relotius.

No lo tuvo fácil Moreno para desmontar el sistema que había levantado Relotius para mantenerse en lo más alto de la élite del periodismo teutón. Entre otras cosas, porque en los despachos de la dirección del prestigioso semanario las señales de alerta no fueron escuchadas hasta el último momento. “Poco antes del final del escándalo, poco antes de que Claas Relotius lo reconociera todo (…), al documentalista que había revisado la mayoría de los reportajes de Relotius, Ullrich Fichtner [uno de los responsables de la sección de Sociedad, para la que trabaja Relotius, ndlr.], le preguntó que a quién creía, a Juan Moreno o a Claas Relotius. Respondió: 'por Claas yo pongo la mano en el fuego'”, se lee en el libro La mentira de las mil líneas.

Muchos terminaron quemándose con el caso Relotius en la prestigiosa cabecera alemana, incluido más de un jefe en la redacción que se las prometía muy felices. Por ejemplo, Fichtner, “descubridor” y “apoyo” de Relotius en Der Spiegel, se disponía a recibir un ascenso con el que acceder a la dirección de la revista. Se quedó sin ascenso, relegado a la posición de “reportero con tareas especiales”. También se quedó sin ascenso Matthias Geyer, el máximo responsable de la sección de Sociedad. El pasado mes de agosto se supo que iba a ser prejubilado.

El propio Relotius, que por lo visto jugaba con fuego cada vez que se sentaba a escribir, vio fundirse su carrera tras hacerse públicas las pesquisas de Moreno. Eso ocurrió, precisamente, en un momento en el que el periodista impostor estaba a punto de sustituir a Geyer como jefe de la sección de Sociedad. Pero ahí estaba Moreno para impedirlo.