Berlín

Jens Döbel, un habitual en Dresde de las manifestaciones del movimiento xenófobo Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA), quiere vender miniaturas de horcas “reservadas” a la canciller Angela Merkel y al ex vicecanciller Sigmar Gabriel. Se ha topado con la justicia.

Este viernes se cumplían tres años del día en que cambió la vida de Jens Döbel. Este hombre de 42 años, propietario de una ferretería, ha de considerarse bueno con las manos.

Porque hace tres años, como debía estar bastante enfadado con la situación de la política de Alemania y con las decisiones de sus líderes, Döbel asistió a la manifestación en Dresde (este germano) del movimiento xenófobo Patriotas Europeos contra la Islamización de Europa (PEGIDA). Pero lo hizo acompañado de un par de horcas caseras. En la Plaza del Teatro del centro de la capital sajona las horcas no pasaban desapercibidas entre las 10.000 personas que abarrotaban el lugar.

“Todo empezó en 2015, en la manifestación. Lo que pasó fue que hice un par de horcas. Las hice para la manifestación, en una se leía 'reservada' para Sigmar Gabriel, [por aquel entonces vicecanciller, ministro de Economía y Energía además de presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD)] y en otra 'reservada' para Angela Merkel”, cuenta Döbel a EL ESPAÑOL.

Dos cuerdas con sendos nudos de horca estaban acompañados de carteles: “Reservado para Sigmar 'gentuza' Gabriel” y “Reservado para Angela 'mami' Merkel”.  En la parte exterior de la madera de la horca podía leerse “Alemania” escrito en letras mayúsculas. En la parte interior de la madera se leía “Traidores del pueblo”, también en letras mayúsculas.

A Merkel se la conoce con el apodo de “Mutti” en Alemania. Es decir, “mami”. De ahí que se hiciera a referencia a ella en el cartel de la horca con ese término. Gabriel se refirió en su día con la palabra “Pack” - o sea, “chusma o gentuza” - a quienes protestaban con violencia a la llegada de refugiados a Alemania, país que recibió entre 2015 y 2016 cerca de 1,5 millones de demandantes de asilo. Gabriel ya no está en primera fila de la política alemana. En 2017 dejó la presidencia del SPD y, posteriormente, abandonó toda responsabilidad gubernamental.

La horca de la polémica.

Eso no quiere decir, sin embargo, que Gabriel no se ocupe de velar por la integridad de su persona. Precisamente por eso ha llevado ante los tribunales a Döbel, el ferretero que ideó las horcas en su tienda radicada en la localidad de Schwarzenberg, en el Land de Sajonia (este germano). “Sigmar Gabriel me ha denunciado a la justicia en Hamburgo, y todo son costes, costes, costes, uno no se imagina”, dice Döbel con pesar. La semana pasada, un juez del Tribunal Regional de Hamburgo, frenaba las intenciones del ferretero de seguir vendiendo a modo de souvenir horcas en miniatura como las que en su día exhibió en la Plaza del Teatro de Dresde.

“Alguien me propuso hacerlas. He hice dos modelos, una pequeña y la grande”, cuenta Döbel. El modelo más grande mide 35 centímetros de alto y lo tenía en venta por 29,95 euros, al menos hasta la reciente decisión de la justicia en Hamburgo. A día de hoy, las miniaturas ya no se encuentran disponibles en la página web de la ferretería de Döbel.

Antes, Döbel asegura haberlas vendido “sin problemas”. En su momento, en las redes sociales de la tienda del ferretero, los souvenirs aparecían presentados como “Las horcas Döbel del escándalo”.

Horcas conocidas gracias la radio y la televisión

Que en 2015, en plena crisis de los refugiados y auge de PEGIDA en Dresde, aparecieran las horcas de Döbel en la manifestación convocada por el movimiento islamófobo causó gran impacto en el debate público germano. “La horca Döbel conocida por la radio y la televisión. Sólo nosotros tenemos la original y auténtica”, se indicaba en la descripción del polémico souvenir cuando se vendía en Internet. “Las horcas tienen un carácter sarcástico y no deben ser vistas como un llamamiento al asesinato u otros delitos”, se precisaba en la descripción de producto.

El ferretero se escuda en el supuesto carácter satírico de sus horcas en miniatura. “Es una sátira, y la sátira depende mucho del gusto, unos ríen, otros lloran”, comenta. El pasado mes de diciembre, la Fiscalía de Chemnitz, tras estudiar el caso, no vio problemas en la venta de las horcas de Döbel. Las autoridades entendieron que aquellas obras de bricolaje del ferretero de PEGIDA pedían más que otra cosa, “por una casi simbólica muerte política”.

La aparición de las horcas originales en 2015 también trajo consigo unas primeras pesquisas de la Fiscalía de Dresde sobre un supuesto delito de “provocación pública para cometer crímenes” que quedaron sin consecuencias. 

¿Un souvenir con aires nazis?

“La justicia primero me dio la razón. Es que es una cuestión de libertad de expresión”, conviene en afirmar Döbel. Si en su Sajonia natal la justicia supo entender a Döbel, no parece que en Hamburgo compartan los mismos criterios. En la portuaria ciudad-estado del norte alemán, el enfrentamiento por lo civil entre el ferretero y Sigmar Gabriel se ha saldado en favor del hasta no hace tanto vicecanciller teutón.

En Hamburgo, el juez ha rechazado los argumentos basados en la “libertad artística y de sátira” de Döbel. Para el juez en Hamburgo, la libertad de expresión del ferretero sobre el vicecanciller ha sobrepasado los límites. Sus horcas constituyen “un ataque directo a la persona de Gabriel”, según las palabras del juez, recogidas por el diario Süddeutsche Zeitung. Entre otras cosas, porque Gabriel aparece designado como un “traidor” o mejor dicho, un “Volksverräter”. Ese término alemán, que se podría traducir como “traidor del pueblo”, en su día fue utilizada por los nazis.

La última decisión judicial sobre las horcas no ha hecho que Döbel se arrepienta de nada, ni de la conveniencia de sus souvenirs ni de sus planteamientos políticos. “Nunca pensé que hacer estas horcas fuera una mala idea”, sostiene un Döbel visiblemente decepcionado con la democracia alemana. “No me siento representado por ningún partido político alemán”, sostiene. “La democracia alemana funciona así: cuando uno tiene otra opinión, se busca arrinconarlo”, concluye este habitual de las manifestaciones de PEGIDA en Dresde.