Berlín, Alemania

La Reichenbergerstrasse es una de las calles de Berlín con más tradición de activismo izquierdista. No es casualidad que desde hace diez años se encuentre en el número 58 de esta calle del barrio de Kreuzberg el bar Meuterei. Es un bar en manos de un colectivo en cuya definición hay palabras clave como “asambleario”, “antifascista”, “antisexista” o “antipolítica de partidos”.

El Meuterei no es ni mucho menos el único bar de estas características de la capital alemana. El Syndikat, situado en el barrio de Neukölln, funciona, por ejemplo, con los mismos principios que el Meuterei desde hace 33 años. Ambos están ahora en peligro de echar el cierre. Sus contratos de alquiler ya han vencido. Pero sus responsables siguen abriendo en actitud desafiante. 

EL ESPAÑOL visita el Meuterei sobre las once de la noche de un día entre semana. Hay una terraza montada con mesas situadas en la acera que acoge a una buena treintena de personas. Dentro del bar aguarda Fred, uno de los doce responsables del colectivo que rige el local. Él trabaja aquí. Cobra el salario mínimo, 9,19 euros la hora. “Ese sueldo tiene mucho que ver con que mantenemos los precios bajos”, explica Fred a EL ESPAÑOL.

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Una cerveza sin alcohol cuesta en su bar un euro y medio, un precio imposible de igualar en cualquier otro bar de la zona de Berlín en la que está, un área conocida por su ambiente de terrazas y restaurantes. El Meuterei, a imagen del Syndikat de Neukölln, no es un bar cualquiera. Para los izquierdistas berlineses, estos bares son puntos de encuentro, una suerte de instituciones del activismo. Aquí no hay jefes. Todas las decisiones relativas al funcionamiento del bar se toman de modo asambleario.

“Nosotros no tenemos intereses de dinero. Somos un espacio abierto al barrio. Nosotros estamos abiertos a la gente que no tiene mucho dinero y que no puede ir a otro lugar”, dice Fred antes de saludar amablemente a un vendedor ambulante de mecheros que le deja uno de sus encendedores sobre la mesa. “Aquí ofrecemos a la gente un lugar donde tener algo de vida social. Mucha gente que no es bienvenida en otros lugares son bienvenidos aquí. Además, somos un lugar donde se hacen encuentros con grupos políticos e iniciativas para el barrio, presentaciones y charlas”, añade.

Sin embargo, el Meuterei aparece estos días en los medios de comunicación alemanes no por su supuesta labor social en el barrio, sino por el conflicto que mantiene con el inversor y propietario del edificio donde se sitúa el bar. Es una obra de 1900 que ha sido renovada en 2013 con altos estándares. “Son viviendas de lujo”, describe Fred. No parece estar equivocado.

“Cada vez más jóvenes familias y gente con grandes ingresos se sienten atraídos por el barrio”, se lee en la página web de la empresa propietaria del edificio, Zelos Properties. 

“En Internet, la empresa dice que todo el edificio está vendido al 100%. Pero es mentira, queda un 1% no vendido. Somos nosotros. Somos como la aldea de Astérix del edificio”, dice Fred. Él habla a sabiendas de que el Meuterei está amenazado. En lugar de entregar las llaves del local a finales de mayo, cuando vencía el contrato que ha permitido al colectivo utilizar el local durante una década, Fred y compañía se las han quedado. Por eso el bar sigue abriendo.

Un “motín” ante el propietario del edificio

Sobre la barra del bar hay un contador. Antes marcaba los días que quedaban para la entrega de las llaves. Ahora cuenta los días en que los responsables del bar se declararon en “rebeldía”. “Llevamos trece días de motín”, dice Fred cuando atiende a este periódico.

La empresa propietaria del edificio, después de haber vendido la veintena de apartamentos que han sido lujosamente renovados, quiere vender el local del Meuterei. A Fred y compañía les ha hecho recientemente dos ofertas que parecen inaccesibles para el colectivo del bar. Primero puso los 110 metros cuadrados del local a un precio de 750.000 euros, luego, viendo que el contrato llegaba a su fin y que los inquilinos no cedían, bajó el precio a 650.000 euros, aunque recortaba algo la superficie en venta.

“Hace unos cinco años ya se nos hizo una propuesta de 250.000 euros. En cinco años, el precio del sitio ha crecido medio millón de euros. Puede que en otros espacios del edificio el precio pueda subir por la renovación, pero en nuestro caso no ha habido obras”, se queja Fred.

El caso del Meuterei da cuenta de cómo funciona el negocio inmobiliario en los barrios más de moda de Berlín, como son Kreuzberg o Neukölln. Hay efectivamente, zonas de Berlín en las que los precios del suelo han subido ostensiblemente. En Neukölln, donde está el Syndikat, se habla de unas subidas del alquiler de casi el 100% en los últimos años.

“El Syndikat se queda”, se lee en una pintada con colores rojo y negro en el cruce de la Herrfurthstrasse con la Weisestrasse. En ésta última, en el número 56, se encuentra el bar que sirve de ejemplo al Meuterei. El colectivo del Syndikat tampoco entregó las llaves del local a principios de año, cuando vencía su contrato de arrendamiento.

Desde este colectivo han tratado de hablar con su propietario, Pears Global, una empresa inmobiliaria con sede en Londres. La firma ha adquirido de un tiempo a esta parte decenas de edificios en Berlín, según han contado los responsables del bar al diario izquierdista de la capital alemana Die Tageszeitung.

“Espíritu de resistencia”

Como el Meuterei, el Syndikat se considera “un bar de barrio” que sus responsables no van a cerrar por las buenas, al menos de momento. Con su actual actitud quieren “dar una señal contra el desalojo” que están sufriendo los barrios de Berlín más afectados por la gentrificación.

“Está ocurriendo en toda la ciudad, la gente está siendo obligada a marcharse. Hay un ataque contra todos nosotros. No sólo nos afecta a las pequeñas empresas. Nos afecta a todos, a nosotros y a la gente que pierde el contrato de alquiler porque no puede pagar los términos del nuevo contrato una vez que vence el anterior”, expone Fred en el Meuterei.

Él cita la tienda de comestibles Bizim Bakkal o la tienda de ropa Kamil-Mode como ejemplos de pequeños negocios que ya cerraron en Kreuzberg, siendo “víctimas” del alza del precio del suelo. En su día, también hubo movilizaciones para evitar esos cierres, unas movilizaciones similares a las que mantienen comprometidos a responsables de los bares regentados por colectivos izquierdistas.

Parroquianos, clientes no tan habituales y otros grupos y proyectos izquierdistas de su estilo apoyan la causa del Meuterei. Hace unos días, un grupo de medio centenar de militantes y amigos del bar se manifestaron en la localidad de Zossen, al sur de Berlín, frente a la sede de la empresa propietaria del inmueble del Meuterei. El día en que se debían entregar las llaves del local, Fred y compañía montaron una multitudinaria fiesta frente al bar. Está por ver si así logran evitar el desalojo.

A su favor puede jugar que Berlín está sirviendo de experimento en la lucha contra los problemas de vivienda generados por el alza de los precios. Una iniciativa ciudadana busca este año la organización de un referéndum para expropiar a los grandes propietarios de apartamentos en la ciudad. Hace unas semanas Berlín aprobó las líneas maestras de una ley destinada a impedir los aumentos de los alquileres durante el próximo lustro. Esta medida se suma a una larga lista de iniciativas que, aunque sin mucho éxito, aspira a frenar el alza de los precios.

No lejos del particular “motín” que protagonizan Fred y compañía en su bar, se encuentra el espacio del que se echó literalmente al gigante tecnológico Google hace unos meses. La empresa estadounidense quería desarrollar en Kreuzberg un proyecto de campus, pero no pudo por la oposición de los activistas del barrio. Éstos llegaron a okupar el espacio que la firma quería utilizar en esta gentrificada zona de Berlín.

“Este barrio tiene una larga tradición de resistencia y de acción en las calles, la gente aquí sabe que si no te ocupas de tu barrio poco hará por ti el resto. Hay un espíritu de resistencia”, concluye Fred.

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