Bruselas

La ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, ha decidido llamar Brexit a su gato: "Me despierta maullando muy fuerte porque quiere salir, en cuanto le abro la puerta se queda plantado enmedio, indeciso, y me lanza una mirada asesina en el momento en que le saco fuera". 

La anécdota, relatada en Le Journal du Dimanche, condensa la irritación y el hartazgo de los dirigentes de la UE con el caos y la incapacidad de la clase política británica de tomar decisiones sobre el brexit cuando apenas quedan 10 días hasta la fecha fijada para que Reino Unido diga adiós a la Unión: el 29 de marzo.

El nivel de enfado alcanzó cotas máximas la semana pasada después de que el Parlamento británico tumbara por segunda vez el Acuerdo de Retirada, pese a las garantías adicionales que la UE le dio a Theresa May. En aquel momento, varios Estados miembros sopesaron denegar una prórroga a Londres y pulsar el botón nuclear de un brexit a las bravas. Es decir, empujar a Reino Unido a la puerta de salida.

Una semana más tarde, la indignación se ha transformado en miedo. Terror al impacto negativo de un brexit caótico que transforme en recesión el frenazo económico que ya sufre la eurozona. La prioridad es de nuevo evitar a toda costa una salida sin acuerdo, aún siendo conscientes de que cualquier prórroga sólo aplaza el problema. "Antes de llegar a un brexit duro, con muchas desventajas para las dos partes, tiene sentido hacer un último intento", ha dicho este lunes el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas.

En la cumbre que empieza el próximo jueves en Bruselas, los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se enfrentan a un nuevo y difícil dilema: ¿Prórroga corta o prórroga larga? ¿Es mejor dar a Londres sólo dos o tres meses extra para forzar la aprobación del acuerdo de divorcio que May firmó con la UE? ¿O vale la pena aplazar la fecha de salida entre uno y dos años para que los británicos reconsideren el brexit? Las dos alternativas tienen sobre todo inconvenientes para la UE.

Hasta el 1 de julio

El artículo 50 del Tratado, el que regula el procedimiento de salida de un Estado miembro, no menciona la posible duración de la prórroga. Únicamente da a entender que hay que fijar una nueva fecha para garantizar la seguridad jurídica de cuándo se materializará el divorcio. En teoría podría haber más de una prórroga: la única restricción es que las repeticiones no conviertan en infinito el proceso de salida. El principal criterio para determinar la duración es hasta qué punto puede interferir en el funcionamiento normal de las instituciones de la UE. Y aquí la clave está en las elecciones a la Eurocámara que se celebran entre el 23 y el 26 de mayo.

Si tal y como está previsto Reino Unido no participa, "la prórroga debería terminar sus efectos antes de que el Parlamento Europeo se constituya el 2 de julio". Así se recoge en el documento interno con las diferentes opciones elaborado por los servicios jurídicos del Consejo de la UE, que servirá de base para la discusión de los líderes y que ha publicado el periódico Financial Times. De lo contrario, prosigue el texto, "las instituciones de la UE dejarían de operar en un contexto legal seguro".

Es decir, si Londres no celebra elecciones europeas y continúa en la UE más allá del 2 de julio, cualquier ciudadano británico o europeo residente en Reino Unido podría denunciar ante los tribunales que se ha vulnerado su derecho fundamental a la representación. Cualquier decisión que adopte la Eurocámara, por ejemplo la designación del sucesor de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión, podría ser impugnada por los mismo motivos. 

Esta prórroga corta hasta el 1 de julio sólo tendría sentido si Theresa May presenta el jueves a los líderes europeos un plan claro para ratificar en las próximas semanas el Acuerdo de Retirada. Una solución que debería encontrarse en Londres, ya que los líderes europeos han dejado bien claro que no van a reabrir el texto ni a ofrecer nuevas aclaraciones o garantías sobre la salvaguarda irlandesa. El actual bloqueo en la Cámara de los Comunes no permite vislumbrar ninguna hoja de ruta realista para que el pacto de divorcio se apruebe.

La única salida verosímil es que a May le funcione la carta del miedo frente a los euroescépticos radicales de su propio partido y los unionistas irlandeses del DUP: o apoyan el acuerdo de divorcio -probablemente en una votación final el mismo 29 de marzo- o quizá nunca haya brexit. La UE podría acordar esta prórroga corta incluso 10 minutos antes de que se materialice la salida, han dicho este lunes fuentes diplomáticas.

Si al final esta prórroga corta termina sin encontrarse soluciones, la UE no podrá ofrecer ningún otro aplazamiento, puesto que Reino Unido no habrá celebrado elecciones europeas, avisan los servicios jurídicos. El resultado sería el precipicio de un brexit caótico el 1 de julio, esta vez sí sin ninguna alternativa. En todo caso, la decisión este lunes del presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, de impedir una tercera votación del acuerdo de May salvo si se modifica de forma sustancial dinamita las posibilidades de un retraso breve del brexit.

Hasta finales de 2020

La prórroga larga que sopesan los líderes de la UE oscila entre 1 y 2 años, aunque la opción con más posibilidades sería retrasar la salida de Reino Unido hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha en que vence el actual presupuesto plurianual comunitario. Cualquier extensión larga forzaría al Gobierno británico a organizar elecciones europeas en mayo. Para eximir a Londres de la obligación de celebrar elecciones se necesita un cambio de Tratado, que no es factible a corto plazo.

Por tanto, la Eurocámara mantendría su actual composición de 751 diputados y España se quedarían sin los cinco parlamentarios extra que le da el brexit. "Posiblemente, a algunos partidarios del brexit pueda parecerles un tanto pintoresco que después de dos años de haber decidido que se iban, sean llamados a las urnas a votar a sus representantes en el Parlamento Europeo", ironizaba este lunes el ministro de Exteriores, Josep Borrell.  

Borrell: "Ya sabemos lo que Reino Unido no quiere, ahora nos gustaría saber qué quiere"

La mayoría de los Gobiernos europeos ya han dicho que sólo aceptarán conceder una prórroga larga si en Reino Unido "vuelven a repartirse las cartas": es decir, si May les presenta un plan para convocar nuevas elecciones o un segundo referéndum. La dificultad es, no obstante, que no existe ninguna base legal para exigir contrapartidas a Londres a cambio de la prórroga.

"El artículo 50 del Tratado no prevé que se pueda conceder una extensión sujeta a condiciones especiales impuestas al Estado que se marcha", dice el documento de los servicios jurídicos. Durante la prórroga, Reino Unido gozaría de los mismos derechos y obligaciones que el resto de países miembros.

Este escenario plantea grandes riesgos para el funcionamiento de la Unión y preocupa a los dirigentes comunitarios. "No debemos importar el caos de Reino Unido a Europa", avisa el ministro luxemburgués de Exteriores, Jean Asselborn.

En Bruselas temen que Reino Unido envíe a Estrasburgo un batallón de eurodiputados populistas encabezados de nuevo por Nigel Farage, decante la elección de los futuros dirigentes de la UE o pueda vetar decisiones clave como el próximo presupuesto plurianual. Y que el brexit se eternice, absorba todas las energías de la UE y le impida ocuparse de otros problemas más urgentes como la desaceleración económica, la crisis migratoria o la guerra comercial entre EEUU y China.

Si al final los jefes de Estado y de Gobierno deciden denegar cualquier tipo de prórroga, a Londres todavía le queda la posibilidad de retirar el artículo 50 y revocar unilateralmente y de forma indefinida el brexit, tal y como ha dictaminado el Tribunal de Justicia de Luxemburgo. Una alternativa que supondría una humillación para May y su intento de sacar a Reino Unido de la UE. Pero que también dejaría expuestos a los Veintisiete a un boicot permanente desde dentro de Londres.